November 15, 2020
De parte de El Libertario
319 puntos de vista


Julián Vadillo

 

Uno de los pilares fundamentales
de cualquier investigación histórica es ir a las fuentes directas del
acontecimiento. Y estas no solo se localizan en los archivos y la prensa, sino
que conocer el testimonio de sus protagonis-tas es fundamental para poder
ensamblar muchas piezas de ese puzzle que es la historia. Sin embargo, estas
memorias siempre hay que tomar-las con cautela, pues no dejan de ser las justificaciones
de cada personaje ante el acontecimiento. La visión y la memoria personal de
cada uno no son la historia en sí, sino un aspecto importante para ver el
mosaico com-pleto. La Revolución rusa fue rica en estas cuestiones y,
aprovechando el centenario del proceso histórico, muchas de esas memorias se
han vuelto a publicar, algunas con interesantes estudios previos.

Si partimos de la idea inicial de
que la Revolución rusa es un proceso que hunde sus raíces en el siglo XIX, es
importante valorar la visión que  algunos
revolucionarios dieron de aquellos acontecimientos. Rescatar movimientos como
el nihilismo, el populismo u organizaciones como Narodnaïa Volia (La Voluntad
del Pueblo) se convierte en parada obliga-toria para ir viendo cómo se
configuran los bloques políticos y sociales a comienzos del siglo xx. No hemos
tenido la suerte de que obras como ¿Qué hacer? de Nicolai Chernyshevsky
[6]o la rica obra de Alexander Herzen se reeditasen en el centenario de la
revolución. De Herzen contamos con algunas obras reeditadas más recientemente
como Crónica de un drama familiar [7] o Doctor Krupov [8] pero
poco más.

 

Una de las memorias más
interesantes que nos acercan a la historia de un grupo tan importante como
Narodnaïa Volia son las de Vera Figner: Rusia en las tinieblas. Memorias de
una nihilista
. Las memorias de Figner son un perfecto anticipo de lo que
supondrá, posteriormente, la Revolución de 1905 y la de 1917, y sitúan a la
perfección los antecedentes del proceso. Además, la figura de Figner se convirtió
en todo un símbolo para los revolucionarios rusos, ya que sobrevivió a todas
las revoluciones y a la propia política represiva posterior a la revolución
—falleció por causas naturales en 1942 en Moscú a los 89 años de edad—. Se
vinculó a proyectos culturales como el Museo Kropotkin hasta su clausura en
1938, como ella misma explica:

«Hoy, cuando las olas de la
Revolución han vuelto a su cauce, trato de ser útil en el dominio cultural.
Aparte de trabajos literarios y ayuda a las víctimas de nuestra guerra civil,
actúo desde hace varios años como presidenta del Comité Kropotkin, que, a pesar
de las desfavorables circunstancias, ha logrado fundar un bello Museo
Kropotkin. Al mismo tiempo me esfuerzo por apoyar y desarrollar
establecimientos de instrucción y centros culturales en el campo. [9]

 

Las memorias de Figner —que
fueron traducidas al castellano en la década de 1930 por el polifacético,
políglota y anarquista Valeriano Orobón Fernández—, cuentan la historia de esta
interesante narodniki desde su nacimiento hasta inicios del siglo xx, dando
especial importancia a todo lo relacionado con la organización Narodnaïa Volia
así como al atentado que acabó con la vida del zar Alejandro II. A pesar de que
posteriormente Figner ingresó en el Partido de los Socialistas Revolucionarios,
su vinculación fue cada vez más modesta, aunque siempre fue un referente para
los revolucionarios posteriores.

 

