Reproducimos
a
continuación
el
prefacio
de
Eduardo
Colombo,
compilador
de
los
textos
que
integran
este
libro
(Buenos
Aires,
Libros
de
Anarres
2013):
Las
nuevas
generaciones
que
en
el
imperturbable
correr
de
los
días
emprenden
la
lucha
por
un
mundo
mejor
deben
hacerlo
sobre
una
tierra
trabajada
por
otros
luchadores
que
se
fueron
perdiendo
en
la
oscuridad
del
pasado.
Los
descendientes
de
aquellos
que
tanto
sembraron
y
nada
recogieron,
salvo
su
pesada
carga
de
sacrificios,
pobreza,
cárcel
y
metralla,
tienen
que
enfrentarse
con
los
nuevos
amos,
dueños
no
solo
del
botín
sino
también
del
pasado
porque
son
ellos
los
que
escriben
la
Historia
oficial.Así,
la
gente
del
pueblo
se
encuentra
empobrecida
y
desposeída
también
de
su
propia
historia
que
fue
escamoteada
por
las
ideologías
un
momento
triunfantes
–ayer
el
marxismo,
hoy
el
neoliberalismo,
cubiertos
en
la
Argentina
bajo
el
manto
del
peronismo–
que
lograron
hacer
caer
en
el
olvido
la
experiencia
revolucionaria
de
toda
esa
parte
del
movimiento
obrero
de
acción
directa
que
tiene
su
origen
en
la
rama
antiautoritaria
de
la
Primera
Internacional.
Sin
embargo,
como
decíamos
en
la
presentación
de
la
edición
brasileña
de
este
libro,
esa
historia
es
próxima
y
la
tradición
oral
todavía
viviente.
Pese
a
ello
existen
rupturas
en
la
memoria
de
los
pueblos
y
uno
tiene
la
dolorosa
impresión
de
un
eterno
recomenzar.
Pero
no
es
cierto,
el
pasado
nos
propulsa
ahí
donde
estamos
y
no
podemos
dejar
de
aferrarnos
a
ese
hilo
tenue
que
une
la
imagen
de
aquellos
que
nos
precedieron,
explotados
y
maltratados,
a
la
visión
de
una
humanidad
liberada.
Entre
ambas
representaciones
se
encuentra
el
presente,
el
momento
de
la
acción.
Y
el
interés
por
el
pasado
es
un
signo
seguro
de
la
pasión
que
nos
lleva
a
querer
cambiar
este
presente
por
otro
futuro.
Consciente
de
la
importancia
que
adquiere
en
nuestra
época
la
recuperación
de
las
experiencias
y
del
sentido
de
los
combates
de
ayer
la
Confederación
Nacional
del
Trabajo
(CNT),
que
es
la
organización
anarcosindicalista
y
sindicalista
revolucionaria
de
Francia,
decidió
organizar
en
vísperas
del
Primero
de
Mayo
del
año
2000,
un
Coloquio
Internacional
sobre
la
historia
del
movimiento
obrero
revolucionario.
Este
encuentro
formaba
parte
de
una
semana
de
actividades
culturales
y
artísticas
diversas
que
culminaron
en
un
meeting
internacional
y
en
la
manifestación
del
Primero
de
Mayo
por
las
calles
de
París.
Un
lema
reunía
todas
esas
actividades:
Por
otro
futuro,
de
la
resistencia
a
la
alternativa
social.El
Coloquio
reunió
a
una
decena
de
historiadores,
investigadores
y
militantes
del
movimiento
obrero,
durante
dos
días,
en
el
anfiteatro
de
la
Bolsa
de
Trabajo
de
Saint-Denis
situada
en
el
conurbano
de
París.
Los
debates
contaron
con
la
participación
de
un
público
interesado
y
entusiasta
en
la
defensa
de
posiciones
muchas
veces
controvertidas.
