July 1, 2021
De parte de Acrata Libertario
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original 2 de Noviembre del 2018

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Desde el pasado 30 de septiembre hasta el 2 de octubre, más de 100 procesos sociales, ecologistas, ambientalistas, comunitarios y en defensa del territorio se dieron cita en la ciudad de Bogotá para reunirse alrededor de la palabra, la praxis y la unidad, como Movimiento Nacional Ambiental para tejer perspectivas colectivas de acción contra la locomotora extractivista  que viene arrasando el país, y que aunque su génesis es de muchos años atrás, su estado contemporáneo ha venido agudizándose dentro de lo que, en analogía y con gran parte de razón, se viene señalando como la “dictadura minero-energética”. 12 departamentos del país estuvieron presentes en las discusiones del Movimiento Nacional Ambiental, espacio que celebra su cuarto encuentro y viene articulando propuestas conjuntas y colectivas desde las comunidades campesinas, indígenas, afros, desde los colectivos juveniles, de mujeres, productores, docentes y pobladores de las ciudades.

Aunque de dicho escenario salió una declaración que se puede consultar en la página de Facebook del Movimiento[1], es importante ahondar en algunos elementos que son importantes tener en cuenta, sobre todo para hacer el balance y entender el escenario de luchas populares que se vienen dando en la actualidad y son de vital importancia para poder plantarle cara a un nuevo gobierno que, desde diferentes frentes de batalla, viene alistando filas y cargando sus armas, figurativas y de fuego, contra el equilibrio ecológico que sostiene la tierra.

En primer lugar, cabe señalar que para las delegadas a dicho espacio, y en general, para los procesos que delegan, es importante el encuentro desde la acción y la acción a partir del encuentro; en otras palabras quizás más conocidas: caminar la palabra. Salta a la luz que el encuentro haya finalizado con una acción simbólica en la plaza de Bolívar, nada menos que frente a la fachada del Palacio de Justicia, donde con cascos de ingenieros y una vaya amarrilla de ‘peligro’, las participantes provenientes de las diferentes regiones del país pretendían mostrar como las multinacionales mantienen secuestrada la justicia en Colombia, presionando a varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia y estableciendo lazos burocráticos y económicos que blinden sus intereses, en consonancia con lo que viene pasando a nivel mundial donde cada vez la economía trasnacional impone su agenda sobre la legislación ya existente, encontrándonos cada vez más en Estados corporativistas donde la ley se impone desde las carteras y bolsillos, pero como siempre, en contra de las comunidades. Señalando a 3 magistrados que abiertamente han dado su apoyo a empresas minero-energéticas (Alejandro Linares, Diana Fajardo y Cristina Pardo), el plantón terminó siendo una profecía que, lastimosamente, no guardaba respeto por el factor sorpresa: finalmente la corte terminó quitando la fuerza de las consultas populares y anteponiendo los grandes proyectos económicos  sobre la autodeterminación de los municipios y las comunidades, guiño a todas luces que tiene que ver con la política minera del actual gobierno uribista de Iván Duque.

¿Por qué empezar esta breve crónica por el final del encuentro? Precisamente, esta anecdótica acción nos puede dar luces de cómo entender las propuestas que se establecieron en el encuentro del MNA, donde proponer la defensa del medio ambiente desde la acción comunitaria es, de una u otra forma, la punta de lanza con la cual los bastones y maderos del pueblo quieren resistir contra la maquinaria ingenieril, técnica y militar con la que vienen acompañadas las explotaciones del territorio, además de las clásicas arremetidas para-estatales, extra-judiciales y montajes que le preceden, juntan y suceden. Sobresale a la vista la preocupación de las personas organizadoras y delegados, durante el encuentro, de realizar permanentemente talleres de defensa jurídica, de herramientas legales para blindar propuestas de consulta, de entender bien los proyectos de ordenamiento territorial y de cualificar cada vez más su discurso y argumentos contra las elites politiqueras municipales, aliadas arrodilladas de ingenieros y gerentes extranjeros que, tal cual gamonal clásico, mueven los hilos locales que entretejen las alianzas económicas, policiales, militares y de prensa locales, para hacer parecer que de hecho el extractivismo es la única oportunidad laboral y comercial de un país que desde los grandes transformadores de materias primas, nos ven de manera arribista, como “subdesarrollados”. Frente a la arremetida neoliberal contra el territorio, es la acción comunitaria, pacífica y contundente la única capaz de sostener una férrea defensa, y no es esto una arenga cliché, sino es práctica viva como lo atestigua hasta el momento Cajamarca, las comunidades de diferentes etnias en el Cauca, la resistencia ambiental en el sureste antioqueño, entre muchas otras docenas, sino cientos, de experiencias.