En la misma línea, y siguiendo un
trazado cronológico, habría que des-tacar la obra de Boris Sávinkov Memorias
de un terrorista
[10] donde cuenta de primera mano la estructuración y las
actividades de la Organización de Combate del Partido Socialista Revolucionario
(PSR). Las memorias de Sávinkov son importantes por varias razones. Por una
parte, como protagonista de los acontecimientos, teje toda la tela de araña que
significaba la organización revolucionaria durante las jornadas previas y
posteriores a la Revolución de 1905 y remarca su complejidad: el PSR tenía una
rama política y una rama armada que se complementaban en su combate emprendido
contra el zarismo. Por otra parte, reconstruye la propia complejidad del
lenguaje: la palabra “terrorista” no se entiende como algo peyorativo, sino
como una forma de plasmar la ideología. Además, el propio Sávinkov nos lleva a
vuela pluma por un periodo complejo en que el combate frontal contra el zarismo
provocaba una reacción de este; asimismo, el autor refleja la enorme debilidad
que en ocasiones tenía la Organización de Combate, ya que los infiltrados
policiales hacían estragos en sus estructuras. Un elenco de nombres de primera
línea como Víctor Chernov, Tatarov, Azev, etc., pululan por todo el libro.
También se describen las importantes acciones que acabaron con la vida de
alguno de los símbolos más importantes del zarismo, una contribución de sangre
de gente muy joven y con formación, lo que indicaba también la composición
social de estos grupos. Además, quien escribe las impresiones no era un
personaje cualquiera, pues Sávinkov fue uno de los más destacados socialistas
revolucionarios de primera hora, que con el paso del tiempo fue moderando su
pensamiento hasta acabar participando en el gobierno de Kerensky. Sin embargo,
no dejó nunca su faceta de conspirador, ya que se le considera implicado en el
atentado contra Lenin en 1918 al facilitar la pistola a Fanny Kaplan. Detenido
y juzgado por las autoridades comunistas, fue condenado a muerte, pero se le
conmutó la pena por todo lo que había representado en el pasado; en 1925 se
suicidó o fue arrojado por una de las ventanas de la Lubianka, sede de la
policía política. Lo cierto es que la importancia de Sávinkov fue tal que
Albert Camus le dedicó una obra de teatro titulada Los justos. La obra de
Sávinkov se conoció en España en 1931, cuando la editorial Cenit la publicó
gracias a la traducción que realizó el dirigente comunista y periodista Andrés
Nin.

 

Aunque estas memorias nos sirven
para situar el contexto previo, es interesante acercarnos a la producción bibliográfica
que dio la propia Revolución de 1917 de la mano de sus protagonistas o
espectadores. Muchos fueron los protagonistas que escribieron sobre el
acontecimiento, aunque destacaremos solo alguno de ellos, como León Trotsky,
quien combina en Historia de la Revolución rusa
[11] la historia y la visión personal del protagonista
de un proceso. Esta obra ha conocido numerosas ediciones y, aunque concebida en
tres tomos, recientemente se ha podido resumir en uno. Es una de las historias
más completas del acontecimiento y tiene la característica de que Trotsky la
comenzó a redactar apenas unas semanas después de la Revolución de Octubre de
1917. En la obra de Trotsky se pueden distinguir dos partes diferenciadas. La
primera comprende hasta octubre de 1917, donde el autor que ha confraternizado
con la propia masa revolucionaria muestra una imagen del momento histórico en
conexión con los protagonistas anónimos de la revolución. Sin ir más lejos,
Trotsky fue uno de los impulsores del primer soviet en San Petersburgo en las
jornadas de 1905, así como uno de los posteriores dinamizadores de la misma
estructura en el Petrogrado de 1917 a su regreso del exilio. Trotsky se marchó
de Rusia siendo un marxista convencido, pero en la línea de un menchevismo
revolucionario (mencheviques internacionalistas), y acabó uniéndose a las filas
bolcheviques que habían adoptado gran parte del ideario que el propio Trotsky
venía defendiendo en su periodo de exilio.

 

En la segunda parte de la obra,
Trotsky ofrece, tras la Revolución de Octubre de 1917, el relato del
gobernante, de quien se ha hecho con las estructuras del poder e intenta
justificar las acciones que se están llevando a cabo. No fue una tarea fácil
para un Trotsky como Comisario de Asuntos Exteriores, que le tocó negociar y
firmar la Paz de Brest-Litovsk, que marcó el devenir de la división entre la
izquierda revolucionaria; tampoco para el Trotsky creador del Ejército Rojo,
que tuvo que emprender la acciones militares contra los opositores al gobierno
soviético, pero también contra aquellos que no aceptaron el modelo
revolucionario de los comunistas. La obra de Trotsky adquiere aún más
importancia con el paso de los años, cuando en su disputa por el control del
poder sale perdiendo frente a Stalin, lo que hizo que su historia de la
revolución fuese proscrita en el interior de la URSS.

