Grupo Moiras
“Todos
los feminismos adolecen del mismo defecto capital: la falta de humanismo” “¿Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo siempre! Propagar un feminismo es fomentar
un masculinismo, es crear una
lucha inmoral y absurda entre los sexos…” “El reformismo, sea femenino o masculino, creer poder
apuntalar a la sociedad actual con concesiones y palabras.”
“El día en que la mujer legisle
y administre, continuarán las injusticias, los privilegios,
las desigualdades, las miserias y las luchas…”Esto
es lo que pensaba Federica Montseny sobre el feminismo en 1924 (“Feminismo y humanismo”, La Revista Blanca, p.13).
Y
esto es lo que declaraba en
entrevista de 1979 (“Federica Montseny: cultura y anarquía”, por María
Ruipérez, Tiempo de Historia nº52,
p.24): “Hagamos una pequeña aclaración.
En la época de mi madre, la palabra feminismo estaba casi relegada al movimiento
sufragista…” “Pero en el
sentido de exaltar los derechos de la mujer[..] la labor realizada […]fue muy importante.” “Y este
es el combate que llevan estas mujeres, obreras o intelectuales, que se daban
cuenta de que la primera cosa a obtener para la mujer no era el voto, era el derecho de disponer de sí misma, a no
depender económicamente del
hombre. Esta es la primera y más importante obra feminista, pero sin decirlo,
porque ellas no hablaban de
feminismo, pero de hecho sentaron los verdaderos jalones de la libertad de la mujer”.
Se
puede deducir de aquí que, aunque Mujeres
Libres no utilizara el término feminismo, por
un prejuicio común a todas las anarquistas de la época, de hecho, es lo que
hacían.
Las
que aquí escribimos asumimos el término anarcofeminismo. Las definiciones son importantes.
El término feminismo, nos permite, por una parte, no diluir la opresión específica de la mujer en un
antipatriarcado general (donde entra también la opresión de género que el propio hombre sufre, y
sufren todos los géneros). Y nos posibilita
identificar al feminismo como
movimiento por la justicia entre mujer y hombre, no por la supremacía de la mujer o necesariamente,
por la competencia con el hombre dentro del
sistema social vigente, y situarnos dentro. Lo mismo que el anarquismo es una rama del
socialismo, que no se confunde ni actúa con las formas autoritarias del mismo,
el anarcofeminismo lo es del
movimiento feminista, y tampoco hace frente con las mujeres autoritarias.
En
cambio, no es una división dentro del anarquismo, sino una dimensión de él,
porque es una de las luchas que implica. El anarquismo no es una lucha de
frente único, sea lucha de clases o lucha contra el Estado, sino que es lucha
contra todas las jerarquías. Aquí quienes rechazan el uso de la palabra
entienden que cuando se llaman anarquistas, esto ya lo incluye todo. Volvemos a
repetir: lo que no se nombra, se silencia. Si nosotros no nos reconocemos como
anarquistas, jamás llevaremos a cabo lucha anarquista, y porque somos parte de
la naturaleza en evolución, sabemos que la lucha anarquista jamás tendrá fin.
De la misma manera, si no nos referimos a la dimensión feminista de la lucha
anarquista, si no nos definimos como feministas, jamás llevaremos a la práctica
el ideal de justicia entre sexos. Hay que ser conscientes de esa lucha,
llamándola por su nombre, y si es necesario creando colectivos u organizaciones
específicas.
Dos motivos
son los que llevan a ello. Primero, la necesidad de especializar, y segundo, la
urgencia de una permanente labor de autocrítica. La especificidad de los
problemas de la juventud, la necesidad de hacer un trabajo especial y en
profundidad en la cultura y ocio de los jóvenes, llevó a la creación de los
grupos de afinidad y luego la formación de la Federación de Juventudes
libertarias. ¿Qué sentido hubiera tenido tener que pasar todas las decisiones
por la aprobación de una asamblea formada por personas que, por edad, no tienen
exactamente las mismas inquietudes? Espontáneamente los jóvenes se unían para
socializar entre ellos y promover nuevos patrones de socialización en la juventud.
Su doble militancia en Juventudes y en CNT impedía la disgregación. No dejaban
de pertenecer al sindicato, el organismo que les vinculaba al movimiento obrero
anarquista. Al tiempo que militantes del sindicato que no eran jóvenes estaban
en estre-cho contacto y colaboración con los grupos de Juventudes.
La
necesidad de autocrítica permanente, llevó a la creación de la FAI, en la que
los grupos de militantes de la CNT con mayor concienciación ideológica,
seunieron para combatir las tentaciones reformistas dentro del
anarcosindicalismo español. Por medio de la propia acción ideológica dentro del
sindicato, no por ninguna dictadura interna como a menudo se criticó desde los
sectores reformistas, que precisamente son los que nunca debieran estar ahí,
dado el carácter revolucionario de la organización.