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Además de lo anterior, para el MNA es de vital importancia, como ya se ha señalado, la construcción colectiva de la defensa territorial, haciendo profundo énfasis en un elemento trascendental: la participación real y efectiva; y no solo porque muchos de los procesos presentes han hecho un apoteósico esfuerzo comunicativo, pedagógica y político en sus respectivas regiones para involucrar a cada vez más comunidades, veredas y procesos en la puja por darle un respiro a la Madre Tierra (cómo lo demuestran los resultados aplastantes contra las multinacionales minero-energéticas en las consultas populares en Cajamarca, Cumarál o Piedras), sino también, porque la pelea acá es también en vías de cuestionar la limitación cada vez mayor que tienen las comunidades dentro de los espacios decisorios de los gobiernos locales y el nacional.

Por supuesto, esto tiene una relación directa con la coyuntura actual de desmonte de las consultas populares, que demuestran la hipocresía de un Estado que, por un lado desde el cuarto poder, no público sino privado –los medios masivos de comunicación-, rechaza las vías de hecho y la protesta social diciendo que las comunidades pueden acudir al diálogo, pero de otro lado, limita las vías legales que de por sí son ya cerradas y establece la bota militar como forma de solucionar problemáticas ambientales (nada más basta escuchar la posición del actual ministro de Defensa Guillermo Botero). Pero las apuestas del MNA parecen ir más allá, o por lo menos, es lo que entre líneas dejan ver muchos de los procesos que le componen, donde ante el cierre institucional a sus demandas, las comunidades han decidido organizarse y pensarse alternativas de ordenamiento territorial propias, planes de vida y la guarnición de su territorio a través de guardias populares, herramientas, todas ellas, que demuestran que las prácticas de autonomía y empoderamiento colectivo de las riendas de lo que acontece en las tierras que pisan son cada vez más fuertes, posicionándose el pueblo organizado como agente político, tal como lo demuestran las exposiciones planteadas por procesos como el de la vereda la Quisquina en Palmira (Valle) o de Mercaderes (Cauca), donde se han desarrollado interesantes ejercicios de democracia participativa y gobierno propio comunal.

Sin lugar a duda, el Estado tiene al frente suyo al movimiento ambiental, un rival poderoso y que además, como lo ilustran los escenarios de movilización del gobierno pasado como el paro Agrario o las mingas nacionales, cuenta con un fuerte apoyo social no solo en sus regiones, sino también en las ciudades, y que tiene la capacidad de poner en boca de todo un país el debate sobre la importancia de defender nuestro entorno natural, de hablar sobre la tierra y las semillas, y de preocuparse por el espacio que le dejaremos a las siguientes generaciones, muy a pesar de las fuertes maquinarias politiqueras y multinacionales que todavía ponen en el Estado (y no solo por votación) a sus fichas. Y a pesar de que el Estado todavía domina ese escenario, por supuesto, que es el agua donde sabe moverse, también ha venido perdiendo importantísimas batallas en donde pesa más su ilegitimidad, y donde son las comunidades las que saben cómo maniobrar: viene perdiendo la dictadura minero-energética batallas como las consultas populares de Cajamarca, Cumarál o Piedras, viene perdiendo batallas en aquellos lugares donde no ha podido entrar el paramilitarismo por la excelente organización de las guardias locales como en el Norte del Cauca, viene perdiendo batallas donde las poblaciones siguen recuperando tierras muy a pesar del gigantesco despliegue militar, y viene cediendo terreno a las comunidades campesinas que rechazan los grandes proyectos hidroeléctricos como en Hidroituango, donde los escándalos dejan cada vez mal parado a un gobierno mediocre, corrupto y excesivamente orgulloso. Por eso precisamente es que el gobierno tiene como prioridad cambiar el escenario de lucha, buscando llevarnos a los lugares donde saben que es más difícil desplegar la fuerza comunitaria, y es la eliminación de la efectividad de las consultas populares uno de estos primeros pasos.

A partir de estas reflexiones, cabe preguntar y preguntarnos cual será nuestra estrategia ahora para seguir resistiendo frente a estos nuevos embates; ya el Movimiento Nacional Ambiental viene organizándose para eso y le habla directamente a la tormenta que se avecina, quizás sea esta iniciativa un referente para tener en cuenta quienes, con cariño hacia el agua, los cielos, las montañas y el aire, queremos resistir a la guerra que se cierne sobre nosotras y nuestra madre tierra.

Steven Crux

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[1] Se puede buscar dicha página en la red social directamente como “Movimiento Nacional Ambiental”, cuyo link es https://es-la.facebook.com/MovimientoAmbientalCol/.




Fuente: Acratalibertario.wordpress.com