¿Hidrógeno verde? Poniendo en cuestión los optimismos renovables del plan de descarbonización en Cantabria
El hidrógeno verde es el que se genera mediante la electrolisis del agua con electricidad que proviene en un 100% de las llamadas energías renovables. El hidrógeno verde sería entonces el tipo de hidrógeno más limpio, por encima del gris y el azul. Sin embargo, no es una fuente de energía sino un vector -para almacenar energía-. España produce un gran excedente de energía eléctrica y en los últimos años el consumo ha caído considerablemente. El problema es que el 80% de la energía que se consume es de origen fósil y no eléctrica. Todo apunta a que la búsqueda desesperada por un combustible alternativo al petróleo que pueda sustituir al diesel, el etanol y otros derivados, ya que la energía eléctrica no sirve para mover maquinaria pesada, barcos, camiones…, sea uno de los motivos de la burbuja del hidrógeno verde.
El estado español se ha propuesto ser líder en el despliegue del hidrógeno renovable en la UE. El declarado objetivo a nivel europeo es alcanzar lo que a nivel institucional llaman “neutralidad climática” para el año 2050. El hidrógeno “verde” es clave en este plan de descarbonización. El Gobierno destinará más de 1.500 millones a su impulso hasta 2023 a través del Fondo Europeo de Recuperación.
En este contexto, creado en el año 2011, Sea of Innovation Cantabria Cluster (SICC) es el primer cluster en España en el sector de las energías renovables marinas y el impulsor de Bahía H2, el proyecto que pretende posicionar a Cantabria como un una región que obtenga hidrógeno verde en la mar. Esta iniciativa cuenta con la participación de instituciones y empresas como la UC o Repsol Technology Lab.
La supuesta descarbonización de la economía europea para 2050 se apoya en el sector eólico marino, en la energía fotovoltaica flotante y, para ello, el hidrógeno verde se adapta bien a este objetivo. El amoniaco funcionaría como “un método idóneo para su almacenamiento, transporte y distribución”
Concretamente, para la descarbonización del sector industrial marítimo de Cantabria, el cluster marítimo (Marca) en colaboración con Soermar, ha presentado “Green hidrógeno Cantabria”, una especie de green new deal en lo concreto y lo local que plantea una promesa ambiciosa basada en la creación de puestos de trabajo, reactivación de la economía y producción de grandes beneficios económicos, además de su definición pública principal; “una oportunidad para hacer del hidrógeno una parte importante de nuestro futuro energético”
El marketing discursivo en concreto de las iniciativas Bahía h2 y Green hidrógeno Cantabria, se basa en afirmar que para una fecha futura concreta, podremos prescindir de los combustibles fósiles para mantener un mismo nivel de consumo a partir de energías renovables. Se basa en afirmar que la producción de hidrógeno en el mar contribuirá eficazmente a este propósito.
Un punto de partida que no advierte de la necesidad de reducir drásticamente el consumo, ni de transformar el modelo socioeconómico. No es para nada extraño ni reseñable, pues hacerlo significaría reconocer que cualquier salida ante el cambio climático y la contaminación del planeta no pasa por innovaciones técnicas aplicables a un mismo modelo de consumo, sino por transformaciones políticas y sociales que no necesiten sostenerlo.
Pero el caso es que incluso en ese debate que incluye las cuestiones más técnicas del asunto, no todas las voces tienen las mismas “ilusiones renovables”. No todas guardan ese optimismo en la efectividad del hidrógeno verde, ni en la posibilidad de que esto conlleve la total ausencia de utilización de recursos fósiles. Para ello, recordamos el Informe Descarbonización 100% con 100% renovables, de Pedro Prieto, que aunque está en lengua inglesa, tiene una presentación lo suficientemente completa en la revista 151515 dónde expone sus motivos. Pedro dice que el hidrógeno verde muestra bajos rendimientos en su producción y sobre todo graves problemas para almacenarse de forma segura y viable (especialmente en los grandes almacenajes logísticos que requiere, por su carácter altamente inflamable, su bajísima densidad energética en peso y, sobre todo, en volumen, así como por su gran reactividad, especialmente con los metales que deben contenerlo a altas presiones o bajísimas temperaturas y a los que vuelve quebradizos en muy poco tiempo).
Además, en “Un breve análisis de la eficiencia de ciclo completo de la economía del hidrógeno verde”, encontrado en la misma revista, muestra cómo para la obtención de este recurso se gasta un montón de energía sin ni siquiera contar con los costes de fabricar, instalar y mantener todas las infraestructuras existentes.
*El hidrógeno es un gas: Aún cuando la densidad energética en peso del hidrógeno sea muy alta, su densidad energética en volumen depende de a qué presión esté almacenado (más moléculas de gas, más presión) y en general es mediocre. Hay que almacenar el hidrógeno a alta presión para conseguir densidades energéticas en volumen medianamente decentes (750 bares de presión, que es como la presión del mar a 7.500 metros de profundidad). Eso implica usar depósitos con paredes muy gruesas y resistentes (y por tanto muy pesados), y una grieta en el depósito puede provocar una explosión.
