December 4, 2020
De parte de Terraindomite
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A finales del Siglo XIX la Sociología, creada como disciplina por Émile Durkheim, se convierte en científica, de la mano de Edward A. Ross. En el libro Social Control, publicado en 1901, el autor habla de la necesidad de controlar al ser humano en todos los ámbitos, incluida la educación. Para él todas las personas son delincuentes en potencia si no se ejerce un control férreo. A este respecto dice:

“Hay planes en marcha para reemplazar la comunidad, la familia […], con propaganda, educación y medios de comunicación de masas. Las personas son solo pequeños terrones maleables de pasta humana. […] El objetivo de nuestro gobierno consiste en debilitar el espíritu crítico del pueblo, hacerle perder la costumbre de pensar, pues la reflexión da origen muchas veces a la resistencia.”

Las ideas expuestas en el libro de Ross supusieron una revolución no solo para la Sociología, sino también para otras ciencias humanas: “… en la Ciencia social guió la dirección de la Ciencia política, la Economía y la Psicología; en Biología influyó en la genética, la eugenesia, y la psicobiología desempeñó un papel crítico en la concepción y el diseño de la Biología molecular”.

La idea de controlar al ser humano desde los primeros años de vida está basada en principios falsos: no es cierto que las personas sean terrones moldeables de pasta, o pizarras en blanco  (John Locke), ni máquinas (La Mettrie), ni vegetales (Friedrich Fröbel), ni mecanismos orgánicos (Wilhelm Wundt), ni repertorios de comportamientos (Watson, Skinner y Pávlov), aunque éstos últimos han demostrado ser bastante eficaces para moldear el comportamiento humano.

Algunos de estos filósofos y científicos sostenían que el desarrollo del ser humano podría retardarse o mejorarse como los animales y las plantas, con la debida dirección de “jardineros” o “granjeros”. Pero lo peor de esto es que la teoría ya se ha consumado.

A principios del siglo XX, el psicólogo Edward Thorndike, reconocido por su trabajo en la teoría del aprendizaje que condujo al desarrollo del condicionamiento operante en el conductismo, dijo que la escuela crearía los medios para la “cría selectiva antes de que las masas tomaran las cosas con sus propias manos”. Por esas fechas, la mayoría de los científicos estaban por la labor de animalizar al ser humano. A los que eran contrarios a estas ideas no solo no se les daba apoyo sino que se les perseguía con difamaciones, expulsiones y campañas en su contra en los medios de comunicación.

Contemporáneamente a Thorndike, Wilhelm Wundt puso en marcha un laboratorio de psicología experimental en Leipzig, con el que trabajaron Pávlov y B. F. Skinner. Éste diría décadas después a propósito del control de masas: “Podemos conseguir un control, bajo el cual los controlados, no obstante, se sientan libres, aunque estén siguiendo un código mucho más escrupulosamente que el que nunca existió bajo el viejo sistema”.

Skinner se refería al sistema anterior al modelo, surgido tras la segunda guerra mundial, de los acuerdos de Bretton Woods, que supusieron el reparto del mundo y la creación de la semilla de un gobierno mundial a través de la ONU y sus agencias (UNESCO, OMS, BM, FMI, GATT – luego OMC -, etc,) y del brazo armado, OTAN.

Así, en esta época de principios del siglo XX, la Psicología, que se había considerado como materia de estudio del alma, pasa a formar parte de la Medicina. Y como ciencia y ética se hacen divergentes, se empieza a tratar a los seres humanos como cobayas de laboratorio, en toda la extensión del término.

Wilhelm Wundt incorpora la técnica de los electroshocks, que tanto daño han hecho hasta que fueron suprimidos (en el 2005, salvo que se hagan con el consentimiento informado del paciente). Miles de personas con discapacidad, presos, gente carente de voluntad ,… fueron los conejillos de Indias de más fácil acceso. De esta manera, utilizando los métodos de la fisiología, la Psicología se convierte en el estudio de la conducta humana, es decir, de la humanidad como rebaño, como manada. En la misma línea de pensamiento, H. H. Goddard, en su libro Human Efficiency, publicado en 1920, dijo que la escolarización por el gobierno debe buscar “la perfecta organización de la colmena”. A partir de ese momento se estudia la mente humana, para poder manipularla y someterla mejor, en beneficio del sistema.

