Workers
World – 11/03/2021
Traducción
del inglés: Arrezafe
Pocas
personas en los Estados Unidos, incluso en los movimientos que se
oponen a la agresión imperialista estadounidense, recuerdan que el
11 de marzo es el 15º aniversario de la muerte del presidente
yugoslavo Slobodan Milošević, injustamente encarcelado en la
prisión de Scheveningen en La Haya, Países Bajos.
El
reiterado intento de demonizar a Milošević debería arrojar luz
sobre este nuevo esfuerzo de la clase opresora destinado a debilitar
y dividir toda resistencia a su dominio. El imperialismo ha
practicado campañas de demonización similares contra Muammar
Gaddhaffi de Libia, Fidel Castro de Cuba, Robert Mugabe de Zimbabwe y
otros. Campañas que hoy se aplican contra Nicolás Maduro de
Venezuela, Bashar al-Assad de Siria y demás líderes de los países
que pretenden aplastar.
Los
acontecimientos contemporáneos demuestran cuán importante es la
lucha por la verdad: en Serbia, las fuerzas que colaboran con el
imperialismo todavía tratan de demonizar al líder yugoslavo.
En
el momento de su muerte en 2006, la defensa de Milošević estaba
ganando frente a los cargos que las potencias aliadas de Estados
Unidos y la OTAN presentaron contra él al amparo de un tribunal
patrocinado por las Naciones Unidas: el Tribunal Penal Internacional
sobre la ex Yugoslavia.
Las
potencias de la OTAN utilizaron la ONU para establecer el TPIY [Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia] como un
instrumento político para castigar a cualquiera que en los Balcanes
se resistiera a la ocupación imperialista de la región. En mayo de
1999, en medio del bombardeo de Yugoslavia por parte de Estados
Unidos y la OTAN, se presentaron cargos contra Milošević, acusación
obviamente destinada a presionar, de paso, a los líderes yugoslavos
para que se sometieran.
La
OTAN libró una guerra de 10 años contra Yugoslavia
De
1990 a 1999, las potencias de la OTAN, con el imperialismo alemán y
estadounidense a la cabeza, dieron todos los pasos encaminados a
debilitar y destruir Yugoslavia.
Desde
el principio, el gobierno de Alemania Occidental en Berlín, que
acababa de anexarse la República Democrática Alemana socialista,
ayudó a las fuerzas separatistas reaccionarias en cada república de
la federación socialista de Yugoslavia. Esto dio lugar a guerras en
Croacia y Bosnia-Herzegovina, junto con la separación de Eslovenia y
Macedonia del resto de Yugoslavia.
Dado
que Alemania tenía estrecha relación con los reaccionarios croatas
y bosnios, y los mayores intereses económicos de la región, esta
iniciativa situó al imperialismo alemán a la cabeza como potencia
más influyente en los Balcanes.
Queriendo
recuperar la hegemonía sobre Berlín y las demás potencias de la
OTAN, Washington empujo el conflicto hacia una guerra abierta, en la
cual el Pentágono y su poder militar ocuparían un lugar
preeminente. Como pretexto, Estados Unidos utilizó un combate
provocado el 15 de enero de 1999 por el llamado Ejército de
Liberación de Kosovo, en la ciudad de Račak, en la provincia de
Kosovo de Serbia. Alegando una masacre, la administración de Bill
Clinton hizo hincapié en la necesidad de una “intervención
humanitaria”.
Las
potencias de Estados Unidos y la OTAN lograron así, con armas y
dinero, dividir la República Federal Socialista de Yugoslavia en
media docena de débiles miniestados, derrocando al último gobierno
independiente de Europa del Este, consiguiendo incluso confundir a
muchos progresistas de occidentales mediante una ofensiva de mentiras
bien planificada y ejecutada que culpaba a Serbia y al propio
Milošević de todos los problemas de los Balcanes.
Su
ofensiva propagandística encubrió la interferencia, la subversión
y las tácticas de “división y conquista” practicadas por el
imperialismo alemán y estadounidense, en connivencia con
agrupaciones neofascistas en las repúblicas de Croacia y Bosnia y en
la provincia de Kosovo de Serbia.
La
acusación fracasa
El
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia fracasó
estrepitosamente cuando intentó demostrar al mundo que Slobodan
Milošević era culpable de cualquiera de los crímenes cometidos
contra la población de los Balcanes en la década de 1990.
Milošević
presentó miles de páginas de texto para responder a las 500.000
páginas de supuestas pruebas en su contra. Al no poder probar su
acusación, el intento del Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia habría terminado en una derrota para los imperialistas
si Milošević no hubiera muerto.
Fuente: Arrezafe.blogspot.com