December 22, 2022
De parte de Reflexiones Desde Anarres
207 puntos de vista
No es fácil dar una definición de fascismo, al menos como fenómeno
general, y sin embargo es una palabra de uso común en los movimientos
sociales (no tanto en el mundo político, seguramente por la herencia que
sigue existiendo en España). Como a mí me gusta mucho concretar, sin
ánimo de ser demasiado riguroso y aceptando la dificultad de hilar muy
fino al respecto, veamos si podemos lanzar unas cuantas reflexiones.

Con
la palabra en cuestión, se alude a los fascismos europeos de la primera
mitad del siglo XX, pero también a todo movimiento de ultraderecha y,
tantas veces, descubrimos el fascismo en otros movimientos. A nivel
personal, la indudable predisposición sicológica de algunos individuos
al autoritarismo hace que le cataloguemos rápidamente con la palabreja.
Determinados intereses políticos llevan a que se reduzca el fenómeno a
otra manifestación totalitaria, cosa que conduce a equipararlo con
cualquier otro régimen de esas características, como es el caso de los
países llamados socialistas (pueden encontrarse puntos en común en un
primer vistazo, pero no es posible meterlo todo en el mismo saco de
manera simplista). Los fascismos supusieron un retorno a la tiranía en
Europa después de los movimientos democráticos del siglo XIX, y de
alguna manera beben en parte de esa misma democracia al igual que de los
movimientos obreros de izquierda (recordemos que, a pesar de que se
reduce el nombre a nazismo, en Alemania adoptó el nombre de
nacional-socialismo).

Pero, por otra parte y sin que apenas se insista
en ello, hay que recordar que el fascismo es una utilización, de la
derecha y de las clases privilegiadas, de elementos revolucionarios
precisamente para actuar en sentido contrario y frenar todo movimiento
auténticamente socialista y transformador. Otro asunto es que la
situación se les escapara de las manos y que en algunos momentos
históricos esa propia derecha haya tenido que enfrentarse al fascismo y
aliarse con la izquierda. Creo que es importante señalar esa condición
seudorrevolucionaria e instrumentalizadora del fascismo, que encubre una
intención acaparadora de la militancia obrera para acabar con toda
consciencia y organización, hasta el punto de que haya usado un lenguaje
propio de la izquierda radical (anticapitalismo, a veces laicismo…) e
incluso mencionando a ciertos pensadores socialistas no marxistas.
No
obstante, el fascismo no ha solido esconder su fuerte nacionalismo y ha
recabado la más fuerte tradición de la patria: el fascismo italiano
hundía sus raíces en la Antigua Roma tomando prestados sus emblemas, la
Alemania nazi invocaba la grandeza de raza y adoptó la esvástica de un
símbolo indoeuropeo. En este aspecto, que puede extenderse a toda forma
de nacionalismo, se contrarresta el internacionalismo proletario propio
de los orígenes. El nacionalismo es claro en el fascismo, pero como
ocurre con el mismo concepto político de nación, se produce cierta
confusión, ya que se apodera de rasgos y arquetipos muy diferentes según
el país que se trate.

El fascismo es profundamente antidemocrático, ya
que considera la democracia como un mero disfraz, pero puede aludir a
los rasgos plutocráticos, oligárquicos o capitalistas de la propia
democracia. Para substituirla, adopta formas propias de ella como es el
caso del Parlamento, pero sin miembros elegidos directamente, sino a
través de instituciones que se consideran orgánicas e inmanentes:
agrupaciones familiares o profesionales, núcleos municipales, gremios o
sindicatos (el conocido corporativismo del fascismo italiano). En la
cúspide de esa corporación siempre hay un jefe carismático con los
máximos poderes y se practica un fuerte culto a la personalidad. El
régimen fascista es tremendamente duro, con una fuerte policía política,
con censura de la prensa, tribunales políticos (no existe separación de
poderes) y duras puniciones gubernativas y administrativas; asimismo, y
en la medida que su condición de lo permite, suele tender a la
expansión territorial y la conquista, al racismo y exalta la guerra como
un valor absoluto.