Esos
trabajos
fueron
publicados
el
año
siguiente
por
la
misma
CNT
en
colaboración
con
la
editorial
Nautilus,
en
un
volumen
que
lleva
el
título
De
l’Histoire
du
mouvement
ouvrier
révolutionnaire.
Esta
edición
castellana
cuenta
con
el
agregado
de
un
texto
sobre
el
Brasil
que
fue
escrito
en
ocasión
de
un
nuevo
Coloquio
que
tuvo
lugar
en
São
Paulo
y
Río
de
Janeiro
en
2004,
acompañando
la
publicación
de
esos
estudios
traducidos
en
lengua
portuguesa.
En
la
Argentina
el
movimiento
obrero
nació
con
la
impronta
del
anarquismo,
lo
que
lo
llevó
durante
un
largo
período
a
mantener
celosamente
su
independencia
de
todo
partido
político
y
a
defender
con
uñas
y
dientes
la
acción
directa,
a
oponerse
al
arbitraje
del
Estado
y
a
la
colaboración
de
clases.
El
golpe
de
Estado
de
1930,
ejemplo
de
la
reacción
conservadora
y
antiobrera,
fue
dirigido
en
gran
parte
contra
ese
movimiento.
La
FORA
fue
condenada
por
un
cuarto
de
siglo
a
la
clandestinidad.
Y
los
capitanes
del
6
de
septiembre
fueron
los
coroneles
del
’43,
manteniendo
así
la
práctica
de
los
sucesivos
golpes
de
Estado
militares
que
se
fueron
escalonando
cada
diez
o
doce
años
hasta
llegar
a
la
violencia
genocida,
que
tuvo
sus
prolegómenos
ya
antes
del
‘76.
La
Argentina
fue
sangrada
como
tantos
otros
pueblos.
El
combate
por
la
libertad
y
la
igualdad
no
tiene
fin.
Un
nuevo
movimiento
revolucionario
debe
surgir
de
abajo,
del
pueblo
trabajador.
Conocer
la
historia
del
movimiento
obrero
que,
durante
gran
parte
del
siglo
pasado
y
en
casi
todas
las
regiones
del
mundo,
fue
la
punta
de
lanza
de
la
emancipación
humana
forma
parte
de
las
herramientas
necesarias
para
continuar
la
marcha.
El
movimiento
obrero
nace
en
Europa
al
final
del
primer
tercio
del
siglo
XIX,
cuando
la
clase
explotada
toma
conciencia
de
su
condición
común
por
encima
de
fronteras
y
regímenes.
Antiguas
herencias
ideológicas
se
unirán
a
nuevas
formulaciones
en
la
organización
del
emergente
proletariado
urbano
frente
a
la
reacción
violenta
y
represora
de
una
burguesía
que
observaba
con
pavor
el
nuevo
escenario;
todo
contribuirá
fuertemente
a
que
la
clase
trabajadora
tome
conciencia
de
la
lucha
de
clases.
Todavía
existirá
otro
factor
que
contribuya
a
esta
toma
de
conciencia
y
es
el
exilio;
las
insurrecciones,
y
la
represión
consecuente,
conducirá
a
la
diseminación
internacional
de
numerosos
rebeldes,
personas
afirmadas
en
la
lucha,
que
observarán
el
sufrimiento
por
igual
en
los
diferentes
países,
por
parte
de
los
oprimidos,
y
adquirirán
una
visión
internacionalista
y
una
comprensión
de
la
unión
de
todos
los
explotados
como
clase.
Tal
y
como
dijo
Proudhon,
será
la
revolución
de
1848
la
fecha
en
la
que
las
clases
obreras
tomen
definitivamente
conciencia
de
sí
mismas
y
se
separen
radicalmente
de
la
burguesía.
Por
lo
tanto,
los
rasgos
que
definirán
al
movimiento
obrero
revolucionario
serán
una
irreductible
oposición
de
clases,
una
conciencia
de
la
unidad
económica
resultado
de
la
condición
de
explotados
y
el
internacionalismo.
