December 4, 2020
De parte de Arrezafe
1,661 puntos de vista

“Al capital le
horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio
razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es
temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se
detiene ante ningún crimen.” Karl Marx

Correo
del Alba
– 08/08/2020

Los
fundadores de la Nueva Inglaterra eran a la vez ardientes sectarios y
renovadores exaltados. Unidos por los lazos más estrechos de ciertas
creencias religiosas, se sintieron libres de todo prejuicio político”. A. Tocqueville

Empecemos por Obama.
Porque ni Donald Trump es un desquiciado ignorante ni Obama fue un
inteligente progresista. En contra de la imagen hábilmente
construida por su maquinaria de relaciones públicas, Obama (con su
fiel escudera Hillary Clinton), sembró el planeta de guerra y
reemplazó la captura de presuntos terroristas de la Administración
Bush por el asesinato –así lo describe el periodista de
investigación Jeremy Scahill[1].

No fue Trump quien
autorizó el bombardeo de Yemen (2009), ni quien invadió el espacio
aéreo de Paquistán para ajusticiar a Bin Laden (2011), ni fue él
quien asesinó a ciudadanos estadounidenses en Yemen (2011). Tampoco
fue Trump quien declaró a Venezuela una “amenaza inusual y
extraordinaria” en dos ocasiones (2015 y 2017), ni quien incrementó
las operaciones encubiertas en todo el mundo. Tampoco fue él sino
Obama quien nombró director de la CIA a John Brennan -defensor de
las “técnicas mejoradas de interrogatorios” (tortura) y artífice
de los ataques con drones- (2013).

Cuando analizamos la
política internacional imperialista de EEUU y reducimos nuestro
análisis a factores de orden geopolítico, estratégico o económico
no conseguimos explicarnos actuaciones aparentemente irracionales que
van incluso en contra de sus intereses nacionales a medio o largo
plazo. Acabamos asignando a sus presidentes un marchamo de maldad y
crueldad irracional que nos sitúa mal a la hora de desarrollar
estrategias de resistencia y confrontación con el imperialismo. Más
allá de las diferencias evidentes entre Obama y Trump, o entre
Clinton y Bush, o entre Carter y Reagan, existe un hilo conductor que
une las distintas administraciones, ya sean demócratas o
republicanas, una lógica común que se sitúa en un espacio
ideológico o, más bien, teológico-político.

De modo que, no hablemos
de un presidente, ni de una determinada administración. Hablemos de
un Estado, hablemos de la génesis de un Estado que desde el mismo
momento en que se constituyó como tal emprendió una cruzada
expansionista hacia el Oeste con la biblia en una mano y el fusil en
la otra.

Saqueadores de tierra y
exterminadores de indígenas. Porque la expansión del nuevo Estado
no fue simplemente una guerra por la supervivencia contra Inglaterra,
decía Howard Zinn, sino una guerra para el desarrollo de la economía
capitalista en donde la tierra era fundamental para los especuladores
ricos (incluido George Washington). Una república fuerte y grande,
argumentaban los padres fundadores[2], necesaria para proteger
mejor los intereses de la comunidad frente a las “fracciones”
internas y los enemigos externos. Una patria, en fin, con un sistema
y una organización política diseñada contra las mayorías, por y
para las élites económicas[3]. Los principios de liberalismo
–libertades civiles, imperio de la ley y libre mercado- al servicio
de La riqueza de las naciones (Adam Smith, 1776) formaron
parte del ADN del nuevo Estado y se mantienen hasta hoy en que la
hegemonía estadounidense declina irremediablemente.

Estados Unidos vino al
mundo como un Estado capitalista, sin el lastre feudal de la vieja
Europa, dispuesto a materializar un proyecto bíblico no sujeto a más
principio moral que la acumulación de riqueza. Así, la guerra de
Estados Unidos contra el mundo es una guerra sin fronteras y sin
límites, como tampoco puede tenerlos el Capital.

No es que los Estados
europeos del XIX, en plena expansión territorial repartiéndose
África y Oriente, fueran menos crueles, piénsese en el Congo –que
antes de ser belga fue del sanguinario Leopoldo II-, o en la India
británica. Pero ocurre que cuando EEUU toma el relevo de la
hegemonía mundial después de la Segunda Guerra Mundial la profecía
del Destino manifiesto, sobre la que se construyó el nuevo Estado,
ya iba de la mano de un desarrollo técnico sin precedentes. Por eso,
la advertencia de Eisenhower[4] sobre el peligro que supondría la
influencia del complejo industrial militar caería en saco roto, y
por eso, las distintas formas de guerra con las que siembran el mundo
son una consecuencia lógica de un sistema y una ideología
imparables desde el ámbito de la razón o desde los principios
morales.