Estos ideólogos siempre sirvieron a los “amos del mundo”. La Fundación Rockefeller siempre activa en la implementación de estas ideas de control, elabora la psicología de la educación. Así, en la primera Junta General de Educación, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson —bajo cuyo mandato se creó la Reserva Federal—, dijo estas palabras: “Queremos que una clase tenga educación liberal y queremos otra clase, necesariamente muchísimo mayor, que renuncie al privilegio de una educación liberal y se adapte para ejecutar tareas manuales específicamente difíciles”. Y así se fue manipulando al ser humano.

Los niveles de manipulación alcanzaron un nivel sin precedentes con la aparición de la televisión. Con ella se consiguió crear una cultura de masas homogénea para controlar a la población y conformar la “opinión pública”, creando un pensamiento único. De hecho, puede decirse que la sociedad es como una gran secta con las características de gregarismo y obediencia a la autoridad. Ya lo decía Aldous Huxley, científico, autor de la novela Un mundo feliz y nieto de Thomas Huxley (ayudante de Darwin y miembro del prestigioso y secreto comité científico Club X): “Se suele considerar el ser humano como un ser sociable por naturaleza, pero yo creo que esto es un error. En mis investigaciones he llegado a la conclusión de que el ser humano es un ser moderadamente gregario.”

A pesar de tener la respuesta, nos seguimos preguntando, sobre todo en estos tempos de epidemia creada en una mesa de juntas, escenificada por políticos, médicos cobardes y medios de comunicación, cómo es posible que la población trague sin masticar el sinfín de mentiras y tergiversaciones que día a día van hilando escrupulosamente y lanzan desde sus ventanas de propaganda. Intentando explicarnos el enigma de la laxitud ciudadana, nos preguntamos ¿Qué ocurre entonces, cómo se puede entender? Existe desde hace siglos un plan macabro de la destrucción de la individualidad por parte del poder. Hay toda una estrategia de domesticación a la que fue sometida la especie humana desde el surgimiento de los primeros estados . Esta estrategia, o más bien conjunto de estrategias, se acrecentaron y perfeccionaron exponencialmente desde la Segunda Guerra Mundial a través de la radio, la televisión y la música, con el fin de crear un estado de “atontamiento” general.

En la década de los cuarenta nació en Gran Bretaña el Instituto Tavistock. Esta institución, una instalación secreta dependiente del ejército británico, se creó en las tierras del marqués de Tavistock, en la campiña inglesa, para estudiar el comportamiento de los soldados en los frentes de la segunda guerra mundial y para desarrollar técnicas psicológicas para la manipulación del enemigo (propaganda tras las lineas enemigas, interrogatorio de prisioneros,…). Este Instituto, aun en funcionamiento y responsable del cambio radical producido en los años sesenta, contrató a varios de los filósofos de la Escuela de Frankfurt, afincada en Nueva York, en un experimento sobre el impacto en la cultura de un medio de comunicación como la radio (aún no había televisión). El experimento, conocido como “Proyecto de investigación de la radio” se llevó a cabo desde la Universidad de Princeton. En él se tuvieron muy en cuenta las técnicas nazis de propaganda y fue financiado por la Fundación Rockefeller. ¡Cómo no! Si en su momento dichos filósofos (Adorno y Marcuse) eran conscientes del motivo y de la finalidad del proyecto, y sobre todo, de quién lo financiaba, es ya otro cantar, pero el hecho es que sus trabajos sirvieron para poner las bases de la manipulación actual de la sociedad.

