En medio de la resistencia al régimen militar, hay quien dice que la democracia no puede prosperar sin el respeto a las minorías que han sido perseguidas durante décadas.
La
desinformación del ejército de Myanmar ha sido burda pero eficaz.
Propagandistas
del régimen militar afirmaron que un grupo étnico llamado Rohingya
estaba quemando sus propias aldeas y quería inundar Myanmar, de
mayoría budista, con hordas islámicas. Los Rohingya estaban
inventando historias, decían los militares en 2017, sobre los
soldados cometiendo violaciones y asesinatos en masa.
La
verdad es que los soldados estaban llevando a cabo operaciones
genocidas contra las minorías étnicas de Myanmar, lo que quizá era
demasiado impactante de contemplar para la mayoría étnica Bamar en
el país.
Pero
cuando los militares de Myanmar tomaron el poder este año y mataron
a más de 750 civiles, Daw Sandar Myo, una maestra de una escuela de
primaria, se dio cuenta de que las décadas de persecución sufridas
por los Rohingya y por otras minorías eran, después de todo,
reales.
«Después
del golpe, vi a los soldados y a la policía matando y torturando
gente en las ciudades», explicó. «Entonces empecé a
sentir empatía por los Rohingya y por los otros grupos étnicos que
han sufrido mucho más que nosotros por todos estos años».
La
resistencia más visible de la mayoría Bamar al golpe de estado del
1 de febrero se ha manifestado en forma de protestas masivas,
desobediencia civil, huelgas de trabajadores e incluso inicios de
tentativa a la lucha armada.
Pero
se está produciendo otra transformación silenciosa: una creciente
aceptación de la diversidad étnica de la nación, algo que estuvo
notablemente ausente durante la anterior transición política. Con
la violencia militar desatada de nuevo, hay quien reconoce que la
democracia no puede prosperar sin respetar a las minorías étnicas
que han sufrido décadas de persecución.
Más
de un tercio de la población de Myanmar se compone de minorías
étnicas, que habitan la vasta frontera donde se concentran los
recursos naturales del país. Sus insurgencias contra el ejército de
Myanmar, que ha gobernado la nación durante la mayor parte de las
últimas seis décadas, figuran entre los conflictos civiles más
duraderos a nivel mundial.
Estas
minorías étnicas tienen buen conocimiento de cómo luchar contra el
Tatmadaw, nombre por el que se conoce al ejército de Myanmar. Y
dicen conocer, mejor que los Bamar, cuán inestable puede ser el país
cuando el ejército actúa como fuerza de ocupación en lugar de como
protector del pueblo.
«Myanmar
nunca ha tenido una democracia real, ya que no había esperanza para
las personas pertenecientes a minorías étnicas», explicó el
Teniente Coronel Mai Aik Kyaw, portavoz del Ejército de Liberación
Nacional Ta’ang, una de las fuerzas rebeldes luchando por la
autonomía en Myanmar. «Si se compara con lo que han sufrido las
personas pertenecientes a minorías étnicas durante 70 años, lo que
la gente Bamar está ahora sufriendo no es nada».
Según
advierten las Naciones Unidas Myanmar se dirige, con la toma de poder
por parte de los militares, hacia una guerra civil, pudiendo incluso
desintegrarse como país.
«Myanmar
está al borde de fracasar como estado, del colapso del estado»,
dijo Richard Horsey, asesor principal sobre Myanmar y perteneciente
al Grupo Internacional de Crisis, en una sesión informativa de abril
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Horsey añadió, sin
embargo, que la crisis existencial de Myanmar tras el golpe de estado
ha catalizado el reconocimiento nacional sobre la importancia de la
etnicidad para ser un país más inclusivo y cohesionado.
«En
medio de todo este horror, hay que reconocer y aplaudir el carácter
transformador de la resistencia contra el régimen militar «,
añadió Horsey. «Ha surgido una nueva generación de acción
política que ha trascendido las viejas divisiones y antiguos
prejuicios y ofrece grandes esperanzas para un futuro Myanmar que
abrace, y esté en paz, con su diversidad».
A
principios de abril, se estableció un gobierno civil de oposición
para contrarrestar a la junta militar, ya que se ha encarcelado a
mayoría de dirigentes electos en el país, incluida Daw Aung San Suu
Kyi.
Por
primera vez en la historia del país, el Gobierno de Unidad Nacional,
como se conoce a la nueva autoridad en la oposición, ha apoyado
abiertamente el federalismo en lugar de la autoridad centralizada.
Una constitución consagrando el federalismo podría ayudar a liberar
a las minorías étnicas de la supremacía Bamar que ha dominado la
política en Myanmar desde que el país se fundó en 1948.
El
gabinete del gobierno en la oposición también cuenta con más
representantes de minorías étnicas que el gabinete formado por la
Liga Nacional para la Democracia (NLD), el partido de Aung San Suu
Kyi.
El
NLD es la única fuerza política popular a nivel nacional en
Myanmar, pero tiene un historial reciente de instigación a la
persecución de las minorías étnicas. Aunque el partido ganó una
reelección aplastante en noviembre, más de un millón de personas
pertenecientes a minorías étnicas fueron privadas del derecho al
voto.
Durante
sus cinco años de reparto del poder con el Tatmadaw, dirigentes
civiles del NLD han defendido las atrocidades continuas de los
militares contra las minorías étnicas. Hace décadas, Aung San Suu
Kyi recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha no violenta por
la democracia. Sin embargo, calificó el éxodo forzoso de 2017 de
750.000 personas Rohingya como un evento derivado de «operaciones
de limpieza» contra una revuelta terrorista. Los Rohingya
fueron, de hecho, víctimas de una campaña bien documentada de
limpieza étnica.
