El viernes 5/11 muere un hombre ejecutado por la policia nacional al lado del centro de salud del barrio de San Cristóbal en Madrid. El joven era una persona con trastornos mentales, negro, sin techo y con referidos problemas de drogadicción. Al parecer, portaba un cuchillo largo y en ese momento no amenazaba a nadie en concreto.
A la llegada de la policía, aparentemente empujó a uno de los agentes contra un coche (causándole ¨rasguños¨ según las noticias) y segundos después recibió varios disparos letales por parte de varios agentes.
La noticia empezó a circular inmediatamente por los medios de comunicación, enriquecida con falsedades para tratar de ¨aumentar la peligrosidad del asesinado¨(trató de entrar en centro de salud, amenazó a los sanitarios, el centro de salud cerró sus puertas porque la gente tenía miedo, etc), utilizando expresiones bonitas para disminuir el peso de la ejecución (fue abatido, los agentes fueron obligados a…etc, etc) y exponiendo p.e. la opinión de los sindicatos policiales de que la violencia fue proporcionada mientras escondían los vídeos de testigos que decían que en ese momento el hombre no amenazaba a nadie y que le mataron sin más.
Desnudando el asesinato de todas las emociones, tristeza e indignación que ha provocado, nos quedamos con algunos hechos:
1. Un hombre enfermo, al lado de un centro de salud, está en tensión. En lugar de recibir ayuda, recibe 5 balas que acaban con su vida.
2. Los agentes de policía, bien entrenados (¿o no?) sacan las pistolas y en pleno barrio residencial, empiezan a disparar a matar.Días despues, todavia se ven las marcas de las balas en los contenedores, la pared del centro de salud y los coches dañados. Aun en el caso de que fuera un momento de tensión y de peligro para los agentes, ellos no inmovilizan, no neutralizan disparando en las piernas, no se alejan protegiendo los civiles.
3. Los agentes de policía, actuando en calidad de jueces, sin tener el derecho, castigaron con la pena de muerte, sin juicio previo, por unos rasguños, por ser enfermo, delicuente, negro y sin techo, por tener el poder y la protección politica, mediática y judicial para hacerlo.
Madrid conoce bien el fascismo. En su historia, en su cargos políticos, en los símbolos de sus calles, en una parte de su sociedad, sigue aquí, a veces escondido y a veces no. El fascismo no nace solo. Necesita alimentarse para crecer. Alimentarse de la deshumanización, de la indiferencia ante un asesinato por parte del poder. Alimentarse de racismo y de miedo contra el diferente, contra el enfermo mental, contra el sin techo, el pobre, el inmigrante. Alimentarse de la aceptación y la interiorización de la injusticia, del poder policial y de la impunidad. Alimentarse de la lógica de¨eso no va a sucederme a mí, si bajo aún más la cabeza voy a estar a salvo¨.
Pero si el monstruo del fascismo cotidiano levanta cabeza nadie va a estar a salvo, al final vendrá a por todos nosotros y nosotras.
Las balas policiales no tenían como única diana el corazón del joven. Tenían también el barrio de San Cristóbal cuya característica principal no es ni la droga ni la peligrosidad. Es la lucha por la dignidad y la supervivencia en las peores y más injustas condiciones, la inmigración y el derecho de una vida mejor, la esperanza que da la solidaridad social contra un mundo profundamente injusto.
Las balas también tenían como diana a todos nosotros y nosotras. Para enseñarnos el miedo, para recordarnos quién tiene el poder absoluto, quién sigue impune. Y por eso esta vez no nos podemos permitir ni el olvido del asesinato, ni negarlo, ni justificarlo.
No nos podemos permitir la deshumanización que eso provoca.
El joven muerto merece justicia, nosotros merecemos justicia.
Christos Piperagkas
Médico de familia en el CS de San Cristobal.
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Fuente: Grupotortuga.com