Unos años después aparece la televisión, a la que podemos añadir todo el mundo de la imagen en general, que reforzaría este impacto en los últimos años. Eric Trist, uno de los fundadores del Instituto Tavistock y Frederik Emery son los ideólogos del “programa de control mental” (manipulación emocional y psicológica) a través de la televisión y creadores de la teoría de la “turbulencia social”. A mediados de los setenta nos obsequiaron con dos libros sobre el sobrecogedor efecto que veinte años de televisión habían tenido en la sociedad norteamericana. “El proceso de ver la televisión es en sí mismo un mecanismo de lavado de cerebro”, aseguran. Los estudios realizados por estos investigadores, y otros más, concluyeron que :

“sea cual sea el contenido, el visionado de televisión desactiva los poderes cognitivos de la mente y logra un ‘efecto similar al de un narcótico’ en el sistema nervioso central, convirtiendo al espectador habitual en un sujeto sugestionable y manipulable. Además, descubrieron que estos zombis con el cerebro lavado negarían histéricamente que les pasase nada o siquiera que tales manipulaciones de su ‘pensamiento’ fueran posibles ”. (Estulin, D. El Instituto Tavistok)

Estos especialistas en la conducta humana sostienen que a través del denominado “efecto de ablandamiento de conmociones de futuro” la sociedad se ablandaría, debido a problemas comunes, como crisis financieras, ataques terroristas o escasez de energía, y añaden que si todo esto sucede al mismo tiempo, la población caería en una especie de psicosis de masas donde los individuos, al huir de la situación insostenible real, entrarían en un solipsismo y anomia totales que los haría entregarse a las diversiones y al entretenimiento. Buena descripción la sociedad anterior a la pandemia.

Theodor Adorno, a quien tanto hemos estudiado y leído en Psicología, expresaba así los alcances de la televisión: “La televisión es un medio de condicionamiento y control psicológico como nunca se ha soñado”. Por su parte, Harley Schlanger, escribe estas significativas palabras a propósito del citado Adorno y su equipo de trabajo: “La televisión suponía un medio ideal para crear una cultura homogénea, una cultura de masas, a través de la cual se pudiera controlar y conformar la opinión pública, de modo que todo el mundo en el país acabara pensando lo mismo”. Este proceso de lavado de cerebro y adoctrinamiento vía televisión comenzó en Estados Unidos, país al que se refería la cita de Schlanger, y luego se extendió a todo el mundo, como bien es sabido.

En los años sesenta empezó a proliferar la cultura pop: arte , cine, música (rock, pop…), etc, pero no de una manera natural, consecuencia de los años de bonanza una vez superada la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, sino como herramienta de transmisión de valores y de difusión de determinadas frecuencias (herzios) sonoras e imágenes, todo debidamente estudiado y previamente experimentado, como arma de control de masas. La manipulación a través de la música y la televisión empezaron prácticamente al mismo tiempo. Por ejemplo numerosos estudios y experimentos en sujetos mostraban cómo a una determinada frecuencia los herzios actuaban más sobre una zona del cuerpo, un órgano, en particular, estimulando o disminuyendo emociones y pensamientos. Así determinada frecuencia incidía sobre el cerebro, estimulando su actividad (por ejemplo la frecuencia en la que se tocaba música clásica); determinada otra sobre el estómago y el hígado, provocando un aumento de determinadas emociones y de la sensibilidad, dado que por estos órganos pasan multitud de terminaciones nerviosas y el hígado está asociado en varias disciplinas médicas a las emociones (por ejemplo la frecuencia a la que se tocaba la música pop); y otras, finalmente, incidían más sobre el corazón aumentando el ritmo cardíaco y alentando determinados sentimientos (ejemplo de la frecuencia a la que se hace música electrónica, tecno…). Las frecuencias, además llegan a distintas zonas del cerebro, cada una encargada de una serie de tareas relacionadas con el miedo, la racionalidad, el instinto de supervivencia, etc (cortex, cerebro reptiliano,…) como bien explica la filóloga Carme Huertas en sus obras y conferencias,

