Soy nieta de Pie de Concha. Tengo la suerte de vivir en el Valle de Iguña. Ese valle tan bien comunicado situado en la comarca del Alto Besaya. Ese precioso valle que, a pesar de la huella inevitable del progreso, tiene el privilegio de conservar espacios naturales de alto valor ecológico. Ese valle que cuenta con algunos de los robledales y hayedos más significativos de la región. Ese valle con 9.000 Ha de bosques que albergan una fascinante variedad de vida salvaje. Ese valle que, de todos los de la región, es el más amenazado por el absurdo modelo de transición energética que pretenden imponernos.
Hace unos cinco meses, varios vecinos de Iguña empezamos a organizarnos, dentro de la Asamblea Contra Viento y Marea, para luchar contra esta devastadora amenaza. Para decir NO a los polígonos eólicos. Porque no los queremos, ni aquí ni en ningún otro valle de Cantabria ni de España.
Han sido meses complicados, con algunas semanas agotadoras en las que las cosas se nos pusieron muy de punta; pero cada logro, por pequeño que fuera, nos dio la fuerza para continuar.
Al igual que compañeros de otros valles, hemos tenido muchas reuniones, asistido a varias concentraciones, leído muchas páginas de interminables estudios de impacto ambiental, recogido muchas alegaciones, realizado varias charlas por los pueblos del valle -yendo casa por casa para informar a los vecinos- e intentado incansablemente hablar con nuestros alcaldes.
Ha costado mucho movilizar a los vecinos, quizá porque nos ha pillado este verano pospandémico, quizá porque muchos daban la lucha por perdida. Más difícil aún ha sido convencer a nuestros dirigentes locales de que los polígonos eólicos no traen nada bueno, de que afectarán para siempre a nuestros ecosistemas y a nuestra calidad de vida. De que no hay dinero que pueda pagar esa pérdida. De que consideramos injusto un modelo de transición que obligue a los pueblos de Cantabria a limpiar los malos aires de quienes más contaminan; precisamente aquí, en plena cordillera, donde más CO2 absorbemos y más oxígeno producimos. De que el Valle de Iguña, junto con su vecino Aguayo, genera con sus centrales hidráulicas un tercio de la energía eléctrica de Cantabria y que ya contribuye más que suficientemente a esa “generación distribuida” de la que tanto se escribe.
Hoy estamos muy contentos. Porque ayer, 17 de septiembre, contra viento y marea, tanto el Ayuntamiento de Molledo como el Concejo de Arenas de Iguña han dicho NO por UNANIMIDAD a los polígonos eólicos en su territorio. Porque al fin en nuestro valle reina el sentido común. Porque hoy Iguña es visible en el mapa. Y se ha logrado gracias a la unión y el trabajo de muchas personas: vecinos y no vecinos, gente de la asamblea y varios miembros de la corporación de los dos ayuntamientos.
Sabemos que nos queda aún mucho por hacer, pero este ha sido nuestro primer gran paso.
Esperamos que pronto el resto de nuestros ayuntamientos y concejos sigan la línea de los anteriores y consigamos entre todos que el Valle de Iguña se declare territorio de exclusión eólica.
Y animamos a las gentes de otros valles de Cantabria a seguir trabajando y luchando juntos. Y queremos decirles que tienen nuestro apoyo, que no se rindan. Porque se puede. Porque tarde o temprano -y siempre ha sido así- los ideales se imponen sobre los intereses creados.
Fuente: Briega.org