En el
origen de Mujeres Libres como
organización específica vuelven a darse estas motivaciones. En este caso, al
separar se trataba de combatir el machismo interno, lo cual no se podía hacer
dentro de organizaciones mixtas, por la persistencia de los prejuicios de los
hombres. La diferencia específica hacía más operativo y ágil tener asambleas
aparte, y una federación de grupos a nivel nacional como organización
diferenciada. La militancia simultánea en CNT o FAI permitiría actuar sobre
esos prejuicios manteniendo a la vez la independencia. Por supuesto, esos
prejuicios también existen en algunas compañeras mujeres, pero son prejuicios
formulados desde la óptica del hombre, que tiende a reaccionar de forma
defensiva.
Valga
como exponente el debate desarrollado en una serie de artículos en Solidaridad Obrera en 1935, entre Mariano R. Vázquez,
“Marianet”, secretario de CNT entonces, y Lucía
Sánchez Saornil, que todavía
no había llegado a la fundación de Mujeres
Libres, pero que
precisamente aquí desarrolla lo que serán sus líneas de acción. Cuando Marianet
defiende que la lucha no fuera separada porque el objetivo es primeramente
económico y el mismo, Lucía le contesta
que es patente la escasez de mujeres en el sindicato, y ello es por el poco interés de los
militantes en cambiarlo. Le recuerda asimismo que en su mayoría son hombres, que por su
posición de ventaja, tienden a asumir la subordinación moral asociada a la función económica destinada a la mujer.
Frente a esto, la mujer tenía
que ser persona ante todo, no reducirse a una función, tradicionalmente la de “madre–reproductora–ama de casa”. La división del trabajo en
clases sociales no es lo mismo
que la división sexual del
trabajo. Las mujeres debían luchar contra ambas cosas expresándose en sus propios términos. No
sin la colaboración de los hombres, advertía Lucía.
Porque la respuesta de Marianet en sus últimos artículos de la serie fue que la
mujer era igualmente culpable de la injusticia por no
reclamar sus derechos y que se autoemancipara
sola como el proletario del patrón. Y a esto tuvo ella que precisar que la analogía no es exacta, puesto que los
intereses de la mujer no se contraponen a los del hombre, que
solamente en cuanto a privilegios es el hombre el patrón de la mujer, y si bien es humano el querer conservarlos, no
es desde luego, anarquista.
Es
además muy significativo el hecho de que la primera vez que Mujeres Libres fue llamada a una reunión del Movimiento Libertario fuera el 24 de enero
de 1939 cuando ya se estaba
evacuando Barcelona (p.25 Mujeres libres, M. Ackelsberg, ed.Virus). En octubre del 38, la delegación de Mujeres
que había partido de Alicante en barco y debido a
los bombardeos fascistas había
llegado dos días después del inicio del Pleno Nacional de regionales del ML, agotada y hambrienta,
no fue reconocida (testimonio de Pura Pérez
Arcos, p.25 op.cit). La propuesta de aceptación de Mujeres Libres como cuarta rama
del movimiento, partió de las
mujeres que actuaron desde las otras organizaciones. La situación bélica por lo visto impidió que
llegara a votarse en las asambleas locales. Pero
lo que sí sabemos, es que una tras otra, las delegaciones a pleno expresaron su
negativa a ese reconocimiento esgrimiendo estas razones: que
el anarquismo no admite diferencias
de sexo; que ese trabajo debía ser llevado a cabo por los sindicatos, y que Mujeres
Libres debería funcionar como sección de sindicatos y ateneos. Es decir,
que lo que no se había pedido a Juventudes y FAI, se le exigía a
Mujeres Libres.
Una
cosa la distinguía claramente de las otras dos organizaciones y es quizá por
eso que costara más su
reconocimiento: Mujeres Libres, como
creación anarcofeminista, se sitúa en
la intersección de dos
movimientos. Pertenece al anarquismo, y a la vez pertenece a la lucha de todas las mujeres por
emanciparse, e igualmente se integra en la historia del feminismo. Su naturaleza es similar a la
del ecologismo y antifascismo anarquistas, que ya
por ese matiz se distinguen de
todos los demás, aun compartiendo objetivo específico de esos movimientos. Son
luchas o movimientos dentro del movimiento, con objetivos integrados en uno común, eliminación de
toda forma de explotación y dominio.