 

León Trotsky aúna en su obra la
faceta del historiador y la memoria del protagonista siguiendo una tradición
muy desarrollada en el movimiento obrero, si bien su Historia de la
Revolución rusa
tiene mucho componente autobiográfico. Algo que completó
posteriormente con sus memorias tituladas Mi vida [12] donde hace un
repaso más general y no tan centrado en la Revolución de 1917 y sus
consecuencias. A pesar de ello, el principal seguidor del trotskismo a la
muerte del líder, Isaac Deutscher, decía lo siguiente sobre la labor de Trotsky
como historiador:

«No sería del todo correcto decir
que, como historiador, Trotsky combinó el partidarismo extremo con la
objetividad rigurosa. No le hacía falta combinarlos: ambas cosas eran el calor
y la luz en su obra, y al igual que el calor y la luz estaban indisolublemente
ligados. Él se mofó de la ‘imparcialidad’ y de la ‘justicia conciliadora’ del
erudito que pretende subir a la muralla de una ciudad amenazada y hacerse oír
al mismo tiempo por ‘los sitiadores y los sitiados’. [….] Para el buen
soldado nada es más importante que obtener una visión realista del ‘otro lado
de la línea’, una visión exenta de optimismo infundado y de emoción. Trotsky,
el comandante de la insurrección de octubre, actuó so
bre la base de este
principio; y Trotsky el historiador hace lo mismo. Logra en su imagen de la
revolución la unidad de los elementos objetivos y subjetivos. [13]

 

A pesar de todos los
inconvenientes, la visión de Trotsky acerca de la Revolución rusa es parada
obligatoria para todos los estudios que se precien sobre el proceso.

 

Casi con el mismo nivel de datos,
pero más crítico con la actuación de los bolcheviques, situaríamos la obra de
Nikolai Nikolaevich Sukhanov La revolución rusa (1917) [14] —no ha
tenido reciente reedición en español y la que tenemos no es del todo fiable—.
Fue escrita en seis tomos por este revolucionario menchevique de la rama
internacionalista. Aunque Sukhanov fue crítico con el régimen comunista, no fue
hasta 1930 que se le detuvo por las críticas que profirió contra la política
agraria de Stalin, viéndose inmerso en un juicio contra mencheviques que le
costó el destierro, el exilio y la proscripción de su obra. Fuera de Rusia tuvo
bastantes ediciones, si bien no es tan conocida como la anterior de Trotsky.

 

Un poco más modesto, al ser un
análisis más político que histórico, fue el libro que publicó otra protagonista
de los acontecimientos, aunque no estuviese en la misma Rusia. Nos referimos al
libro de Rosa Luxemburg La revolución rusa [15]. El libro, publicado a
título póstumo en 1921, son unas interesantes reflexiones de la revolucionaria
alemana sobre el proceso ruso, fundamentalmente por dos cuestiones. La primera
es que está escrito desde una perspectiva marxista, por lo que la crítica se
ejerce desde la misma ideología que defendía a los triunfadores bolcheviques.
La segunda es que el texto es un claro ejemplo de las luchas que existirán en
el interior de la futura Komintern y los puntos centrales de la ruptura de las
distintas tendencias dentro del marxismo. No hay que olvidar que este texto lo
escribió Rosa Luxemburg tras el tratado de Brest-Litovsk, que marcó a nivel
interior y exterior en Rusia un antes y un después. Lu xemburg fue muy crítica
con esa decisión de los bolcheviques y también con otras relacionadas, por
ejemplo, con la cuestión nacional, tema que separaba los pensamientos de
Luxemburg y Lenin [16].

 

Luxemburg, con una visión
puramente marxista para analizar la Re-volución rusa, a lo largo del libro
afirma que los bolcheviques son una evolución natural de los revolucionarios de
otras épocas. Fija una división entre la revolución democrático-burguesa de
febrero y la socialista de octubre como evolución natural del propio proceso,
haciendo una comparación con la revolución inglesa de 1688 y la francesa de
1789. Establece también una concepción dual de la revolución entre la posición
reformista, que vincula a Kerensky, y la puramente revolucionaria, representada
por los bolcheviques [17].


Sin embargo, Rosa Luxemburg no concibió el libro para hacer una defensa a
ultranza de un proceso, sino para plantear algunas contradicciones o errores
que se estaban dando. Para Luxemburg la política agraria de Lenin fue escasa en
relación con la que llevó a cabo en industrias, lo que provocó que los campesinos
fueran más reacios a unirse a la revolución, de lo que infiere que fue campo
abonado para otras tendencias revolucionarias o aun contrarrevolucionarias. Por
otra parte, la cuestión nacional era nodal para Luxemburg. Mientras Lenin optó
por una política de apoyo a las cuestiones nacionales como pilar fundamental
del avance revolucionario, Luxemburg sacó la lectura contraria. Todas aquellas
naciones que se independizaron, con el apoyo expreso de los bolcheviques, se
pasaron al campo contrarrevolucionario, poniendo como ejemplo la Polonia de
Josef Pilsudski o la Ucrania dividida entre proalemanes y nacionalistas de
Petliura. Apuntaba también al error de los bolcheviques con la Asamblea
Constituyente y al giro dictatorial que se había dado en Rusia, donde los
derechos básicos habían sido cercenados para, incluso, las tendencias
revolucionarias:

