Mucho ha llovido desde que Lefebvre acu帽贸 el concepto de Derecho a la Ciudad. Concepto que ha influenciado los pasos de muchas de las personas que a nivel te贸rico y pr谩ctico han querido hacer de las ciudades y pueblos lugares donde las personas que las habitan participan en la construcci贸n de estos espacios y se apropian de ellos. Sin duda, otros y otras profesionales y activistas que han trabajado por los derechos de las personas en los espacios urbanos han ido ampliando ese concepto, introduciendo elementos tan importantes como el feminismo, a trav茅s del urbanismo feminista, o el reconocimiento de los derechos de la infancia.
Estos y estas profesionales y activistas parten de que los espacios no son neutrales, est谩n marcados por las relaciones de poder que existen en la propia sociedad, ya que los espacios urbanos son un reflejo, una materialidad de la sociedad. Est谩n marcados por el sistema capitalista, patriarcal y racista, adem谩s de por otras discriminaciones como la edad, las diferentes capacidades, etc. Los espacios urbanos est谩n hechos por y para hombres blancos heterosexuales sin responsabilidades familiares y con cierto poder adquisitivo. En dichos espacios las violencias se reproducen de diferentes formas, haciendo, a veces, que los espacios sean inhabitables.
En una sociedad capitalista es dif铆cil pensar que lo urbano no sirva tambi茅n para la acumulaci贸n de capital, de forma que se mercantilizan todos los espacios, haci茅ndolos privados o restringidos, bajo la premisa de que todo espacio es susceptible de ser propiedad privada. Haciendo de la vivienda un bien de lujo, diferenciando entre los espacios de trabajo, espacios de ocio y espacios donde habitar, de forma que los desplazamientos hacen de la propiedad de un veh铆culo casi una necesidad, destruyendo los ecosistemas que nos rodean y haciendo de la contaminaci贸n un elemento definitorio de los espacios habitados. Todas esas caracter铆sticas configuran el urbanismo neoliberal, donde los beneficios y los privilegios de unos pocos est谩n por encima del bien com煤n, de los derechos de la mayor铆a.
Analizando esas caracter铆sticas, es f谩cil adivinar que la exclusi贸n social forma parte de dicho urbanismo. Conforme la ciudad se adapta, cada vez m谩s, a los imperativos del capital (creando, en muchos casos, parques tem谩ticos para el turismo, arrancando pedazos de naturaleza, malgastando los recursos naturales y vendi茅ndose a cachos), los vecinos y vecinas de los municipios tienen que buscar alternativas para poder seguir sobreviviendo. Bien huyendo hacia localidades cercanas m谩s peque帽as que ofrezcan mejores condiciones de vida o, al menos, un lugar donde poder pagar los recursos que se necesitan para vivir, o bien haciendo malabares con el dinero y el tiempo para poder lidiar con unas ciudades que, cada vez m谩s a menudo, dejan de estar hechas para el com煤n de la gente. Y, como dec铆amos antes, con unas diferencias claras entre las vidas de las mujeres y los hombres, de ni帽os y ni帽as y adultos, de personas empleadas y desempleadas, etc.
En las ciudades, los pueblos, los municipios, se deber铆an poder garantizar los bienes b谩sicos, es decir, asumir los bienes b谩sicos como derechos y no como mercanc铆as. As铆, la vivienda, los servicios p煤blicos, la energ铆a, el medio ambiente, los espacios de ocio y, en definitiva, los espacios p煤blicos, pero tambi茅n los privados como la vivienda, deber铆an tener un acceso adecuado para todo el mundo. Para que esto fuera posible, las decisiones con respecto a los espacios urbanos deber铆an ser colectivas, democr谩ticas y multidisciplinares. Si habitamos un lugar, 驴por qu茅 no podemos decidir c贸mo se configura ese lugar? 驴Por qu茅 no podemos decidir a qu茅 damos prioridad en el espacio urbano? 驴Por qu茅 no podemos ver nuestras necesidades colectivas cubiertas?
