May 9, 2022
De parte de Briega
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El pasado domingo 8 de mayo Ayuntamiento de Santander y Ejército organizaron una jura de bandera. Es decir, civiles y militares en fila, todos sumisos ante ese trapo que tantas vidas se ha llevado por delante.

Dos personas manifestaron allí su inconformidad con que se produjera ese acto, en Santander y en cualquier lugar. De forma silenciosa desplegaron una pancarta en la que podía leerse “Contra el militarismo y su nacionalismo, solidaridad entre los pueblos”. Los manifestantes mantuvieron la pancarta alzada durante unos dos minutos. En ese tiempo, algunos curiosos sacaron fotografías, algunos asistentes al acto gritaron contra el contenido de la pancarta (“¡Son los que os defienden! ¡Fuera de aquí! ¡A Moscú!”). Pasado ese tiempo se presentaron dos policías nacionales, justo en el mismo momento que un exaltado tiraba la pancarta al suelo, seguramente creyéndose protegidos por la misma masa que aullaba a la bandera.

Los policías preguntaron a los manifestantes si tenían algún tipo de autorización de Delegación del Gobierno de estar allí. Contestaron que ni tenían autorización ni habían comunicado a Delegación, al no tener obligación alguna por ser menos de veinte personas. A continuación, los policías procedieron a identificar a los dos manifestantes. Uno de los policías preguntó cuál era el motivo de que allí se estuvieran manifestando. Los manifestantes se remitieron a la pancarta pero, ante su insistencia, le explicaron algo parecido a lo que sigue en estas líneas.

Le explicaron que, ante la situación dramática que se estaba viviendo en Ucrania, instituciones y grupos de poder estaban aprovechando para hacer una exaltación del nacionalismo y del militarismo. Le explicaron que la autocracia de Putin no justifica armar al Estado de Ucrania, grave infractor de los Derechos Humanos, y que lejos de acabar con la matanza lo más probable es que la alargue en el tiempo. Le explicaron también que a menudo se utiliza esa bandera tan grande para tapar sus propios crímenes; le recordaron, en fin, que la industrias armamentística hace de la guerra un negocio mientras otros pagan con su sangre.

Quienes hoy se manifiestan contra las guerras están muy lejos de ser insensibles al dolor de un pueblo atacado. Es más, con frecuencia son los mismos que prestan ayuda humanitaria y apoyo a las personas refugiadas (independientemente del Estado del que huyan o del color de su piel). Pero observan con prudencia la historia, dejan las emociones a un lado, y comprenden que la guerra no se soluciona con más guerra. Comprenden que armar a un Gobierno que no ha tenido problema alguno en ilegalizar la oposición o en perseguir a los desertores no garantiza la paz. Comprenden que la paz se ha de conseguir con distensión entre los bloques (los pasados o los presentes), que deben imaginarse soluciones para la Paz para poder plantearla realmente.

Comprende, en definitiva, que el foco mediático no debe estar en tal o cual líder autocrático que se cambia como cromos, sino en una industria armamentística perenne que se enriquezca con la guerra de Ucrania, pero también con Yemen, Palestina, Sáhara Occidental, Etiopía o Colombia.

Ayer domingo 8 de mayo aparecieron dos manifestantes. Del 7 al 10 de junio, se celebrarán otras jornadas militares por toda Cantabria bajo el patrocinio de la industria militar.

Mientras tanto, otras manifestantes realizan su actividad cada viernes a las 19h en la plaza del Ayuntamiento de Santander. Desde allí llaman para el fin de las guerras y reflexionan sobre ello. Cada vez son más, pero aún no son suficientes.

 




Fuente: Briega.org