«Pero la cuestión no se agota con
la Asamblea Constituyente y el derecho electoral; no hemos considerado aún la
abolición de las garantías democráticas más importantes para una vida pública
sana y para la actividad política de las masas trabajadoras: libertad de
prensa, de asociación y de reunión, que han sido denegadas para todos los
adversarios del gobierno soviético.» [18]

 

La crítica a los decretos y al
poder del terror es para Rosa Luxemburg el asunto que puede derrotar a la
Revolución rusa. Para la revolucionaria alemana, nacida en realidad en la
ciudad de Zamosc (Polonia), el error de Lenin y Trotsky fue el mismo que el de
Kautsky: confundir democracia con dictadura. Y hacerlo en un momento en que el
bolchevismo tenía que encabezar y dinamizar un proceso revolucionario
internacional. La vía que abrió Rosa Luxemburg fue la de la crítica a la
Revolución rusa desde una concepción marxista.

 

La crítica a los decretos y al
poder del terror es para Rosa Luxemburg el asunto que puede derrotar a la
Revolución rusa. Para la revolucionaria alemana, nacida en realidad en la
ciudad de Zamosc (Polonia), el error de Lenin y Trotsky fue el mismo que el de
Kautsky: confundir democracia con dictadura. Y hacerlo en un momento en que el
bolchevismo tenía que encabezar y dinamizar un proceso revolucionario
internacional. La vía que abrió Rosa Luxemburg fue la de la crítica a la
Revolución rusa desde una concepción marxista.

 

Menos conocidas, pero no por ello
menos interesantes, son las memorias que nos dejó Maria Leontievna Botchkareva,
conocida como Yashka. Fue una de las mujeres que se unió a los batallones
militares rusos durante la Primera Guerra Mundial y que formó parte del famoso
Batallón de la Muerte, integrado por mujeres. [19] Botchkareva, que durante la
Guerra Ci-vil primero se exilió y luego prestó ayuda a las tropas blancas de
Kornilov y de Kolchak, fue finalmente detenida y ejecutada por la Cheká en
1920. Escribió unas memorias con el título Yashka. My life as peasant, exile
and soldier
, y recientemente se han publicado en castellano sus memorias
sobre la participación en el Batallón de la Muerte con el título El batallón
de mujeres de la muerte
[20]. En estas memorias se muestra una Botchkareva
entre dos mundos: uno que se derrumba y del que ha formado parte y otro que
nace y en el que no encaja. Aunque Botchkareva no vio con malos ojos el paso a
una sociedad más liberal y democrática, tampoco era partidaria de la ruptura socialista
y eso, unido a su mentalidad como militar, le llevó a unirse a las filas
blancas durante la Guerra Civil rusa hasta el momento de su ejecución. Las
memorias de Botchkareva son interesantes porque nos muestran la participación
de la mujer en la Revolución rusa, algo que podemos completar en esta línea de
investigación con las obras de revolucionarias como Alexandra Mijailovna
Kollontai, Nadezhda Konstantínovna Krúspkaia o Emma Goldman, que sí
participaron en el proceso revolucionario socialista. Se trata de una línea de
investigación que, desgraciadamente, no se ha tenido tan presente.

 

Sin ser estrictamente política y
también escrita por una mujer, destacaríamos la obra de la poetisa Marina
Tsvietáieva Diarios de la Revolución de 1917 [21]. Es una obra apenas
conocida, de una poetisa también poco conocida, que ofrece una visión intimista
y literaria de la atmósfera que se vivía en Rusia en las jornadas de 1917. Un
libro ignoto que rescata la figura de Tsvietáieva, que se tuvo que exiliar en
1922, aunque regresó a Rusia en 1939 junto a su marido, que trabajaba entonces
para el contraespionaje soviético de la NKVD. Con la ocupación nazi y la
ejecución de su marido por la NKVD, la autora del libro acabó suicidándose en
1941. A pesar de que su poesía estaba proscrita en Rusia, fue rehabilitada como
autora en 1955 durante el proceso de desestalinización.

