March 21, 2021
De parte de Arrezafe
574 puntos de vista

EL
EUROPEO

https://www.youtube.com/watch?v=MrKk8jCt7e8

Estados
Unidos es el país de las oportunidades. Eso nos dicen. En Estados
Unidos, cualquiera puede tener éxito o convertirse en millonario.
Todo ello gracias a la Declaración de Derechos de los Estados Unidos
que garantiza la “libertad” a los ciudadanos
estadounidenses y a la Declaración de Independencia, que establece que “Todos los hombres son creados
iguales”.

Sobre
la base de estos derechos fundamentales de libertad e igualdad, la
cultura estadounidense ha creado este concepto del “sueño
americano”. El sueño americano implica que hay oportunidades
para todos, independientemente de la clase social o las
circunstancias del nacimiento.

Basado
en este fantástico concepto, muchos estadounidenses defienden su
país a toda costa y nos dicen que viven en el país más grande del
mundo. En efecto, hay muchas historias del tipo “de la pobreza a la riqueza” y “de cero a héroe” a las que a menudo se hace referencia en
los medios de comunicación, para “demostrar” que, de hecho,
cualquiera podría convertirse en millonario, solo en Estados Unidos.

La
verdad es que el sistema estadounidense está diseñado de tal manera
que favorece a los privilegiados. Aquellos estadounidenses que ya son
relativamente ricos, tienen trabajos bien pagados y estudiaron en
universidades prestigiosas, transfieren su riqueza a sus hijos. El
resultado es que, de generación en generación, los ricos siguen
siendo ricos y los pobres siguen siendo pobres. Es un ciclo
interminable que solo permite muy escasas excepciones.

Estados
Unidos no brinda igualdad de oportunidades para todos, brinda mejores
oportunidades a quienes ya se encuentran en una posición favorable y
menos oportunidades a quienes más lo necesitan. Eso de que la “libertad” y la “igualdad” otorgan oportunidades para todos los
estadounidenses…  desgraciadamente, es una tontería.


La
brecha salarial entre los directores ejecutivos y los trabajadores
profundiza la desigualdad
Sarah Anderson

Fragmentos
traducidos del inglés: Arrezafe

Artículo
completo en
COUNTERPUNCH
-19/03/2021

Durante
más de 25 años, he estado investigando la desigualdad,
concentrándome en la creciente brecha entre los honorarios de los
directores ejecutivos y los salarios de los trabajadores.

Esta
brecha se ha convertido en un problema sistémico en las empresas
estadounidenses. En 1980, los directores ejecutivos de las grandes
empresas tenían en promedio 42 veces más compensación que sus
trabajadores. Esta brecha aumentó rápidamente en la década de
1990, cuando los salarios se estancaron para la mayoría de los
trabajadores y los honorarios de los ejecutivos se dispararon.
Durante este siglo, la brecha anual entre la remuneración de los
directivos y el salario de los trabajadores es de un promedio de
aproximadamente 350 a 1.

Esta
creciente brecha salarial ha impulsado enormemente las disparidades
raciales y de género. Mujeres y personas de color constituyen parte
mayoritaria de los trabajadores con bajos salarios y una parte
significativamente pequeña de los líderes corporativos. Solo el 1
por ciento de los directores ejecutivos de las 500 corporaciones más
grandes de nuestro país son negros, el 2,4 por ciento son asiáticos,
el 3,4 por ciento son latinos y el 6 por ciento son mujeres.

Desde
hace décadas, estudio tras estudio, se ha demostrado que los altos
niveles salariales de los directores ejecutivos no tienen nada que
ver con un mejor desempeño de sus funciones. En cambio, estos
sobresueldos masivos reflejan un sistema manipulado que canaliza los
recursos corporativos hacia la parte superior de la escalera
corporativa, mientras que aquellos en los escalones inferiores
enfrentan los mayores riesgos. Lamentablemente, estas obscenas
disparidades continúan durante la pandemia. Muchas juntas
corporativas están amañando las reglas para proteger a los
directivos mientras que los trabajadores sufren las consecuencias de
la situación.

Durante
la “Gran Recesión” de 2008-09, albergué grandes esperanzas de
que los responsables políticos tomaran finalmente medidas sobre los
descontrolados honorarios de los ejecutivos, cuya desmedida codicia
acababa de colapsar nuestra economía, dejando a millones de
estadounidenses sin hogar y sin trabajo. En los tres años previos al
colapso, los cinco principales ejecutivos de los 20 mayores bancos
rescatados se habían embolsado como compensación personal, un
promedio de 32 millones de dólares cada uno.




Fuente: Arrezafe.blogspot.com