Contribución de Alfredo Cospito para la iniciativa en solidaridad con lxs prisionerxs chilenxs realizada en el Bencivenga Ocupado el 26 de noviembre de 2021
Cuando los compañeros y las compañeras me han pedido de escribir algo sobre la solidaridad revolucionaria y sobre Chile, y sobre aquello que los generosos prisioneros y prisioneras chilenxs están haciendo, aún con mi poca información, me he movilizado lleno de entusiasmo. No me sucede todos los días de poder dar mi aporte a un debate desde aquí adentro. Estaba escribiendo cuando un registro debido a otra orden de arresto por apología de terrorismo me ha privado de todo lo que había escrito. No me doy por vencido y con retraso vuelvo a intentarlo con la esperanza de que estas palabras mías puedan agujerear la censura y lleguen a tiempo para la iniciativa, de lo contrario encontrarán otro espacio, antes o después conseguirán de todas formas ver el sol. En mi viejo escrito mis reflexiones respecto a la situación chilena y a la práctica anárquica en el mundo rotaban entorno a pocos pensamientos, que aquí buscare de resumir, para luego darle un sentido completo, más concreto e inherente a nuestro discurso: para hacer nítidos los contornos de las cosas, hay que trabajar por sustracción, no por adición, para entendernos la simplificación no tiene solo un valor reaccionario.
Quitando lo superfluo se llega a la sustancia, a la lucha armada contra los estados. Para mí, la base de esta lucha no puede que ser la lucha de clases y la lucha antitecnológica. Partiendo del «pequeño» (acciones sobre el territorio) se llega al «grande» (colapso del sistema). Por cuanto simple sea esta visión, es la única posible para mí en este momento. A veces engañosas y carentes de concreción me parecen ciertas palabras acopladas: anarquismo nihilista, anarco-sindicalismo, individualismo anarquista, insurreccionalismo anarquista, comunismo anárquico… ¿puede existir un anarquismo que no sea individual? ¿Dónde, si no en la existencia del singular individuo, puede surgir una voluntad de insubordinación? Y si el anarquismo no es de alguna manera ofensivo, ¿qué tipo de anarquismo es?
El anarquismo es o no es. Si no contempla atacar el estado deja de ser él mismo. El anarquismo para ser, debe producir algo, un hecho, una apariencia de acción destructiva, un proyecto. Cada vez estoy más convencido de que en esta época no hay necesidad de construir y que la «salvación» reside en la pura y simple destrucción, en el quitar no en el añadir. Y cuando hablo de «salvación» hablo de la supervivencia de nuestra especie y de la vida misma en el planeta».
Estos extraños pensamientos míos son el fruto celebrotico de vuestra petición de que yo opine sobre el aporte que los compañeros y las compañeras chilenas han dado desde dentro de las cárceles. Pero también son el producto de una mía reflexión sobre el desánimo que he percibido en algunas cartas de generosos compañeros y compañeras llenos y llenas de pesimismo y sentido de derrota. Algunos se han quejado de que todos los esfuerzos encaminados a la solidaridad en la confrontación de los rebeldes insurgentes en las prisiones italianas hayan sido luego recuperados por los representantes para-institucionales. Que en lo concreto, los familiares de los detenidos han preferido dirigirse al «partido radical» antes que participar en concentraciones de compañeros y compañeras. Este «desánimo» suyo nos debe hacer reflexionar. Aquí es donde vuelvo al discurso que acabo de hacer, sobre la «simplificación», sobre el hecho que para hacer nítidos los contornos de las cosas, se necesita trabajar por sustracción y no por adición.