 

Del mismo modo que la Revolución rusa
desató en el momento histórico un análisis de sus protagonistas y fue, junto
con la Comuna de París de 1871, uno de los primeros ejemplos de participación
de la mujer en las transformaciones revolucionarias, también generó un
extremado interés por parte de los extranjeros que estaban ya en Rusia o que
acudieron allí llamados por el movimiento revolucionario, para verlo in situ o,
incluso, unirse a sus filas. Y aunque fueron muchos los extranjeros que dejaron
su impronta sobre la revolución, hay dos autores cuyas obras han tenido una
mayor trascendencia: el norteamericano John Reed y el francés Jacques Sadoul,
ambos partidarios y defensores de los bolcheviques.

 

Quizá la obra más importante es
la de John Reed y sus Diez días que estremecieron el mundo [22], parada
obligatoria para analizar la Revolución rusa de 1917. El periodista Reed no
llegaba de nuevas a Rusia, pues ya te-nía un bagaje importante de participación
política y sindical en EEUU, y había sido testigo de la Revolución mexicana de
1910. Integrante del Partido Socialista de EEUU y amigo de revolucionarias como
Emma Goldman, con la
que participó en el interior de la IWW (Industries Workers
of
the World), cuando comenzó el movimiento revolucionario en Rusia
se
trasladó a Petrogrado; poco después se unieron su compañera senti
mental
Louise Bryant y el también periodista y socialista Albert Rhys Wi
lliam.
El libro de Reed —que fue llevado al cine por Warren Beaty en la
película
Rojos
son sus impresiones personales y el análisis del momento
histórico
que le tocó vivir. Pero lejos de una visión del periodismo equi
distante,
Reed se vinculó con las masas, visitó las fábricas, participó de
las
manifestaciones y de los mítines, conoció a los principales dirigentes
revolucionarios
y plasmó con realismo la atmósfera que él mismo vivió,
hasta
unirse sinceramente a las filas comunistas. Los cuadros que Reed
nos
ofrece en su libro respecto a lo que se vivía en Petrogrado mostraban
la
realidad de esa dualidad de poderes que se vivía en Rusia. La eferves
cencia
revolucionaria la plasmaba así Reed en su libro: «¡Qué asombroso
espectáculo
ofrece la fábrica Putilov cuando de sus muros salen en com
pacto
torrente cuarenta mil obreros para oír a los socialdemócratas, ese
ristas,
anarquistas, a quien sea, hable de lo que hable y por mucho tiem
po
que hable!» [23].
Además,
Reed, que venía de la experiencia americana
donde el
movimiento anarquista también tenía mucha fuerza, concedió
en
su obra mucha importancia a la diversidad de grupos políticos que
dinamizaron
la Revolución de
1917,
aunque mostrase un mayor interés
hacia los
bolcheviques. John Reed no solo se unió a las filas comunistas,
sino
que fue el primer extranjero enterrado en los muros del Kremlim a
su
fallecimiento el
17
de octubre de
1920.
Su figura trascendió a la propia
revolución y
sus escritos se han convertido en un clásico mundial sobre
la
Revolución rusa de
1917

 

Por otro lado, destacamos las
impresiones que el francés Jacques Sadoul puso por
escrito en pleno proceso revolucionario, menos conocidas, pero
no
por ello menos importantes. Sadoul, en el momento de la revolución,
era
un oficial del ejército francés establecido en Rusia, que, debido al con
tacto
que mantuvo con los bolcheviques, adquirió sus ideas y defendió su
causa.
No venía de vacío de Francia, pues Sadoul pertenecía a la SFIO y es
taba
vinculado al movimiento obrero socialista francés, seguidor del ideario de Jean
Jaurès. A Sadoul le unía una gran amistad y compañerismo con Albert Thomas, una
de las figuras más representativas del socialismo del momento, que llegó a ser
ministro de Armamento y que nombró a Sadoul adjunto de Estado de Artillería.
Cuando en 1917 los socialistas franceses salen del gobierno, Sadoul consigue
que el nuevo ministro, Louis Loucher, lo destine en misión militar francesa a
Petrogrado.

