August 25, 2021
De parte de La Peste
977 puntos de vista

No se puede negar la legitimidad de las explosiones sociales en la Cuba de hoy. La extrema precarización de la mayor parte de las clases populares, cuando el salario oficial no alcanza para las compras básicas de la familia, y se requiere entrar en las redes de la “lucha” (economía informal, incluyendo discretas expropiaciones, y pequeños emprendimientos fuera del marco legal), o recibir remesas del extranjero, para lograr una sobrevivencia elemental. Esta situación supuestamente iba a mejorar con varias reformas (incluyendo las salariales y de seguridad social, tributarias y de precios) que el gobierno emprendió el 1ro de enero de este año. Pero el simple hecho de que gran parte de lo básico para vivir es vendida por el propio gobierno a través de tiendas en Monedas Libremente Convertibles (MLC), el colapso económico inducido por la pandemia, los efectos del bloqueo norteamericano, y las restricciones policiales a precisamente lo que es la capacidad productiva del pueblo, han traído una desastrosa inflación, que en pocas semanas ha anulado las supuestas ventajas que debía generar el “ordenamiento” económico concebido tardiamente por los gobernantes de Cuba. Hoy, nuevamente, la precarización está a la orden del día, los salarios no alcanzan, y en muchos territorios de Cuba se vive con espeluznantes niveles de escasez, ya que no es posible acceder a casi ninguna mercancía si no se tienen euros, dólares USA u otra MLC. A ello se une la peligrosísima falta de medicamentos y el colapso de los servicios de salud en numerosas poblaciones. Por ello, el pueblo en muchas localidades se lanzó a la calle el pasado 11 de julio. Incluso, hasta las autoridades han reconocido en parte la legitimidad de esas protestas. Para nosotros, está claro que ha ocurrido una explosión social, algo que veníamos advirtiendo desde años ha. Esto lo decimos frente a la teoría de que las protestas fueron provocadas desde EEUU – aunque seríamos ilus@s si opináramos que el imperialismo no ha querido aprovecharse de ellas, hecho éste que nos parece más que obvio, y que matiza densamente el panorama. Reconocemos obviamente la legitimidad de las protestas, y condenamos su criminalización. Como mismo condenamos los intentos de cooptación de las protestas por quienes desean instalar en Cuba el capitalismo privado en toda su magnitud, y para ello ofrecen a quienes protestaron sus utopías liberales de prosperidad capitalista como marco ideológico, sin entrar, a cambio, en debates sobre cómo concretamente deben resolverse los problemas particulares relacionados con la pobreza, y sobre todo sin apostar por ir más allá de la protesta, es decir, hacia una organización de la vida social sobre la base de la equidad y el apoyo mutuo. Dicen que eso es inaceptable, que la prosperidad viene con el capitalismo, que cualquier idea socialista equivale a más represión. Reconocemos que el poder mediático del capital internacional y de las agencias de gobiernos a su sueldo también metieron bien sus manos en la manera en que se configuraron las narrativas a propósito de las protestas. Si esa línea triunfa, Cuba se deslizaría hacia una situación donde el capital privado estará al mando, probablemente esta vez respaldado por todo el aparataje de la soldadesca represora. Por eso debemos estar lo más alerta posible ante lo que sucede hoy.

Las explosiones sociales pueden traer una extrema polarización y pueden generar, en estos mismos momentos, situaciones de paranoia y de atomización, darle más fuerza a la atomización social que tiene Cuba. Porque como decía, tenemos que aprender a organizarnos. Hay aquí un mal legado de un tipo de organización social donde todo se decide arriba, y, como anarquistas, nosotros defendemos la autoorganización del pueblo: de la clase trabajadora, las mujeres, las comunidades barriales y todas las personas excluidas.

Defendemos una autoorganización de carácter productivo, creador de valores humanos no alienados ni alienantes, que tiene que tender a una equidad en la producción, la distribución, el consumo, en resolver las necesidades de los barrios donde cada quien vive por el apoyo mutuo; y defendemos por tanto que básicamente la construcción social debe ser de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo.

Hay mucho escepticismo con cualquier autoorganización, y –en cómo está Cuba hoy- las explosiones sociales desgraciadamente pueden afectar la autoorganización del pueblo. Eso es una realidad cubana, no es algo que pretendemos defender internacionalmente, porque sabemos que en otros lugares las explosiones sociales han ayudado a la creación de nuevas organizaciones, pero que el potencial previo de autoorganización horizontal difícilmente haya resultado tan desmontado como lo hemos visto en Cuba. Acá la gente ve con gran escepticismo la idea misma de “organización”. Sencillamente, existe un escenario donde el régimen actual puede ser sustituido por una clásica dictadura militar de generales-tecnócratas, que prometerían elecciones “democráticas”, y en estas ganarían las candidaturas más forradas de fondos enviados desde el Norte, o desde las cuentas que la actual nomenklatura/oligarquía burocrática cubana posee vía testaferros en bancos foráneos. Y hablamos de gente con capacidad y experiencia de establecer pactos con las “dominaciones de este mundo”. Sería completar la metamorfosis de Comandancia en Gerencia con el paso a una clásica dictadura militar, la cual prometería “ORDEN” con “pluripartidismo y elecciones libres”. Entonces, en esta valoración, y en sentido contrario a tales escenarios de desastre, hay que ver cómo, por ejemplo, ahora mismo están creciendo las redes de apoyo por la situación de covid, donde mucha gente busca cómo ayudar a gente de otras provincias, de otros municipios, gente que uno no conoce. Eso se está gestando en gran parte por fuera del Estado, es justamente lo que necesitamos, porque va directo a quienes necesitan por parte de quien dona, mutuamente, hacia quien necesita.

