Siendo Director General de Prisiones entre 1938 y 1942 Máximo Cuervo Radigales, se estableció durante décadas una política penitenciaria por la cual los presos Republicanos debían pagar sus penas con privación de libertad, y como mano de obra esclava. El proyecto fue gestionado por el Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo, presidido por el clérigo franquista Pérez del Pulgar.
Los franquistas tenían un problema con los no aptos, desnutridos o de avanzada edad, para ese tipo de trabajos. Desde 1936 hasta 1944, 6.000 enfermos crónicos, viejos, inútiles, discapacitados, un estorbo para el régimen, fueron concentrados en la leprosería de la Isla de San Simón, en la ría de Vigo. Muchos pagaron con su propia vida por su doble condición de “parásitos sociales” y de “enemigos de la Patria”.
Como los judíos escuálidos hacinados en los barracones de la muerte de los campos de concentración de Auschwitz o Mauthausen, eso era San Simón: Un horroroso campo de concentración y exterminio de presos Republicanos, comunistas, socialistas y anarquistas procedentes de todo el territorio español. Pasaban hambre, frío, enfermedades, sufrían torturas, morían. Fue la peor cárcel de la dictadura, un lugar para deshacerse de una parte de los miles de presos que no cabían en las cárceles.
Los prisioneros se enfrentaron a las más duras condiciones de vida. Dormían amontonados, en filas prietas que les impedían el movimiento. Comían lo que podían, la comida era inexistente, la mayor parte de las veces un rancho escaso de mondas de patatas. Faltaba el agua. La ropa se fue rompiendo en jirones, los zapatos se deshicieron, iban descalzos. Los que ya no podían arrastrar su cuerpo, se acurrucaban entre los piojos, el frío, la humedad, esperando morir para que terminara aquel calvario. Miles de Republicanos inocentes, acusados de delitos que nunca habían cometido, vieron sus vidas truncadas.
Dos figuras formaron parte de ese terror. El que durante un tiempo fue director de la prisión Fernando Lago Búa, “el carnicero de San Simón”. Y el “padre” Nieto, un jesuita vigués que insultaba, maltrataba y torturaba a los prisioneros. Oficiaba su misa con su pistolón al cinto, era el encargado de dar el tiro de gracia a los condenados a muerte. Llegó a machacar la cabeza con un enorme crucifijo a un preso que estaba a punto de ser fusilado porque no quiso confesarse. Un preso malherido estaba agonizando en el suelo, mientras Nieto le gritaba: “Muere, muere, rojo impío”, golpeándolo con su bastón.
San Simón fue un verdadero matadero franquista. Hasta abril de 1937, se instaló una cárcel para presos gubernativos, para sacarlos por la noche a juicios militares o directamente asesinarlos. Muchos fueron víctimas de fusilamientos masivos, sacas organizadas por falangistas y “cívicos” y ejecutados en cunetas y en muros de cementerios. Eran principalmente de Vigo, Pontevedra, Orense y Villagarcía de Arosa. Los presos vivían en permanente miedo y angustia esperando el “paseo”. Se practicó la tortura física y moral con tanta saña como la Inquisición. Los guardianes practicaba un comportamiento cruel e inhumano, mataban con facilidad y desenfado a los prisioneros, los vencidos, derrotados, a nada tenían derecho, seres insignificantes, simples muñecos. Eran tratados como animales por unos fascistas ebrios de venganza y odio.
Al derrumbarse el Frente Norte los franquistas hacinaron en San Simón a más de 2.500 presos en terribles condiciones. Muchos murieron por enfermedades, falta de higiene, hambre. También fueron conducidos desde el campo de concentración de Camposancos varios condenados a muerte, y allí asesinados: Fermín García Alvarez, socialista; Gregorio Mateos Maroto, dirigente del PSOE; José González Iglesias, de la CNT; José Alvarez García, de las JSU; Isaías González Miguel, del PSOE; Bernardino Fernández Velázquez, dirigente del PSOE; Francisco Casal Sánchez, de la CNT.
Tras la guerra, llegaron a San Simón Republicanos desde Asturias, León, Cantabria y País Vasco; y en plena dictadura, de toda España. Hasta marzo de 1943, se concentraron presos políticos mayores de 60 años de edad, para morir después de sufrir todo tipo de penurias. No servían al régimen como mano de obra por su edad o condición física. Sólo de hambre murieron 450 presos.
En 1999 San Simón y la isla asociada San Antón, fueron declaradas Bien de Interés Cultural y Centro de Recuperación de la Memoria Histórica. Ha sido rebautizada con el nombre de “la Illa do Pensamento”. En 2005 ambas islas fueron elegidas por la Consejería de Cultura como símbolos de la represión franquista.
Documentos: Todos los rostros (Paco de Jerez). Y el trabajo de los investigadores Gonzalo Amoedo y Roberto Gil Moure, “Episodios de terror durante la Guerra Civil na provinciade Pontevedra“. Elestado.net (Alberto Sánchez). Público (Sol López-Barrajón). Wikipedia. Eco Republicano (Benito Sacaluga). ARMH. La imagen de la placa procede de Fotos de Galicia
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