 

El libro Cartas desde la
revolución bolchevique
[24] es la recopilación de la correspondencia que
Sadoul enviaba a Albert Thomas para ponerle al día de los sucesos de Rusia.
Poco a poco, Sadoul se iba convirtiendo en una referencia para los bolcheviques
rusos, se entrevistaba con sus principales líderes, tomaba amistad con muchos
de ellos, sobre todo con Trotsky, e iba adoptando el ideario que defendían.
Estamos ante el momento del paso del Sadoul socialista al Sadoul comunista. La
importancia de este epistolario la marca Constantino Bértolo, compilador de la
obra y autor del prólogo:

«Sobre su condición de libro
indispensable para entender muchas de las claves de la revolución soviética, no
cabe sino señalar que frente a la inmensa canti-dad de publicaciones que
informan, juzgan e interpretan, desde fuera, lo que sucedió, las notas de
Sadoul informan, juzgan e interpretan, desde dentro, lo que está sucediendo.
Los escritos de Sadoul no son Historia, están escritos por la Historia.» [25]

 

El volumen no solo recopila las
epístolas que mantuvo Sadoul con Thomas, sino que también rescata la correspondencia
que mantuvo con escritores de la época comprometidos con las causas sociales
como fueron Henri Barbusse o Romain Rolland. Lo que se extrae de las cartas es
que Sadoul defendió las políticas bolcheviques frente a los representantes de
su propio gobierno, así como que los bolcheviques vieron en Sadoul un aliado y
alguien con el que seguir teniendo un contacto, en medio de la Guerra Civil,
con las fuerzas aliadas. El texto de Sadoul nos abre las puer
as a
cuestiones como el cordón sanitario que se formó alrededor de la Rusia
revolucionaria, las actividades de las fuerzas aliadas contra el avance
del
comunismo y el interés que despertó todo el proceso revolucionario.

 

Para cerrar esta parte —que sería
inabarcable en caso de tocar todas las obras—,
cabe hablar, siguiendo un poco la línea marcada por Rosa Lu
xemburg,
de personajes como Víctor Serge o de los anarquistas Vsevolod
Mijailovich
Eichembaum “Volin” y Piotr Andreievich Archinov.

 

El caso de Víctor Serge —cuyo
nombre real era Víctor Lvovich Kibálchich— es
interesante por ser uno de los protagonistas de la revolución,
formar
parte del aparato del poder bolchevique y pasar luego al exilio por
oponerse
a la dictadura estalinista. Nacido en el exilio, sus inicios políti
cos
se sitúan primero en el populismo ruso y posteriormente en el anar
quismo,
con el que siempre tuvo mucha vinculación, formándose como
tal
en grupos franceses y visitando España, lo que le convirtió también
en
un referente para los españoles. Condenado por su vinculación a la
Banda
de Bonnot, estuvo un tiempo en cárcel, viajó a Rusia, se unió a las
filas
bolcheviques y trabajó en el interior de la Komintern junto a Zino
viev.
Aunque defendió los postulados bolcheviques, fue muy crítico con
ellos
en aspectos como la represión contra el anarquismo ruso. Partida
rio
de la oposición de izquierdas de Trotsky, Serge se enfrentó a Stalin y
eso
le valió su purga y exilio, primero a Francia y posteriormente a Méxi
co,
donde falleció en
1947.

 

La producción literaria de Serge
es amplia y parte de ella se sitúa en el mismo
momento de la revolución. Habría que destacar obras como
moires
d’un révolutionnaire
[26],
donde hace un repaso a su vida personal y
su evolución
ideológica, con un lenguaje con mucha soltura y un elenco
de
personajes que marcan la historia del movimiento obrero interna
cional.
Además, el hecho de que Serge estuviese en varios grupos hace
de
su obra un acercamiento a una realidad de amplios horizontes, pues
mantuvo
buenas relaciones con antiguos compañeros suyos. Con
El
año
I de la Revolución rusa

[27],
nos encontramos ante un texto
clásico, escrito y
editado ya en España en la década de 1930,
y que pasa por ser uno de los
relatos más
pormenorizados del inicio de la revolución y del desarrollo
de
las ideas leninistas. En esta misma línea cabría citar
El
destino de una
revolución
[28].
Sin embargo, la importancia de
Serge radica en que no solo
utilizó la
historia para hacer sus análisis o denuncias, pues también lo
hizo
a través de la novela. El
terror rojo
que se produce durante la Guerra
Civil y que
llevó a numerosos revolucionarios a ser ejecutados se plantea
en
su novela
Ciudad conquistada
[29],
mientras que el terror
estalinista lo
aborda en
textos como
Medianoche
en el siglo
[30] o El
caso Tulayev
[31]. Serge introduce
muchas temáticas y vías de investigación posteriores, como la
deriva
represiva de los bolcheviques o las purgas que se produjeron den
tro
del partido con el ascenso del estalinismo. Pero lo interesante de Ser
ge
es que él mismo es una vía de investigación por lo que representa para
el
desarrollo y la lectura de la Revolución rusa