¿Pero qué tenemos nosotros los anarquistas de «ofrecer» a los explotados? A falta de un cambio real, de una «revolución», sólo una cosa; violencia contra los patrones y venganza contra los torturadores. Es más que normal que ante la ausencia de violencia y venganza los parientes de los detenidos para obtener al menos algún «beneficio» o «mejora» para sus seres queridos recurran a quien tendría (al menos en potencia) el «poder» de cumplir sus solicitudes, asociaciones humanitarias, curas y partidos. Es claramente la falta de violencia revolucionaria y venganza lo que hace estériles y sin perspectiva nuestros esfuerzos. Estoy convencido de que en momentos como este de rebeliones incoherentes y a veces confusas, se debería ser claros y decididos. No limitarse al nivel general de conflictualidad, que es muy bajo, sino pasar al ataque. Tenemos como anarquistas un notable caudal de experiencia acumulada en años y años de acciones. Golpear y golpear y siempre golpear en pequeños grupos, individualmente, solo así podremos obtener resultados y esperar debilitar al «enemigo». ¡Sí! Creo que ha llegado el momento de volver (por cuanto pueda parecer redundante y empalagoso) a un lenguaje de guerra, porque es comprensible a todos, porque marca de todas formas una clara actitud al ataque. Y aquí me reconecto al discurso que estamos enfrentando, la solidaridad revolucionaria y la situación en Chile, una característica no sin importancia de aquel país es que la ola de acciones que han caracterizado la llamada «Internacional Negra» nunca se ha detenido. Fermento y acciones que en Chile han influenciado también las luchas sociales. La misma cosa, me parece, se está verificando en Grecia, donde las acciones están repuntando cada vez más clara y bruscamente. Los compañeros y las compañeras prisioneras de estos dos países han logrado a través de su coherencia a relacionarse fuera con un movimiento combativo. Y lo han hecho de forma lúcida, rechazando fanatismos y rigideces ideológicas. Algo que el que suscribe seguramente no ha podido hacer. Un ejemplo entre muchos de esta saludable costumbre es la hermosa respuesta de Francisco y Mónica a la rigidez semi-demencial que viene del externo. Me refiero a la esquemática e insípida distinción entre prisioneros «puros», «nihilistas» dignos de solidaridad y los otros provenientes de otras experiencias revolucionarias de ignorar bellamente. Para mi desgracia entre los «puros» he sido enfilado también yo, cosa que me ha causado un cierto disgusto. Por lo que vale mi opinión sobre el argumento, estoy completamente en sintonía con los dos compañeros, no habrían podido expresar mejor aquello que yo también pienso. Los compañeros y las compañeras chilenas han logrado algo que nosotros exiguos anarquistas prisioneros del estado italiano, no hemos podido hacer. Estimular la lucha fuera y coordinarla con otros reclusos a través de palabras de fuego y sobre todo hechos. En estos últimos diez años de encarcelamiento yo y mis compañeros y compañeras más cercanas con todas nuestras limitaciones y contradicciones hemos «actuado», huelgas de hambre también muy duras, varios daños en solidaridad con los prisioneros y prisioneras de otros países. Hemos escrito, hecho libros, contribuciones a los periódicos. Por no hablar después de las declaraciones y reivindicaciones de acciones en los tribunales, declaraciones más o menos acertadas y coherentes pero todas con la voluntad de comunicar fuerza y coherencia fuera. Aquello que quiero decir con mi diatriba es que igual la «crisis» que el movimiento aquí donde nosotros está atravesando es debida a la falta de intensidad y difusión de las acciones. Una visión «simplista» la mía, tal vez las cosas fuera van muy bien y mi mirada sobre el mundo está distorsionada por la realidad que me toca vivir, pero los síntomas de una especie de crisis, de estancamiento, están todos ahí. Buenos Compañeros y compañeras que chocan por cuestiones de lana caprina [1], un aire general plomizo de resignación y confusión, una exasperada y «sofisticada» teoría que se enrolla sobre sí misma, volviéndose cada vez más incomprensible y estrambótica. Tristes «juicios públicos» contra la falta de «coherencia» de algunos compañeros seguidos de aún más tristes mea-culpa. Y luego la nada o casi, pero no hay que desesperarse porque en aquellos «casi» esta la esperanza, esta la felicidad y la alegría de luchar.
