El fascismo verde, de rostro humano, ecológico y socialmente responsable
La ultraderecha actualmente goza de una organización que, más allá de su estado actual, muestra una tendencia creciente. Dentro del mismo sector activista libertario no existe un acuerdo general al momento de abordar la existencia de estos grupos y su fortalecimiento. Hay quienes consideran que están sobrevalorados y que su peligrosidad no es la que aparentan. Ciertamente esta lectura permite trascender las paranoias y, con frialdad, analizar el comportamiento de estos grupos y de sus integrantes, ponderando la casi nula permanencia que sus mensajes logran tener entre la población. Existe, por otro lado, un sector que llama a no subestimarlos, a no perderlos de vista porque más allá de su capacidad intelectual legítimamente cuestionable (no confundir inteligencia con astucia), han sabido aprovechar el contexto actual para permear en nuevos sectores sociales, siendo esta, precisamente, una de sus características de mayor peligrosidad. Para lograr dicha finalidad, los amantes de los campos de concentración de Hitler se han percatado de que pregonar odio contra lxs diferentes no es un discurso conveniente cuando quieres reclutar carne de cañón, y han optado por, en su lugar, enarbolar el amor profundo por su patria blanca y cristiana y sus habitantes blancos y cristianos, llegando así al mismo sitio racista y xenófobo pero esta vez a través del «amor» y la caridad selectiva.
Esto les permitirá salir paulatinamente de su escondite, pasando de las fotografías de espaldas anónimas portando camisetas y pegando mensajes «reivindicativos» por las calles, a mostrarse orgullosos en fotos y vídeos, pues esta vez ellos son los buenos, los que reparten comida y tienden la mano a quien lo necesite (siempre que no sea una mano negra). Les importa el paro, el hambre y la injusticia, siempre que demuestre tener nacionalidad española (y que esta sea de nacimiento, no adquirida). Cuestionan al Estado, llegando incluso a proponer su abolición en aras del libre mercado, y generalmente sienten nostalgia por los tiempos del totalitarismo (muchas veces el feudal, pero cualquiera les vale).
Son, por lo tanto, «antisistema», y este es uno de los elementos que también ha jugado a su favor en la situación política-económica actual: su discurso de «disidencia» y caridad se gana la simpatía de sectores vulnerables y logran captar con ambos elementos a conjuntos de población inconformes y con motivación suficiente para accionar. Entre algunas personas jóvenes, la supuesta rebeldía de estos grupos está calando al ser vista como alternativa viable, y con ella (y sus respectivos procesos de formación y difusión) también todo su discurso de odio. Entre el general de la población, sus ideas y mensajes pueden resultar «confusos» pues atacan al PSOE y a Vox por igual, y también luchan contra el imperialismo y la OTAN, pero le apuestan al liberalismo. Incluso comparten consignas con la lucha libertaria. La confusión como estrategia. La ambigüedad como refugio (aunque cada vez menos necesario). Y, sin embargo, logran colar un «algo de razón llevan» entre algunas personas, y esto basta para no ser deslegitimados de tajo, conservando así actitudes de apertura y posibilidades de escucha entre algunas personas. El fascismo crece nuevamente. Ya no tiene que remitirse a sus tiempos de oro para envalentonarse.
Para el activismo antifascista se hace necesaria una alerta constante, pues, por ejemplo, donde esperábamos ver una esvástica o una cruz celta, ahora hay un centro de recogida de alimentos para españoles necesitados. Donde antes había escuadrismo, ahora vemos «asociaciones culturales» que organizan charlas, presentaciones de libros, que hablan por la radio, aunque progresivamente declaran su intención de salir a golpear a migrantes y minorías con mayor descaro. Esta tendencia general se extiende y los nuevos símbolos fascistas (o en su caso, el nuevo discurso que montan para legitimar la relación que tienen con los viejos símbolos), su lenguaje mimetizado, así como sus acciones y discursos «disidentes» avanzan y sus nuevas apariencias pueden volver complicada la tarea de rastrear su impacto. Esta fase de reinvención del fascismo está resultando exitosa pues, entre otras cosas, aprovecha huecos de ambigüedad para evitar ser censurada o mal vista de principio, y al mismo tiempo usa la caridad como punta de lanza para posicionar su mensaje entre algunos sectores.
Y ante este panorama, hace falta preguntarse si ser incrédulos ante su capacidad organizativa, de su capacidad de convocatoria o, en general, de su capacidad de fortalecimiento no es ceder terreno decisivo. ¿Subestimar al fascismo actual no le otorga margen a un movimiento que se ha vuelto experto en aprovechar cada resquicio que puede y desde ahí ampliar progresivamente su capacidad de acción e influencia? Ante el argumento de que el núcleo del movimiento es pequeño, de que sus representantes son «los de siempre» o cualquier otro que aluda al número y capacidad de las personas involucradas, sólo haría falta mirar a la historia para refutarlo, pues se hace patente que estos movimientos se nutren de escaladas. Así pues, lo que parecían ideas de unos cuantos terminaron por convertirse en fenómenos sociales de gran escala con consecuencias letales. Y así sean 3, 10 o 100, más allá del volumen, ¿no es urgente articular y organizar la respuesta antifascista hasta que a estos grupos neonazis les deje de parecer posible organizar apenas nada?
Si al fascismo no se le discute, sino que se le destruye, ¿por qué parece que ahora tiene la palabra?
Artículo publicado en el boletín Briega en papel nº41 de Marzo de 2023
Fuente: Briega.org