 

Por último, habría que destacar
la visión de los protagonistas de la revolución que
salieron derrotados del proceso revolucionario, aunque
muchos
de estos escritos tienen ediciones muy antiguas y son casi desco
nocidos
o ni siquiera están publicados. Cabría aquí citar la obra de Boris
Fiodorovich
Sokolov, diputado de la Asamblea Constituyente, titulada
Los
bolchevikes juzgados por ellos
mismos. Documentos de los soviets de
1919

[32],
donde
realiza una crítica como eserista al poder ejercido por los bolche
viques.
Un texto de época que no se volvió a reeditar posteriormente.

 

Algo más de suerte tuvieron los
anarquistas Volin y Archinov, que con sus obras
mostraron la participación anarquista en la Revolución rusa.
Ambos
personajes, aunque protagonistas de la revolución, escribieron
sus
reflexiones tiempo después, cuando ya estaban exiliados. En
La
revo
lución desconocida

[33], Volin hace un repaso a la formación y el desarrollo
de los
movimientos revolucionarios rusos desde el siglo xix
hasta la par
ticipación de los anarquistas en
la Revolución de
1905
y en la de
1917.
El
libro de Volin, aun siendo
justificativo para sus principios, aporta algu
nas
cuestiones de verdadero interés. Cercano a las filas de los socialistas
revolucionarios
en
1905,
Volin cuenta cómo surgió el primer soviet du
rante la
Revolución de
1905,
en un ambiente íntimo y del que él mismo
fue testigo.
Fue en su propia casa y con Nossar presente [34].
Este dato
nove
doso viene a engrosar el debate
que se establece sobre el nacimiento del
soviet y que
tan bien estudió en la década de
1970
Oskar Anweiler [35].
Pero Volin
no solo recupera debates y documentos del momento, en los que
él
mismo participó, sino que hace un análisis del carácter autoritario del
Estado
soviético desde una perspectiva anarquista, y habla de dos acon
tecimientos
nodales para la historia del propio anarquismo ruso como
fueron
el majnovismo en Ucrania o la revuelta de los marinos de Krons
tadt
en
1921.
Un clásico en toda regla de la historia del anarquismo ruso
que
ha sido reimpreso en muchas ocasiones, pero que no dispone de una
edición
nueva y crítica.

 

El otro libro que queremos
destacar es Historia  del 
movimiento
majnovista

[35],
donde Piotr Archinov estudia el
movimiento campesino
de Néstor
Majnó en Ucrania. Archinov, que había empezado en las filas
bolcheviques,
se pasó al anarquismo tras la Revolución de
1905
y se unió
desde muy pronto a la guerrilla
majnovista, a la que historió
in situ;
perdió
en varias ocasiones el
manuscrito y lo rehizo para finalmente publicarlo
en
el exilio. Tras los debates que se dieron en el anarquismo ruso exiliado,
en
los que Archinov quedó en minoría en su intento de articular una pla
taforma
de anarquistas, se volvió a retractar de sus principios libertarios
y
regresó a la URSS donde se unió al Partido Comunista y desapareció en
la
represión estalinista. En este libro, Archinov repasa de forma porme
norizada,
y en ocasiones en forma de epopeya, la lucha del majnovismo
contra
todos aquellos que se opusieron a su modelo revolucionario y que
finalmente
fueron aniquilados por el gobierno bolchevique. Este libro, a caballo
entre la historia y la memoria, se podría completar con las me
morias
escritas por el protagonista del movimiento, Néstor Ivánovich
Majnó,
que no han sido traducidas al castellano, como tampoco las de su
lugarteniente
Víctor Belash, ambas disponibles en ruso.
Las obras
de Volin y Archinov —así como las otras citadas aunque no
estén
traducidas— marcan la pauta de investigación del anarquismo en
la
Revolución rusa a partir de sus protagonistas, un fenómeno apenas co
nocido
en la historia.

 

Notas:

 

[6] Nicolai Chernyshevsky, ¿Qué hacer? (Barcelona:
Júcar, 1984).

 

[7] Alexander Herzen, Crónica
de un drama familiar
(Barcelona: Alba, 2006).

 

[8] Alexander Herzen, Doctor
Krupov
(Madrid: Ardicia, 2014).

