December 22, 2021
De parte de Periódico El Roble
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El movimiento piquetero o el lado desocupado de la clase obrera 

Los movimiento de desocupadxs y movimientos territoriales surgidos en lo albores del 2001, tienen como precedentes más inmediatos además las luchas provinciales de estatales y docentes, como en Jujuy (1990 y posteriores), Santiago del Estero (1993), el primer (1996) y segundo (1997) “Cutralcazo” en Neuquén, la pueblada de Tartagal y Mosconi en Salta (1997). Grandes movimientos de masas que encontrarán codo a codo a trabajadorxs ocupadxs resistiendo el ajuste y a desocupadxs peleando por trabajo genuino y planes sociales. Salir a la ruta, enfrentarse a las fuerzas represivas del Estado, las ollas populares contra el hambre, la presión al Estado como forma de arrancar demandas urgentes, las asambleas para decidir cómo plantarse. Es de este modo que se reconstruye una herramienta organizativa que dió contención y participación a los sectores más empobrecidos y pauperizados de la clase. Su programa: puestos de trabajo estable y con salarios dignos, planes sociales para paliar el hambre. Su territorialidad tiene que ver con la ausencia del ámbito laboral formal y además porque es allí donde se expresan otras problemáticas como el acceso a la vivienda, la salud y la educación.

Aunque se ha intentado diseccionar a este sector del resto de lxs trabajadorxs, se trata de personas que, ante una coyuntura de ajuste y miseria, no lograban vender su fuerza de trabajo en el mercado. El surgimiento del movimiento de desocupadxs o “piquetero” se desarrolla durante la década del ‘90. Viene de la mano de la tradición organizativa que la clase obrera acumula en nuestro país, que sufrió una dura derrota con la implantación de la dictadura cívico militar del ‘76. Va a demostrar que se mantenía en la memoria colectiva del pueblo trabajador al  enfrentar las privatizaciones de los gobiernos de Menem y Cavallo, como YPF, los trenes y las empresas telefónicas, de agua, gas, la metalúrgica Somisa, etc. Es el resurgir del corte de ruta, el piquete, como medio de lucha frente a la situación de quedarse sin lugar de trabajo, despojadxs del ámbito laboral. Por eso entendemos a los movimientos de desocupadxs como parte del movimiento obrero pero en tensión por las particularidades del sector; el piquete como método que se asume como identidad pero que de ningún modo es contraria a la identidad de clase trabajadora. Esta masa laboral desocupada se suma al otro gran componente de los movimientos: las mujeres -muchas veces también desocupadas- a cargo de ese trabajo fundamental e invisibilizado como son los cuidados y la (re)producción de la fuerza de trabajo. Serán ellas quienes muchas veces estarán al frente de las ollas populares, los cortes de ruta, las marchas y en la primera línea enfrentando la represión.

A medida que avanza la década, aumenta el componente desocupado de estos nuevos movimientos sociales. Lo entendemos así no como “nuevo sujeto” político, sino como nuevo momento de la clase obrera en condición de desocupada y construye a partir de allí un programa y un método propio. Pero no contrario ni extraño a las reivindicaciones y formas de lucha del proletariado, sino su expresión frente a una situación concreta de la lucha de clases en la región: la resistencia al capital más concentrado que requiere terminar las transformaciones inauguradas en los ‘70 con el Consenso de Washington, las dictaduras militares y gobiernos liberales.

La miseria y el hambre inaguantable, el rechazo a los partidos patronales y el desencanto con la democracia, sin mucho más que perder, “lxs piqueterxs” se vieron lanzados a la ruta y a reconstruir la organización para luchar y resistir. Capacidad de decir “¡basta!” pero, lamentablemente, sin la suficiente maduración política y organizativa del conjunto de la clase obrera que haya sido capaz de darle a la situación abierta en aquel diciembre una salida socialista y revolucionaria.

Por Facundo Anarres – PRC




Fuente: Periodicoelroble.wordpress.com