Estados Unidos emprendió
el dominio del mundo inspirado en una religión civil de base
puritana y calvinista[5] que fue el fundamento de su visión de
pueblo elegido cuya misión sería guiar al resto de las naciones.
Con esta base ideológica se han convertido en el Estado criminal más
mortífero de la historia. ¿Por qué el más cruel de los Estados?
Porque hablamos de un Estado moderno, guiado por una racionalidad
técnica capitalista y una religiosidad fundamentalista de corte
racista y ambos factores se han retroalimentado a lo largo de los
años y han marcado el rumbo tanto de su política exterior como de
su política doméstica.

Si hiciéramos una
genealogía del poder estadounidense siguiendo las enseñanzas de
Foucault hallaríamos un Estado cuya expansión y dominio
imperialista forma parte de su naturaleza y su identidad.
Encontraríamos unos principios y un desarrollo técnico capaces de
aniquilar el planeta, circunstancia ésta que no se había dado
anteriormente en la historia. El lanzamiento de las dos bombas
nucleares en Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto de 1945) cuando ya
se había ganado la guerra son el ejemplo paradigmático. De ahí que
conmemorar el 9 de agosto como Día internacional de los crímenes
estadounidenses contra la humanidad
, tiene todo el sentido.

El patriotismo, el
racismo, el fundamentalismo religioso y el culto al dinero, son las
claves que necesitamos explorar para desarrollar estrategias eficaces
de lucha antiimperialista porque, desde mi punto de vista, son las
claves que explican la estructura del Estado norteamericano y
permiten anticipar sus movimientos más allá de las coyunturas. Ya
José Martí en su artículo sobre La verdad de Estados Unidos
en 1894 anunciaba la necesidad de publicar, no el crimen o la falta
accidental que pueden ocurrir en todos los pueblos sino “aquellas
calidades de constitución que, por su constancia y autoridad,
demuestran las dos verdades útiles a nuestra América: –el
carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos– y la
existencia, en ellos continua, de todas las violencias, discordias,
inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos
hispanoamericanos”
. [6]

Dentro de estas
cualidades de constitución de las que hablaba el prócer cubano
encontramos, desde mediados del siglo XIX, la doctrina del Destino
Manifiesto
. Ésta será la bandera que enarbolará EEUU para
justificar su derecho a la expansión territorial como parte de un
designio providencial. A su vez, la imposición de una forma
particular de ver la “democracia” (coincidente con sus intereses
económicos) se convertiría en su práctica habitual para establecer
relaciones con otros Estados.

Marcos Reguera, en su
tesis de doctorado sobre el Imperio de la democracia en América,
nos dirá que el término Destino manifiesto se convirtió en una
pieza clave de la identidad estadounidense durante el siglo XIX y nos
ayuda a entender “cómo el sistema democrático americano fue
adoptando un carácter imperialista que será central tanto para su
proceso de construcción nacional como en su propia autopercepción”
[7] La concepción de la patria a modo de destino divino vinculada al
desarrollo material capitalista es un tándem identitario que será
difícil limitar ni desde principios morales universales, ni desde el
Derecho internacional ni siquiera desde una racionalidad económica
liberal.

Porque la patria para el
monstruo norteño, en cuyas entrañas vivió Martí, no es
equivalente al nacionalismo en el sentido europeo ni latinoamericano.
Más bien se inscribe dentro de un imaginario mítico que conjuga el
aislacionismo (no existe nada distinto a Estados unidos que merezca
la pena) y la providencia (pueblo elegido y guiado por Dios). Así
vemos que, para la mayor parte del pueblo norteamericano, Dios
gobierna a través de sus presidentes y todos ellos juran sobre la
biblia; la suya particular, la de los que les precedieron o aquella
que incorpora un particular capital simbólico. El expresidente Obama
es miembro de la Iglesia Unida de Cristo[8] y realizó su juramento
de toma de posesión utilizando dos biblias, la tradicional de
Abraham Lincoln y la de Martin Luther King [9]. También Trump
utilizó dos biblias, la de Lincoln y la que le regaló su madre; lo
simbólico universal y lo particular individual se amalgaman uniendo
la suma de individualidades en un universo simbólico común: La
nación predestinada.