 

[9] Vera Figner, Rusia en las
tinieblas. Memorias de una nihilista
(Madrid: Zeus, s/a), 14. Existe una
edición reciente de la obra en la editorial Antipersona del año 2016.

 

[10] Boris Sávinkov, Memorias
de un terrorista
(Barcelona: Dirección Única y La Cotali, 2017).

 

[11] León Trotsky, Historia de
la revolución rusa
, 3 vol. (Madrid: Sarpe, 1985). Recientemente ha sido
publicada en un solo tomo por la editorial El Capitán Swing.

 

[12] León Trotsky, Mi vida
(Madrid: Tebas, 1978).

 

[13] Véase  la 
conferencia  de  Manuel 
Aguilar  Mora  en 
la  Universidad  de 
Guanajuato  el  29 
de  octubre de 2017: Trostky  y  su  Historia 
de  la  revolución rusa, http://www.sinpermiso.info/textos/trotsky-y-su-historia-de-la-revolucion-rusa.

 

[14] Nikolai Nikolaevich
Sukhanov, La revolución rusa (1917) (Barcelona: Luis de Caralt, 1970).

 

[15] Rosa Luxemburg, La Revolución
rusa
(Barcelona: Anagrama, 1975). Existe una reedición reciente en la
editorial Akal de 2017

 

[16] Ibídem, 17–25.

 

[17] Ibídem, 39–40.

 

[18] Ibídem, 73.

 

[19] No hay que confundirlo con
el Primer Batallón de Mujeres de Petrogrado, que fue quien defendió el Palacio
de Invierno en el momento de producirse la Revolución de Octubre de 1917.

 

[20] Maria Botchkareva, El
Batallón de Mujeres de la Muerte
(Madrid / Barcelona / Buenos Aires: Mundo
Latino, 1930). Hay una edición reciente basada en esta, publicada por la
editorial El Desvelo en 2016.

 

[21] Marina Tsvietáieva, Diarios
de la Revolución de 1917
(Barcelona: Acantilado, 2015).

 

[22] John Reed, Diez días que
estremecieron el mund
o (Barcelona: Akal, 1998). Han aparecido recientes
ediciones en 2017 en las editoriales Arpegio, Renacimiento o Txalaparta.

 

[23] Reed,
Diez días que estremecieron el
mundo
, 43.

 

[24] Jacques
Sadoul,
Cartas desde la revolución
bolchevique
(Madrid:
Turner,
2016).

 

[25] Ibídem,
9.

 

[26] Víctor
Serge,
Mémoires d’un révolutionnaire
(París: Seuil, 1978).
Existe una edición reciente en
castellano
en la editorial Veintisiete Letras del año
2011.

 

[27] Víctor
Serge,
El año I de la Revolución rusa
(Buenos Aires: RYR, 2011).
Existe una edición reci
ente en la
editorial Traficantes de Sueños de
2017.

 

[28] Víctor
Serge,
El destino de una revolución
(Barcelona: Libros de la
Frontera,
2011).

 

[29] Víctor
Serge,
Ciudad conquistada (Barcelona:
Página Indómita,
2017).

 

[30] Víctor
Serge,
Medianoche en el siglo (Madrid:
Alianza,
2016).

 

[31] Víctor
Serge,
El caso Tulayev (Madrid:
Capitán Swing,
2013).
La editorial Alfaguara tiene una
edición de 2007.

 

[32] Boris
Sokolov,
Los bolchevikes juzgados por
ellos mismo. Documentos de los soviets de
1919

(Madrid: Juan
Pueyo,
1920).

 

[33] Volin,
La revolución desconocida (19171921).
Documentación inédita sobre la revolución rusa
,
2 vol.
Madrid: Campo Abierto,
1977).
Existe una edición en un volumen, del mismo año, en la edito
rial
Proyección.

 

[34] Ibídem,
5863.

 

[35] Oskar
Anweiler,
Los soviets en Rusia (Bilbao:
Zero ZYX,
1975).

 

[36] Piotr
Archinov,
Historia del movimiento
macknovista
(Barcelona:
Tusquets,
1975).
Hay una
edición más reciente de la
editorial LaMalastesta de
2012.

 

[Texto extraído del trabajo más
extenso titulado “Una revolución en permanente debate. Acercamiento a los
estudios de la Revolución rusa”, que en versión original integral es accesible
en https://www.researchgate.net/publication/330096991_Una_revolucion_en_permanente_debate_Acercamiento_a_los_estudios_de_la_Revolucion_rusa.]

 




Fuente: Periodicoellibertario.blogspot.com