Aparte de experto en la conducta humana, Theodor Adorno era compositor y musicólogo. Trabajó para el Tavistock y en este experimento aplicó la escala atonal de doce semitonos de Arnold Schoenberg. La música atonal fue creada en 1910 por Arnold Schoenberg, compositor austriaco y agente del MI6. Esta escala consiste en sonidos graves y repetitivos que, según las fuentes, fue tomada de la música del culto a Dionisios. Que un miembro de la Inteligencia Británica componga música para crear sensaciones, resulta, cuando menos, sospechoso. A propósito de esta música dice Richard Warren Lipac: “Esta nueva forma de música contribuiría a infligir en la psique y en el subconsciente de los norteamericanos una ruptura subliminal mucho más radical y al mismo tiempo totalmente graduada en los vínculos culturales familiares y religiosos de Estados Unidos. […] Esto ocurrió de forma natural gracias al cada vez mayor tono desinhibido al que se sometía el cuerpo, el cerebro y el espíritu humano, que la rápida progresión de la escala atonal aportaba fácilmente”. Richard Lipac ha escrito numerosos libros, entre ellos uno sobre los Beatles (Richard Warren Lipac, Epoch Moments and Secrets. John Lennon and The Beatles at the Mirror of Man’s Destiny, Barrister Publishers, Atlanta, 1996.) y su creación y promoción por el sistema.

Adorno fue el encargado de elaborar una teoría social del rock and roll. En su obra, Introducción a la sociología de la música, habla de “programar una cultura musical de masas, como una forma de control social masivo mediante la progresiva degradación de sus consumidores ”. Teoriza sobre el lavado de cerebro o atontamiento obligatorio. Como experto en la conducta humana explica las reacciones y emociones inconscientes que se producen cuando se oye una canción o varias, de manera repetida, y la identificación con lo que representa. Y también cómo, de alguna manera, queda aislada la individualidad al integrarse en el alma grupal que conforma el conjunto de fans. Lo que vemos que ocurre hoy en los conciertos es la concreción de los descubrimientos de Adorno. Muchas veces nos hemos sobrecogido cuando en un concierto, entre la neblina, vemos cómo centenares de manos en alto se balancean a un lado y a otro, tarareando la canción a petición del cantante que está en el escenario. La escena es como un ritual de socialización, de algún modo comparable a la adicción. Existe un paralelo con los alcohólicos de fin de semana, que beben cuando están en grupo, para integrarse y para conseguir ser, al menos durante unas horas, lo que anhelan y no son en su vida cotidiana, una vida vacía y llena de miseria material y existencial obra y gracia de la civilización capitalista, el estado y el poder, en general.

Este tipo de música tiene un efecto cuasi hipnótico. Los “40 principales”, aunque nos suene extraño, tampoco fue creado como algo inocente. Según apunta Paul Hirsch en un informe de la Universidad de Michigan, después de la Segunda Guerra Mundial, las emisoras de radio se lanzaron a repetir 24 horas al día las cuarenta canciones de mayor éxito, con el fin de crear una subcultura, sobre todo, entre los jóvenes. Y lo consiguieron. Lo que antes fue el pop o el rock, luego fue el tecno y ahora lo es el rap, el trap o el reguetón. Lo importante es alcanzar una herramienta de domesticación lo suficientemente atractiva y alienante. Y como toda herramienta, cuando ya no cumple bien su función o aparece otra mejor, se sustituye.

Para que el programa de ingeniería social tuviese éxito fue necesaria una estrecha colaboración entre los ideólogos de los think tanks y los gobiernos de turno que, paulatinamente, fueron legislando según las directrices de estas fábricas de ideas para cambiar la sociedad. Para que todo este plan de manipulación llegase a cuajar fue necesaria la colaboración, de manera directa, de encuestadores, como Gallup y Yankelovich, Shelley y White.

El programa de control mental al que los seres humanos hemos sido sometidos durante décadas es la explicación a las preguntas que nos hacíamos al principio. La sociedad es como una gran secta con sus características de gregarismo y obediencia al líder. Urge una desprogramación social. Difícil tarea, pero es lo que toca.




Fuente: Terraindomita.blackblogs.org