Frente a esas decisiones democr谩ticas, frente a la toma de decisiones por quien habita los lugares, frente a esa dimensi贸n social que, indudablemente, define los espacios urbanos, frente a esa adaptaci贸n de los espacios a las necesidades sociales y ambientales, el modelo de ciudad que se ha ido configurando es justo el contrario. Decisiones que son tomadas por tecn贸cratas, aludiendo a que solo los expertos, quien sabe, pueden configurar los espacios y que esconden decisiones pol铆ticas claramente neoliberales. Obviamente, con una visi贸n t茅cnica, fr铆a y sin tener en cuenta que la sociedad es diversa, que los cuerpos que habitamos son sexuados, que nuestros bolsillos suelen estar vac铆os, que las necesidades de la ni帽ez no son las mismas que las de la vejez, que el racismo sigue campando en nuestras calles o que nuestras capacidades no son las mismas en cada persona.
Y precisamente, lo que han hecho las administraciones neoliberales es institucionalizar y capitalizar el concepto de Derecho a la Ciudad, introduciendo t茅rminos como derechos sociales, sostenibilidad…, en los planes urbanos, legislaciones, etc., pero que solo existen en el papel, sin que eso tenga una traslaci贸n a la realidad, sin que haya un m铆nimo esfuerzo por construir un urbanismo que se adapte a las personas y al medio y no que sean las personas y el medio las que se adapten a 茅l. Desde un punto de vista cortoplacista y carente de planificaci贸n. Asumiendo que las ciudades y pueblos est谩n hechas de hormig贸n, que son espacios muertos, cuando la realidad es que las ciudades y pueblos est谩n hechas de personas, de contradicciones, de otros seres vivos que habitan con nosotras, en definitiva, que son espacios vivos.
En nuestro Plural tratamos de incluir diferentes perspectivas de cu谩les son las contradicciones que vivimos en los espacios urbanos, de cu谩les han sido y son los elementos y los derechos que el capital ha puesto en jaque en las ciudades y cu谩les creemos que deber铆an ser algunas respuestas de defensa del bien com煤n, de ruptura con las relaciones de poder que se dan en ellas, de c贸mo la participaci贸n, la equidad, la inclusi贸n y los cuidados deber铆an ser los elementos que estuvieran en el centro. El concepto Derecho a la Ciudad es una potencia transformadora de la sociedad urbana, nos sirve para construir resistencias y tiene un sentido revolucionario. Pero, a la vez, es susceptible de ser nutrido con otros conceptos y experiencias que lo hagan m谩s inclusivo, que permitan que todas las personas que habitamos los espacios podamos sentirnos identificados con ellos y nuestras necesidades colectivas se vean cubiertas.
Ib谩n D铆az plantea algunos conceptos te贸ricos del urbanismo y un recorrido hist贸rico por ellos, que nos ayudan a comprender cu谩les son las herramientas te贸ricas del capitalismo en el espacio urbano y cu谩les son las que pueden oponerse a dicho avance neoliberal. Por su parte, Mats Lucia hace un recorrido desde un punto de vista econ贸mico, de c贸mo las crisis del modelo capitalista son tambi茅n las crisis del modelo urbano y c贸mo se ha dado la mercantilizaci贸n de las ciudades en el Estado espa帽ol. Gloria Mar铆n entra en uno de los elementos cruciales de la vida de los municipios, la vivienda, y traza una panor谩mica de los diferentes tipos de h谩bitat urbanos que existen en nuestro pa铆s y cu谩les han sido los rasgos que los han definido desde el franquismo a la actualidad. Blanca Valdivia, Sara Ortiz Escalante, Roser Casanovas, Adriana Ciocoletto y Marta Fonseca realizan un art铆culo colectivo, desde Col.lectiu Punt 6, donde introducen la descripci贸n y la cr铆tica de los elementos patriarcales de los espacios urbanos y c贸mo el urbanismo feminista se plantea como una alternativa justa y real para eliminar las relaciones de poder que se dan en ellos. Por 煤ltimo, Ana Jim茅nez, desde una mirada personal y local, nos plantea un recorrido vital en el que podr铆a verse reflejado cualquiera de nuestros lectores o lectoras, ya que los caminos del campo a la ciudad y la expulsi贸n de las clases trabajadoras de los centros de las ciudades en diferentes momentos hist贸ricos son procesos que se han dado en muchos lugares del Estado.
Aunque, obviamente, faltan muchos puntos de vista, puesto que el urbanismo social, transformador y feminista se nutre de multitud de elementos, teor铆as, vivencias, hemos intentado hacer un recorrido desde lo m谩s te贸rico a lo m谩s pr谩ctico, desde lo acad茅mico a las vivencias cotidianas y desde la cr铆tica a las alternativas.
Fuente: Briega.org