Sin embargo, las explosiones sociales pueden vulnerar estos procesos de aprendizaje que son los que hacen falta. Vivimos ahora mismo una coyuntura extremadamente compleja en Cuba, no podemos hacer predicciones de ningún tipo, porque a raíz de las personas presas es que están gestándose las nuevas redes de apoyo mutuo. Pero ojo, debemos estar alertas con esto, porque ahí hay interferencias de todo tipo. Nosotr@s apostamos por una mayor creatividad en la creación de estas redes, ahí creo que está la garantía de que esto ha ayudado en algo. Solo el pueblo salva al pueblo, no los redentores teledirigidos, y –dentro de este pueblo- nos toca aprender a organizarnos.

Dicho esto, también tomamos nota de una polémica que hemos tenido con compañeros anarco-insurrecionalistas que apoyan este tipo de luchas. Hay que decir que muchos de nosotros habíamos estado bastante optimistas con las transformaciones que pretendían lograr tales luchas, en las explosiones sociales y anti-autoritarias que desde 2012 se han ido gestando en otras regiones. Pero tenemos que tener sentido crítico con lo que pasa en esos países, ya que -si tomamos los ejemplos más recientes como Grecia, como España, donde en el año 2012 hubo tales explosiones- ¿cuáles han sido las consecuencias? Ese entusiasta movimiento 15M que parió el equipo partidista de Podemos, aquel aguerrido Syriza en Grecia que también emergió de las explosiones sociales, pero que al final terminó negociando con las grandes finanzas internacionales. O sea, ¿Cuál es el efecto final real? ¿Se trata de una gran fiesta autoorganizada, contestataria? ¿Una fiesta social? ¿Una fiesta de protesta? ¿Por qué no logramos mantener ese fuego encendido, por qué no logramos mantener viva esa autoorganización, y dejamos que el proceso de la constestación derive a los clásicos cánones de la democracia burguesa, tales como la creación de partidos políticos, que operan como eso que son: partidos políticos en la lucha por llegar a puestos de gobierno, y demuestran así lo que son? No son más que parte de una élite política, por muy de izquierda que sean. Y no es la parafernalia de izquierda lo que está en juego, una parafernalia “radical” dentro de la cual de repente uno ve resucitar retratos de Stalin y de Mao, y se pregunta cuánto de verdad se ha aprendido desde los 1990 hasta acá, y cómo romper el ciclo del autoritarismo. Está en juego el destino de los pueblos, y de la liberación anticapitalista.

Yo creo que todo esto es un material para el debate internacional, repetiría que en Cuba el tema de las organizaciones sociales tiene mucho que ver con la falta de aprendizaje que tenemos con la autoorganización. Aquí está la dialéctica de en qué medida la explosión social puede ayudarnos o no a aprender. Vemos que hay países donde sí hay esta cultura de autoorganizacion, mucho más que en Cuba, y reconocemos que también eso ha costado mucho, como en Chile, donde tendríamos que hablar del periodo desde la revolución de los pingüinos hasta hoy. Acá estamos ahora previos a la fase de los pingüinos. Toda esa dialéctica que ha habido como aprendizaje, ha sido un aprendizaje muy costoso, pero ahí también las explosiones representan un problema en cuanto a sus efectos, sus consecuencias. ¿Serán meras válvulas de escape, especie de lubricante para el buen funcionamiento de la democracia burguesa como también lo pueden ser las huelgas obreras cuando se realizan dentro del sistema? Ahí hay que ver, hay que estudiar bien en qué medida esta situación puede radicalizarse mundialmente. Ni hablar de la situación de los países árabes, donde también hubo revoluciones anti-autoritarias en el año 2012, que han terminado en intervenciones imperialistas directas o vía proxys, y en ya endémicas guerras tribales.

El grande y luminoso ejemplo de Chile es como una escuela para aprender en qué medida y de qué modo un movimiento de protesta política y por la liberación radical puede canalizarse por los caminos clásicos de la democracia burguesa: una Constituyente. Tenemos ejemplos anteriores para seguir aprendiendo, como la misma Venezuela: ¿Qué pasó con Venezuela? ¿Qué ha pasado con Bolivia? ¿Qué ha pasado con Ecuador? Todos esos grandes proyectos democráticos, que partieron de los movimientos sociales y se dejaron canalizar por rutas de lo nacional-popular, de una ambigua resistencia geopolítica frente a USA y de la naturalización de un capitalismo periférico – ¿adónde han ido a parar? ¿Dónde está el santo grial de la autoorganización popular, que tenemos que encontrar como anarquistas que somos? Este elemento está en que la fuerza de las explosiones sociales se colime hacia su permanencia constantemente anti-frágil no en un “bloque cívico-militar”, uno o varios Partidos renovados, una nueva “Carta Magna”, y mucho menos en un “capitalismo con rostro humano, próspero y sustentable”, sino en una autoorganización también social, una autoorganización también popular sin mediar el Estado, sin mediar las burquesías y cualesquiera lógicas del Capital. Esto es la gran pregunta que todo esto nos pone frente a nuestros ojos, y en ello trasciende a la realidad meramente cubana.




Fuente: Lapeste.org