Casi todos los discursos
de los presidentes americanos terminan con una frase que es el final
de un ritual que se repite: “Dios bendiga América”, y en
todos los dólares nos encontramos con otra frase: “In God We
Trust”
(Confiamos en Dios). Jim Dotson nos dice que la frase
“En Dios confiamos” refleja lo que significa ser estadounidense.
Dios es el equivalente simbólico del dinero y se inscribe en la
tradición blanca protestante fundadora de las 13 colonias de las que
surgiría el nuevo país[10]. Cuando vemos en las películas
estadounidenses esas escenas en la que en cada hotel de carretera hay
una biblia en la mesilla de noche, o en las que asesinos en serie
siguen patrones del texto sagrado, sin duda estamos viendo algo que
va más allá de un recurso dramático[11].

Según datos recientes,
73% de los estadounidenses se declaran cristianos y solo el 20% no
se identifica con ninguna religión (2019). Tampoco resulta casual el
fenómeno, tan norteamericano, de los telepredicadores; ni que las
iglesias evangélicas se hayan convertido es uno de los instrumentos
de injerencia, incluidos golpes de Estado y financiación del
terrorismo (muy al estilo yihadista) en toda América latina.
El reciente golpe de Estado en Bolivia muestra la clara influencia de
estas iglesias y del despliegue de telepredicadores por toda la
región con vínculos estrechos con sus matrices estadounidenses.

La guerra Mundo de EEUU
se plantea a menudo como una cruzada evangélica: “llevar la
democracia”, “defender el mundo libre”, “acabar con el mal”….
Tradicionalmente las corporaciones mediáticas han servido a este
propósito religioso elaborando imágenes que se han adaptado a los
discursos proféticos, por ejemplo, presentando las invasiones, los
asesinatos, las extorsiones, los saqueos, etc. como cruzadas
salvadoras contra enemigos terroríficos y demoníacos, generalmente
personificados en los gobernantes de los países a los que atacar
(Milosevich, Sadam, Gadafi, Chávez, Maduro,….)

Sorprendentemente, el
melting pot de culturas que han arribado a EEUU durante siglos
no han conseguido dotar a ese Estado de una impronta identitaria
distinta de esa idea de Patria omnipresente y todopoderosa con un
destino providencial. Por el contrario, para muchos de los grupos de
emigrantes la imagen de tierra prometida, de continente vacío, o de
tierra desierta a la espera de ser cultivada, que los padres
fundadores llevaron al continente ha sido su carta de
integración[12]. Tal vez eso cambie en poco tiempo como resultado de
la crisis mundial de la Covid 19, o tal vez el conservadurismo
político consiga asignar a la providencia divina, como muchas otras
veces, el castigo por no ser fieles seguidores de su destino.

La expansión territorial
de EEUU no sólo se fundamentará en “la excepcionalidad de sus
instituciones políticas” –nos dice Marcos-, sino en el
particularismo racial de la población. El concepto político de
Destino manifiesto con su impronta maltusiana que justificaba
la expansión racial anglosajona dejará de usarse tras la Segunda
Guerra Mundial y dará paso a otros conceptos como la
excepcionalidad americana (American Exceptionalism), El mundo libre
(Free World)
o El siglo americano (American Century) que
conformarán una filosofía racista que “desde el darwinismo social
propugnaba el predominio de Estados Unidos sobre otras naciones como
parte de la ley de la supervivencia de la nación más apta”[13]

Dentro de la tradición
puritana y calvinista, el sociólogo Max Weber, encontró una
conexión estrecha entre esa ética protestante y el enriquecimiento
personal[14]. La riqueza se convertía en un pasaporte al reino de
los cielos. La forma de enriquecerse en el capitalismo pasa
inevitablemente por el imperialismo y por tanto por la guerra. El
general del cuerpo de marines Smedley Butler (1881-1940), siendo uno
de los militares más condecorados de la historia de EEUU, tras
retirarse en 1934 escribió “La guerra es una estafa” en donde
describe cómo su país hacía la guerra con el único objetivo real
de incrementar sus ganancias. Llegó a decir: “Fui premiado con
honores, medallas y ascensos. Pero cuando miro hacia atrás,
considero que podría haber dado algunas sugerencias a Al Capone. Él,
como gánster, operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como
marine, actué en tres continentes. El problema es que cuando el
dólar estadounidense gana apenas el seis por ciento, aquí se ponen
impacientes y van al extranjero para ganarse el ciento por ciento. La
bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera”
.[15]“