Se tiende en esos regímenes al proteccionismo por un
lado, ya que el Estado vela por todos, y por otro se pretende el
constante adoctrinamiento haciendo que cada persona forme parte de una
organización desde corta edad. La renuncia suele ser otro de los rasgos
del fascismo, una cierta mística y un ascetismo que seguramente encubren
el deseo de que el obrero no aspire a una vida mejor y más plena en
todos los ámbitos. Los placeres de los que debería disfrutar cada ser
humano son sustituidos por la alegría del servicio, las grandes
reuniones colectivas, los desfiles, los cánticos y cierto culto a la
destrucción. Aunque estrictamente la dictadura de Franco puede que no
deba calificarse de fascista (el verdadero fascismo era en realidad el
de Falange, copiado del italiano), debido a su tradición católica,
también puede verse como uno de los rasgos nacionalistas que hunden sus
raíces en la historia de la patria; en cualquier caso, vemos que muchos
rasgos son propios de esa dictadura conservadora. Hay quien ha
calificado de esa manera al fascismo: dictadura de derechas creada en un
momento muy concreto para anular la lucha de clases. No es una mala
definición. Por otra parte, y desgraciadamente, muchos de esos rasgos
totalitarios (culto a la personalidad, nacionalismo, jerarquización,
adoctrinamiento…) son compartidos por unos regímenes socialistas
supuestamente fundados en la igualdad de clases. El fascismo es hijo de
la derecha, y así hay que recordarlo, aunque sus rasgos se muestren en
otros movimientos autoritarios.

Después de este pequeño
análisis, susceptible por supuesto de todos los matices que se quieran,
es importante encontrar la herencia fascista en nuestras sociedades
industrializadas. Lanzo una cuestión, que me parece importante para una
cultura política de amplio horizonte, y es indagar en el sistema de
ideas que, verdaderamente, se opone al fascismo (entendido de manera
plena, no con simples vaguedades para legitimar una débil democracia
sucumbida al poder económico). Otras veces se ha querido definir al
fascismo simplemente como la antítesis de la democracia liberal;
precisamente, hay que preguntarse por el verdadero sentido, tanto de la
democracia (solo entiendo esta palabra como emancipación política y
económica, por lo que no voy a coincidir con todo el mundo), como del
liberalismo (aunque habría mucho que hablar al respecto, muchos
anarquistas clásicos se consideraban los auténticos portadores de ese
concepto); un tercer opositor sería el socialismo, aunque haya sido
demonizado debido a su acaparación por el propio fascismo y por el
autoritarismo de izquierda.

Todo este análisis político me vale también
para lanzar otra reflexión de naturaleza más social y sicológica. Se
trata de la llamada “doctrina del liderazgo”, que está detrás de todo
movimiento autoritario (el ansia de poder tiene su concreción más
evidente en el fascista), y que hoy se muestra tal vez más canalizada
por la cultura empresarial (y de forma menos evidente, ya que la
coerción adopta formas más o menos sutiles). Por supuesto que existen
causas económicas e históricas que dieron lugar al fenómeno fascista (y a
cualquier otra circunstancia política), pero hay que recordar a Fromm y
su insistencia en las causas sicológicas para que el ser humano
entregue su libertad a fuerzas que le superan. En un régimen
totalitario, las ansias de libertad son grotescamente anuladas, pero en
otros sistemas menos autoritarios, los mecanismos de control se muestran
más dispersos y encuentran su acomodo tal vez en las condiciones
sicológicas individuales. Si reflexionamos, rara vez se ha sentido de
manera plena esas ganas de conquistar la libertad en la historia, y
cuando ocurre, no tarda demasiado en caerse en algún otro sistema de
control. El miedo a la libertad de Fromm continúa, latente o patente,
aunque siempre existan individuos que se rebelan contra toda forma
autoritaria invocando una nueva energía libertaria que tenga como
cimiento social la fraternidad universal. Esa energía es tan poderosa
que puede arrastrar cualquier tentación totalitaria y autoritaria. Ese es el camino.




Fuente: Reflexionesdesdeanarres.blogspot.com