* El hidrógeno es muy fugaz: La molécula de hidrógeno es una de las más pequeñas en la naturaleza, y eso hace que sea muy fugaz: incluso en los mejores depósitos, a las presiones de trabajo que se usan, pérdidas diarias del 2 o el 3% del gas contenido son normales. Eso, hablando de un gas invisible, inodoro y altamente inflamable hace que se deba tener especial cuidado con la ventilación en los alrededores de los depósitos de hidrógeno, aparte de que ese escape diario disminuye aún más la eficiencia del hidrógeno como combustible.
* El hidrógeno corroe las conducciones: Es conocido que el hidrógeno reacciona con el acero al carbono formando hidruros que las corroen, fragilizando así las cañerías que lo trasportan (brittlening). Para evitar ese problema se deben revestir internamente las conducciones con un polímero (un plástico), lo cual añade costes y dificulta usar las actuales conducciones de gas natural para su transporte.
*La eficiencia final en vehículos es muy baja: Contando todas las pérdidas, la eficiencia energética desde la boca de producción hasta el movimiento motor del vehículo (well to wheel) suele rondar el 25%, frente al 75% o incluso más de los vehículos eléctricos. Encima, las pilas de combustible que se tienen que usar y que encarecen estos vehículos llevan materiales escasos como el platino.
Extracto del artículo: Asalto al trén del hirógeno
Otra voz que discrepa respecto al optimismo renovable es Antonio Turiel. Según él, “la mayoría de los proyectos que están proliferando en España al calor de los fondos europeos para la recuperación económica no tienen ninguna utilidad real. No tiene sentido sembrar el territorio nacional de nuevos parques eólicos o fotovoltaicos en un país donde el consumo de electricidad se contrae desde 2008, porque la electricidad es una forma de energía minoritaria (alrededor del 20% del consumo de energía final) y subsidiaria del impulso que dan el resto de energía final, sobre todo la alimentada con combustibles fósiles.” Mientras Turiel afirma que todas estas infraestructuras construídas pasarán al olvido y abandono en cuestión de años, apunta al doble drama que implica el gasto de toda esta inversión en algo innecesario, así como la correspondiente pérdida de oportunidades de invertir el gasto en algo realmente útil frente al cambio climático. Lo que él llama “El Gran Despilfarro”
Este entusiasmo de las élites europeas que se materializan en proyectos como los nombrados en Cantabria y otros territorios, por una cuestión que ni siquiera corresponde directamente a la extracción de una fuente de energía y que conlleva una baja eficiencia y riesgos tan elevados, podemos entenderlo mejor si conocemos los poderosos lobbies que lo están impulsando con la excusa de luchar contra el cambio climático y por la llamada descarbonización de la economía. Los protagonistas de estos lobbies son algunos de las principales gigantes del gas fósil. -Repsol, Cepsa, Acciona etc
Como una investigación revela, la Estrategia europea del hidrógeno de la Comisión, publicada en julio de 2020, es preocupantemente similar a las demandas del grupo de presión Hydrogen Europe, incluidos los objetivos y las inversiones necesarias para el hidrógeno tanto dentro como fuera de la UE, cuya industria cuesta 430.000 millones de euros para 2030. Además, incluso la obtención de hidrógeno verde a partir de energías renovables no sería suficiente a nivel europeo para satisfacer la demanda de su población, por lo que la lógica neocolonial vendría a solucionar esta carencia a través de, entre otros territorios, África. El continente africano está en el punto de mira a un medio-largo plazo para la extracción y posterior tranporte hacia tierras europeas del hidrógeno verde. Sin embargo, las soluciones más cortoplacistas se corresponden con levantar proyectos en el propio territorio europeo y, para ello, las relaciones norte-sur se reproducen también de fronteras para dentro, de tal manera que el estado español es uno de los lugares estratégicos para levantar proyectos renovables de dudosa utilidad. En conclusión, para mantener maquinaria pesada durante un tiempo, primero España, luego el Congo.
La simple constatación de que la obtención de hidrógeno verde, ya sea con renovables o no, se enmarca dentro de una estrategia europea para la descarbonización (relativa) de la economía promovida por los principales gobiernos europeos a través de grandes cantidades de dinero en fondos públicos y grandes lobbies de la industria gasística, además de los incovenientes técnicos de su aplicación para emular el consumo energético actual, principal responsable de aquello que muchos llaman “Capitaloceno”, es motivo suficiente para leer con lupa y escepticismo estos proyectos que con tanto entusiasmo se divulgan en los medios generalistas.
Fuente: Briega.org