Un elemento no menos
importante que permea el Estado junto con el conservadurismo político
de corte religioso es el antiinetlectualismo. Se trata de una
corriente ideológica que, desde mi punto de vista, ha permitido la
continuidad y reproducción de esa teología política dotándola de
un soporte popular que ha legitimado las actuaciones criminales del
Estado norteamericano y lo continúa haciendo. Presidentes como
Trump, Bush o Reagan, que desprecian a los “expertos” y se
vanaglorian de su ignorancia entran dentro de una tradición
antielitista y autoritaria fuertemente arraigada en el pueblo
norteamericano. En un artículo para la revista Newsweek, Isaac
Asimov describía lo que él llamaba el culto a la ignorancia en
Estados Unidos, de la siguiente forma: “En Estados Unidos hay un
culto a la ignorancia, y siempre lo ha habido. El antiintelectualismo
ha sido esa constante que ha ido permeando nuestra vida política y
cultural, amparado por la falsa premisa de que democracia quiere
decir que «mi ignorancia vale tanto como tu saber»[16].

La combinación del
desprecio de cultura, el culto al dinero y la exaltación de las
emociones encontrará su máxima expresión en el desarrollo del
consumo a partir de los años 50. A diferencia de lo que ocurre en
otros países y también muy alejado del ascetismo fundacional, EEUU
se convertirá tras la II Guerra Mundial, con el desarrollo de la
producción en masa en el lugar de la desmesura, del exceso, en el
comer y, por qué no, en el matar.

Estas claves ideológicas
ayudan a explicar, que no a justificar en absoluto, la expansión
imperialista estadounidense, incluida esas cualidades constitutivas
de las que hablara Martí, pero no son suficientes para entender
magnitud de las atrocidades cometidas a lo largo de los últimos
decenios. Los crímenes contra la humanidad se sitúan en una escala
superior que sólo se puede sostener en el tiempo gracias a la
impunidad.

En los últimos años, a
medida que el poder hegemónico de Estados Unidos retrocedía, las
distintas administraciones han blindado a sus presidentes, sus
secretarios de Estado, sus soldados… Ciertamente el poder y la
impunidad suelen ir de la mano (muchos en nuestro país conocen de
esa alianza en relación a los crímenes del franquismo). Se da la
impunidad cuando se controlan las instituciones, cuando se maneja el
Derecho internacional a discreción y cuando el silencio convierte en
cómplices a sociedades enteras. En el caso de Estados Unidos, no es
sólo una forma de actuación internacional. Una mentalidad guiada
por la providencia y ebria de desmesura, sólo parece tener freno
ante un poder equivalente, en general, otros Estados con bombas
atómicas o con una determinación tal que desequilibre la cuenta de
resultados.

Durante años, mantener
la hegemonía norteamericana ha significado controlar las
organizaciones internacionales, bien mediante el chantaje de su
financiación, bien colocando en su dirección a personajes afines.
Pero en los últimos años, a medida que han ido extendiendo la
guerra por todo el planeta, esto ha sido insuficiente. Por tanto, el
siguiente paso ha sido tergiversar las resoluciones, desconocer a las
propias instituciones, rechazar la firma de tratados etc. En esa
dirección es el secretario de Estado norteamericano, Michael Pompeo,
en marzo del año pasado prohibió los visados al personal de la
Corte Penal Internacional (CPI) que participara en investigaciones de
ciudadanos estadounidenses en cualesquiera de los territorios en los
que se extiende la jurisdicción de la CPI. “[17] Pero nada de esto
es novedoso, recordemos que Estados Unidos ha sido el único país
condenado por la Corte Internacional de Justicia de la Haya por
cometer terrorismo internacional —técnicamente, por el uso ilegal
de la fuerza— contra Nicaragua, y que, cuando se le ordenó pagar
reparaciones no sólo rechazó el fallo de la Corte sino que rechazó
su jurisdicción.