Se
han resaltado hasta aquí
prejuicios que son persistentes, carencias, y necesidad de la red de organizaciones del movimiento
libertario, hoy en día muy maltrecha. Y se ha dicho
que el anarquismo no es una lucha de frente único. Ahora bien, el anarcosindicalismo,
como lucha obrera organizada
contra el capitalismo, es el que históricamente ha vertebrado toda la lucha. Y así lo
entendieron Mujeres Libres, que no
eran “comunalistas frente a
sindicalistas” como pueden pretender mistificaciones posteriores. No se daba esa contraposición
porque la comuna es la célula político–económica
en una sociedad libertaria, no
el sindicato. Y por su parte el sindicato no se reducía al centro de trabajo, sino que admitía y admite formas de acción
en los demás ámbitos de la vida social (acción social, cultural, autogestionaria,
a nivel de barrio, taller, casa…), igual que supone la cooperación con las otras organizaciones
del movimiento surgidas de la especificidad y la
especialización.
Esto
supone enfoque comunitario en todo el movimiento.
Es más. El éxito del sindicato como
herramienta revolucionaria depende de la capacidad de su militancia de
conservar esa perspectiva
integral, de ir más allá del centro de trabajo. Y de la misma manera, no debería atribuirse a Mujeres Libres un distanciamiento
de la filosofía socialista matriz del
anarquismo. Lo económico es fundamental en su esquema del cambio, pero no en un sentido vulgar, productivista, o
reformista. El análisis de la opresión femenina que hicieron las anarquistas era muy fino. De
hecho, se adelantó a la
crítica de las instituciones patriarcales hecha por el feminismo de la segunda
ola y posteriores, e incluso al análisis
de la subordinación psicológica femenina que se está haciendo a fondo actualmente
en el siglo XXI. Pero para ellas el
fenómeno psicológico y el socioeconómico estaban
interrelacionados. La mujer tenía que cultivar su autonomía personal, su crecimiento
interno, a base de un activismo dirigido a subvertir el reparto de funciones
tradicional. Como mujer y como persona de la
clase trabajadora, tenía que asumir la destrucción de la base material que
permite la reproducción de todas las jerarquías. Toda acción se dirigía al cambio interno, y se dirigía
a esto. Lógicamente, esta visión integral del cambio,
en sentido ecológico de la
economía, incluyendo las relaciones con uno mismo y con el otro, chocaba con los intereses a
corto plazo defendidos por el feminismo burgués o por las organizaciones
obreras autoritarias. Para estas la emancipación estaba en la incorporación de la mujer a la fábrica, en el cobro de igual
salario, en la participación de
la mujer en el esfuerzo de guerra…su liberación multidimensional, como
persona, no se abordaba.
Hoy
está estallando la situación de pasividad creada a partir de la
institucionalización del movimiento feminista. El avance del
machismo neoliberal ha levantado una ola de violencia sobre la mujer frente a
la que hay que defenderse con soluciones que el feminismo autoritario no
nos va a aportar, estando involucrado como está, en las instituciones capitalistas. No podemos eludir la
autodefinición anarquista, como se hizo antes de la guerra en la revista Mujeres Libres. Hay tal proliferación de feminismos (y de
anarquismos, también), que se
hace preciso, ahora más que nunca, diferenciar quién es quién para no caer en trampas reformistas. Hay que
impulsar la formación tanto de los de dentro como de los de fuera del movimiento. Contamos además con la inmensa suerte de
vivir en un tiempo en que la lucha de las personas
con orientación sexual o género
diferente al tradicional, ha adquirido un fuerte desarrollo
y también parte de ella se está integrando en el movimiento anarquista. El anarcofeminismo puede enriquecerse
enormemente con la aportación desde esta lucha, que
afecta a las nociones tradicionales
de femenino y masculino. Quizá, sobre todo es la perspectiva
de la mujer transexual la que nos puede servir más en la redefinición de la identidad mujer. En la búsqueda de
conocimiento de la realidad mujer, necesitamos saber
si hay una diferencia real, y
en qué consiste. Esta es una ventaja con la que no contaban las antiguas militantes de Mujeres Libres, y que pensamos que no
hay que desaprovechar.
En
definitiva, abogamos por la recuperación de la federación de grupos de la
organización Mujeres Libres, sobre sus mismas bases, que son las
que reflejamos en los principios que
conforman nuestra línea editorial, pero con actualizaciones no desacordes con
ellos. Moiras y Madeja quisieran ser contribución a esa
recuperación.
¡Por la liberación de la mujer y por la Humanidad libre!
¡Salud y anarcofeminismo!
[Tomado
del boletín La Madeja # 1, diciembre Oviedo,
2020. Número completo accesible en https://grupomoiras.noblogs.org/files/2021/01/La-Madeja-n1.pdf.]
Fuente: Periodicoellibertario.blogspot.com