Pero
la toma de poder por parte de los militares ha llevado a un examen de
conciencia.
«La
sangre que se ha derramado tras el golpe ha provocado un cambio
radical en la opinión pública sobre federalismo e inclusión»,
dijo el analista político U Khin Zaw Win, quien fue preso político
en el pasado y que lleva mucho tiempo defendiendo los derechos de los
grupos étnicos en Myanmar.
«Aunque
el NLD sigue siendo popular, el país ha avanzado desde el golpe”,
añadió. «Ya no se trata de una restauración del NLD».
Hasta
el momento, el nuevo gobierno de unidad es poco más que un compendio
de declaraciones políticas enviadas por aplicaciones encriptadas. No
tiene ejército o reconocimiento internacional.
Si
quiere tener éxito necesitará el apoyo de las mismas minorías
étnicas que han sido perseguidas durante tanto tiempo.
Los
miembros del gobierno en la oposición ya han buscado refugio en las
zonas fronterizas de Myanmar, donde las fuerzas armadas de las
minorías étnicas controlan el territorio. Jóvenes activistas están
recibiendo, en estas regiones de la frontera, entrenamiento en armas
para formar una resistencia armada al Tatmadaw. Las recientes
explosiones de oficinas gubernamentales y empresas vinculadas al
ejército en entornos urbanos son una señal de sus intenciones.
Unir
fuerzas con las minorías étnicas implica otras consideraciones
tácticas. Al principio del golpe la junta militar trasladó, desde
bases remotas a las ciudades, a muchas de las divisiones de
infantería más temidas de Myanmar. Desde entonces las fuerzas de
seguridad han asesinado, de un solo disparo, a decenas de menores.
Personalidades en pro de la democracia han aparecido sin vida,
algunas con signos de tortura.
Con
el Tatmadaw ocupado en las ciudades, los grupos armados de las
minorías étnicas han lanzado sus propias ofensivas coordinadas en
las zonas fronterizas. Decenas de soldados del Tatmadaw han muerto en
los últimos combates cuando tropas insurgentes invadían sus puestos
de avanzada, según residentes locales y organizaciones armadas de
las minorías étnicas.
La
esperanza es que, con las milicias étnicas presionando en
territorios fronterizos y una resistencia armada aumentando en las
ciudades, el Tatmadaw se vea obligado a luchar múltiples frentes.
«Si
las organizaciones armadas de los grupos étnicos luchan juntas
contra el ejército de Myanmar, habrá mejores resultados para el
país», dijo el Coronel Mai Aik Kyaw, del Ejército de
Liberación Nacional Ta’ang.
Pero
la unidad es efímera entre los grupos étnicos armados, algunos de
los cuales reservan la misma potencia armamentística para utilizarla
entre sí que con el mismo Tatmadaw. Algunos de los grupos
principales, como los Shan y los Karen, tienen más de una rama
armada representándolos. El control de estos territorios fronterizos
significa también el acceso lucrativo a sus minas, selvas e
instalaciones ilícitas de fabricación de drogas.
Myanmar
es un entramado de culturas, incrustado entre India y China. Incluso
la noción de pureza de los Bamar está en entredicho. La Sra. Aung
San Suu Kyi es, en parte, de ascendencia Karen. Otras personas Bamar
tienen ascendencia india o china. Gran Bretaña, que colonizó lo que
entonces se conocía como Birmania, llamó al país «una zona de
inestabilidad racial», según Thant Myint-U, historiador y autor
de «La historia oculta de Birmania».
«Myanmar
nunca ha sido un lugar de categorías raciales y étnicas ordenadas»,
aclaró. «Acabar con la dominación política de comunidades
minoritarias por parte de los Bamar puede verse favorecido por un
sistema de gobierno más descentralizado. Pero lo que es igualmente
importante es un programa radical para acabar con la discriminación
en todas sus formas y una nueva visualización del país como un
lugar que siempre ha sido hogar de muchos pueblos distintos.»
Esta
semana, los soldados del Ejército de Liberación Nacional Karen
invadieron un puesto de avanzada del Tatmadaw al otro lado del río
desde Tailandia. En marzo, las fuerzas Karen capturaron otra base al
este de Myanmar, lo que provocó los primeros ataques aéreos en 20
años del ejército contra aldeas Karen. Las represalias del Tatmadaw
en zonas pobladas por minorías étnicas han matado a decenas de
personas.
A
medida que se intensifican los combates, decenas de miles de personas
se han visto desplazadas en todo el país, especialmente en el
territorio Karen y en el norte, donde el Ejército de la
Independencia Kachin está avanzando contra el Tatmadaw.
Por
primera vez, la Unión Nacional Karen ha recibido donaciones de
personas Bamar para las víctimas civiles del Tatmadaw, contó Padoh
Saw Man Man, portavoz del grupo. «Ahora estamos unidos con el
pueblo Bamar, y creo firmemente que ganaremos si luchamos juntos
contra el Tatmadaw», añadió.
Hannah Beech es la Directora en jefe de la oficina de The Times en el Sudeste Asiático desde 2017, con sede en Bangkok. Antes de incorporarse a The Times, fue reportera de la revista Time durante 20 años desde sus bases en Shanghái, Pekín, Bangkok y Hong Kong. @hkbeech
Fuente original en inglés: https://www.nytimes.com/2021/04/30/world/asia/myanmar-ethnic-minority-coup.html
Fuente: Rebelion.org