Pero la impunidad de un
Estado criminal también se da al interior de EEUU ya que, como
decíamos al principio, no es una cuestión de una u otra
administración. En este país los policías no gozan de legitimidad
sino del poder de saberse impunes. Policías blancos que asesinan a
afroamericanos, empresas que contaminan el agua, el aire…. El
movimiento Blacks Lives Matter (las vidas negras importan)
surgió a consecuencia de la absolución del policía que asesinó al
adolescente afroamericano Trayvon Martin (2013)

Así pues, conmemorar el
9 de Agosto como el día internacional de los crímenes
estadounidenses contra la humanidad, no sólo implica evidenciar la
naturaleza de un Estado criminal –sus cualidades de constitución–
sino apostar por romper la impunidad que tiende a perpetuar su
dominio. Porque en el fondo, no es posible convencer a un
fundamentalista religioso de que está equivocado. Solo tiene sentido
hacer justicia: impedir que el crimen quede sin castigo.

Notas

[1] Entrevista al
periodista Jeremy Scahill, con motivo de la presentación de su libro
“Guerras sucias, el mundo es un campo de batalla”, en El
Confidencial, “Bush cazaba… Obama asesina”
https://www.elconfidencial.com/mundo/2013-10-16/bush-cazaba-obama-asesina_42073/

[2] Se consideran
Padres fundadores de EEUU a George Washington, primer presidente de
EEUU de 1789 a 1797, Thomas Jefferson, tercer presidente entre 1801 y
1809, y Benjamin Franklin, político, científico, inventor y
defensor acérrimo de la unión colonial (1706-1790).

[3] Ángeles Diez,
Medios de comunicación y democracia. Cómo se excluyó al pueblo del
gobierno y cómo se le convenció de lo contrario. 31/05/2010 en
https://rebelion.org/como-se-excluyo-al-pueblo-del-gobierno-y-como-se-le-convencio-de-lo-contrario/

[4] En un discurso
televisado el 17 de enero de 1961 al terminar su mandato como
presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, advertía sobre los
peligros de la gran influencia del “Complejo industrial militar,
sobre la política norteamericana.
http://carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/carpeta-3/fuentes/la-guerra-fria/el-complejo-industrial-militar-segun-eisenhower

[5] A finales del
XVIII cuando estalló la revolución americana la mitad de los
habitantes eran puritanos y dos tercios eran calvinistas (Andrés
González Martín, The american religión of winning y la religión
civil norteamericana)

[6] José Martí,
La verdad sobre Estados Unidos, en Patria 23/3/1894

[7] Marcos
Reguera, Tesis de doctorado: “El imperio de la democracia en
América. John L. O’Sullivan y la formación del concepto de
Destino Manifiesto” pág. 22. Una tesis fundamental para ayudar a
profundizar en el imperialismo estadounidense.

[8] Protestante
Digital, “Obama aclara su fe cristiana evangélica como miembro de
la iglesia Unida de Cristo”,
https://protestantedigital.com/print/21015/Obama_aclara_su_fe_cristiana_evangelica_como_miembro_de_la_Iglesia_Unida_de_Cristo

[9] Recordemos que
Martin Luther King era pastor de la iglesia baptista

[10] Kenedy ha
sido el único presidente no protestante de EEUU, era católico y
tuvo dificultades en su campaña electoral ya que se le acusaba de
estar supeditado a agentes extranjeros.

[11] La película
Seven dirigida por David Fincher en 1995 que narra la persecución de
un asesino en serie que actúa siguiendo los siete pecados capitales
es uno de los mejores ejemplos.

[12] Esta
ideología profética es un lazo que une a EEUU con el proyecto
sionista del Estado judío en Palestina (junto con la emigración
judía a EEUU tras la II Guerra Mundial y sus intereses
geoestratégicos en la zona) Un Ente sionista que no podría
subsistir en la zona sin el subsidio incondicional de la potencia
norteamericana y sin el despliegue de un sistema de apartheid más
terrible aún que el sudafricano.

[13] Marcos
Reguera, op. Cit. Pág. 33

[14] Max Weber, La
ética protestante y el espíritu del Capitalismo.

[15] Smedley
Butler, La guerra es una estafa. En
https://www.docdroid.net/SizLkOR/butler-smedley-d-la-guerra-es-una-estafa-pdf#page=5

[16] I. Asimov, El
antiintelectualismo en Estados Unidos, Newsweek, 21-1-1980, en
https://alexiscondori.com/translation/0014-asimov-antiintelectualismo-culto-ignorancia,

[17]
https://elpais.com/elpais/2019/04/08/opinion/1554738101_453213.html




Fuente: Arrezafe.blogspot.com