May 10, 2021
De parte de Periódico El Roble
624 puntos de vista

Surfeamos la segunda ola de covid, superando la cifra récord de los 29.000 casos diarios, con pocas camas de terapia intensiva disponibles y habiendo superado las 60.000 muertes. Mejor dicho, intentamos surfear en mar está revuelto, con mal clima y tiburones merodeando.

Como hemos señalado ya en nuestras páginas, el gobierno nacional y los provinciales promueven la continuidad de las actividades que garantizan la movilidad de la población y por lo tanto, la circulación del virus. La crisis sanitaria se combina con la crisis social que hunde en el mar de la pobreza a más del 40% de la población. La canasta básica alimentaria para que una familia de 4 personas no caiga en la indigencia está en los $25.600. Según el Indec se registró una suba respecto de marzo del 4,5%. Tengamos en cuenta que el salario mínimo se ubica en los $21.600. Por más equilibrio que hagamos, no hay tabla lo suficientemente buena que impida que nos tape el agua.

La vacunación avanza a cuenta gotas, de modo que no hay ninguna variable realmente seria que apunte a bajar la tasa de contagio. Se inflan mediáticamente las expectativas en la millonaria oportunidad que tiene el Laboratorio Richmond de producir la vacuna Sputnik en el país. Es cierto que podría tratarse de la posibilidad simplificada del acceso a la vacuna para la población local, pero también es cierto que el laboratorio mABxience, ubicado en Garin, ya producía el principio activo de la vacuna de AstraZeneca. Pero de esa producción (6 millones de dosis) que se exportó a México para ser envasada no se dió ni una sola dosis en el país. Es decir, no es equivocado mirar con desconfianza la gestión de la salud en cualquiera de sus aspectos cuando está en manos de empresarios que, como no puede ser de otro modo, intentarán hacer negocios para aumentar sus ganancias.  

Acuerdos en la “grieta”

Ante este cuadro de situación, vemos que la enorme parte de la población que se ve forzada a arriesgarse al contagio son las y los trabajadores centralmente por dos motivos. Por un lado, porque frente a la carestía de vida, son miles quienes no tienen alternativa más que salir a trabajar. Por otro lado, complementario a esto, están las patronales que no dan tregua y presionan para que se asista a los lugares de producción. No es casual que esté totalmente fuera de discusión que las ramas productivas no esenciales deban mantenerse en marcha, incluso cuando en plantas como Toyota haya estado funcionando un solo turno ante la suba de contagios entre sus operarios. Sin embargo, de un lado y el otro de la grieta, aún cuando ya lanzados a la campaña electoral se tiran con munición gruesa, coinciden en que “la economía no puede detenerse”. Este es el eufemismo para decir que hay que ir a trabajar. Ahí está la explicación de la altísima movilidad del virus y por ende de las cifras record de contagios.

No son accidentes

El pasado sábado 24 de abril se presentó el anuario de casos 2020 del espacio Basta de Asesinatos laborales (BAL). Allí se reveló que durante dicho año murieron 1295 personas, de las cuales 985 fallecieron por contagiarse en su puesto de trabajo. Es decir, un trabajador o trabajadora murieron cada 7 horas por causas vinculadas al ámbito laboral. Desde luego que estos números no son casuales. El capitalismo es el mal endémico que padece la humanidad y que, como otros aspectos de la realidad, recrudeció su maquinaria asesina con la pandemia. Como bien señalan en BAL, “si son evitables no son accidentes, son asesinatos laborales”.

Luchar para no morir

Desde las y los trabajadores de salud en Neuquén o en provincia de Buenos Aires, los obreros de Arrebeef, la docencia de Ciudad de Buenos Aires, los movimientos sociales en toda la zona del Amba, incluso la población catamarqueña de Andalgalá que se planta contra la megaminería, se tratan de luchas por la vida. Se trata de no perder el sustento de miles de familias obreras, de tener salarios que alcancen para vivir, de condiciones seguras de trabajo para quienes ponen el cuerpo en la primera línea contra el coronavirus, de proteger un recurso básico como es el agua. Las batallas que se vienen desarrollando, aún cuando aún sean fragmentadas, sin centrales sindicales u otros organismos que logren unificar y nacionalizar las luchas, son muestras de resistencia contra la barbarie capitalista. Enfrascados en una realidad que parece ajena a estos padecimientos, no es apostando a alguno de los lados de la grieta que encontraremos las soluciones de fondo. Se trata de construir una alternativa, un proyecto propio del pueblo trabajador haga eje en la vida y no la búsqueda permanente de ganancias que son ajenas. Esto es lo que está puesto en juego en la hora actual.

Descargá el PDF completo acá.

Equipo de El Roble.




Fuente: Periodicoelroble.wordpress.com