
El nuevo libro de David Wengrow y David Graeber rechaza con astucia los mitos fatalistas sobre la historia humana: es una defensa de nuestra capacidad de rehacer el mundo.
Los mitos sobre los orígenes del mundo tienen un efecto psicológico fundamental: sin importar su validez científica, justifican la situación presente y limitan nuestra capacidad de imaginar mundos posibles. La sociedad capitalista moderna está fundada sobre dos variantes de un mito único.
Una historia cuenta que nuestra vida como cazadores-recolectores era «desagradable, brutal y corta», hasta que llegó el Estado y nos permitió prosperar. La otra historia dice que los humanos, mientras vivían en un infantil estado de naturaleza, eran felices y libres, pero luego llegó la civilización y «todos corrieron al encuentro de sus cadenas».
Son dos variantes del mismo mito porque asumen un recorrido histórico unilineal que comienza con igualitarios grupos de cazadores-recolectores y culmina con el desarrollo de la complejidad y la jerarquía sociales. También alimentan la misma perspectiva fatalista sobre el futuro: sea que elijamos a Hobbes (el primero) o a Rousseau (el segundo), nos hacemos a la idea de que lo mejor que podemos hacer para abordar nuestros dilemas actuales es remendar ligeramente el paño de la política. La jerarquía y la desigualdad son el precio inevitable de haber madurado.
Ambas versiones del mito nos presentan el pasado de la humanidad como una sopa primordial de pequeños grupos de cazadores-recolectores, sin ninguna perspectiva ni pensamiento críticos, donde no sucedió prácticamente nada hasta que nos embarcamos en el proceso que, con el advenimiento de la agricultura y el nacimiento de las ciudades, culminó en la Ilustración moderna. LEER MÁS
FUENTE: JACOBIN
Fuente: Ateneolibertariocarabanchellatina.wordpress.com