Nada está acabado, todo continúa, estoy convencido de que asistiremos a grandes conmociones y sería una pena quedarnos atrás. Hacer como en Chile y Grecia, continuar en el camino de la Internacional Negra de la solidaridad revolucionaria que traspasa fronteras y crea mundos. Con todas las imitaciones de nuestra historia, ciertas perspectivas han formado parte de nuestra vida, y son hijas de experiencias aún más lejanas. Los compañeros y compañeras chilenos han conseguido relacionarse con el movimiento sin ser pedantes y dogmáticos y sin nunca ceder en conflictualidad y coherencia. Consiguiendo también ser abiertos y propositivos con los movimientos fuera y con las varias asambleas de solidaridad. Sin duda mi camino ha sido menos propositivo y salpicado de «palabras» pedantes. Basta pensar en mis fuertes críticas contra las concentraciones y mi (soy consciente) inquietante exaltación de la práctica del «terrorismo». Siempre he dicho la mía tratando de «empujar» pero en esta mía «obsesión» de relanzar de continuo reside la fuerza para seguir adelante, para seguir luchando. Siempre me siento insatisfecho, siempre me parece que no he hecho lo suficiente, y muchas veces en estos 11 años me he preguntado ¿qué rol puedo tener en la lucha yo prisionero anarquista de «larga condena»? ¿Solo resistir? Fuera las cosas cambian, mis propios compañeros cambian y yo continúo a encontrarme en el vientre del leviatán en una especie de limbo. La prudencia nunca ha sido mi fuerte. Y cada uno de mis escritos, por muy mal escrito que este, lleva de hecho el riesgo de empeorar mi situación penal (digamos así). Ciertamente no es sin pensar que cada vez que me dispongo a escribir, es más que nada una necesidad vital para mí comunicarme con el exterior, el no hacerlo equivaldría a apagarme a la espera de una liberación que podría también no suceder nunca. Fuera de duda de que 11 años fuera de los «juegos» hacen problemática mi visión de la realidad. Hace unos pocos días la censura me ha enviado una carta en la que dos compañeros (en respuesta a una mía crítica, sin duda «fuerte» sobre la recuperación de la «nueva anarquía» por parte del «viejo» insurrecciónalismo anárquico) me hacían notar (entre otras cosas) mi hablar de cosas que no conozco, porque ahora me son lejanas. Tendré modo de responder también de manera «dura» a estos compañeros sobre esta mía «pretensión». Pero quiero aprovechar de la ocasión que me han dado para decir que el problema que estos compañeros han levantado es más que nunca legitimo y tiene una cierta concreteza.
Todos y todas los compañeros y compañeras dentro por muchos años antes o después se lo ponen. Nosotros los anarquistas inevitablemente nos ponemos de forma individual en las relaciones con el mundo, en mi caso no tengo una organización a la cual delegar y encomendar la continuación de mi lucha fuera. Ni mucho menos una llave de lectura unívoca e inoxidable de la realidad fuera de aquí. Dicho esto, no cabe duda de que el mío es un ir adelante a tientas y que mi única brújula es una cierta intuición dictada por la experiencia. Esto, por supuesto, no me impide cometer errores, incluso si siempre trato de sopesar las palabras que uso, que a veces (soy consciente de ello) pueden resultar desagradables. Pero después de todo, nadie tiene la verdad en el bolsillo, ¿o me confundo?
Para concluir, creo que la enseñanza de los compañeros y de las compañeras prisioneros chilenos reside todo en esta frase de Mónica: «la prisión es solo otra forma de entender la lucha, el conflicto antiautoritario no ha terminado para mi, solo ha cambiado de forma».
Siempre por la anarquía
Alfredo Cospito
Prisionero anarquista del estado italiano
Nota:
[1] cosas sin o con relativa importancia.
Fuente: Publicacionrefractario.wordpress.com