La
primera
organización
internacional
de
carácter
proletario
se
producirá
entre
1855
y
1859,
fundada
en
Londres
por
refugiados
franceses,
polacos,
alemanes
y
los
cartistas
ingleses;
será
el
último
y
más
importante
eslabón
en
los
precedentes
de
la
Primera
Internacional.
Ésta,
nacerá
en
1864
como
Asociación
Internacional
de
Trabajadores;
de
ahí
nacerá
el
proletariado
militante,
pero
de
forma
paralela
también
la
pretensión
por
parte
de
una
élite
política
de
dirigirla.
Bakunin
insistirá
en
que
el
objetivo
es
la
emancipación
completa
de
los
trabajadores,
mientras
que
Marx
y
Engels
se
obstinarán
en
ejercer
su
control
desde
su
cuartel
general
en
Londres.
Como
es
sabido,
en
el
congreso
de
La
Haya,
de
septiembre
de
1872,
se
producirá
la
ruptura
radical
entre
socialistas
autoritarios
y
antiautoritarios,
marxistas
y
anarquistas.
La
rama
antiautoritaria
de
la
Primera
Internacional,
después
de
esa
ruptura,
vivirá
un
periodo
arriesgado,
de
vitalidad
desigual
según
los
países,
pero
confiando
siempre
en
un
anclaje
indispensable
en
la
clase
obrera;
un
Congreso
en
Londres
en
1881,
de
inesperada
articulación,
mantuvo
los
ideales
de
la
AIT
antiautoritaria.
En
los
Estados
Unidos
se
funda
en
1883
la
International
Working
People´s
Association,
que
es
considerada
la
rama
americana
de
la
Internacional
antiautoritaria;
la
orientación
anarquista
se
irá
consolidando
hasta
los
trágicos
sucesos
de
los
Mártires
de
Chicago
por
la
jornada
de
ocho
horas
de
trabajo,
donde
nace
la
dimensión
internacional
del
Primero
de
Mayo
y
también
la
conciencia
de
la
huelga
general
como
arma
revolucionaria.
En
Europa,
la
rama
antiautoritaria,
a
pesar
de
su
exclusión
en
diversos
congresos
por
parte
de
los
partidarios
de
la
acción
legislativa
y
parlamentaria,
tomará
un
nuevo
desarrollo
a
nivel
internacional.
La
CGT
francesa
estará
impregnada,
con
su
sindicalismo
revolucionario
de
las
ideas
anarquistas
en
su
Carta
de
Amiens
de
196;
en
1905,
nace
la
FORA
argentina
y
ese
mismo
año
nace
la
IWW
(Industrial
Workers
of
the
World);
en
España,
en
1907,
se
funda
Solidaridad
Obrera,
inmediato
precedente
de
la
poderosa
Confederación
Nacional
del
Trabajo.
En
Alemania,
la
FVDG
(Asociación
Libre
de
Sindicatos
Alemanes)
será
el
germen
del
sindicalismo
revolucionario
antes
de
la
Primera
Guerra
Mundial
y
en
Italia,
en
1907,
el
Comitato
de
Azione
Directa
será
el
antecedente
de
la
USI;
en
muchos
otros
lugares
del
planeta,
se
crearán
infinidad
de
federaciones
antiautoritarias.
Todas
esas
organizaciones
serán
la
base
para
el
resurgimiento
de
la
AIT
en
1922;
desgraciadamente,
la
derrota
en
la
Guerra
Civil
Española
supondrá
un
dramático
punto
de
inflexión
para
el
anarquismo.
Después
de
la
Segunda
Guerra
Mundial,
del
fin
del
comunismo
y
con
la
globalización
capitalista
y
el
triunfo
de
la
ideología
liberal,
será
necesario
labrar
un
futuro
por
parte
del
anarquismo
hilvanando
con
la
tradición
federalista
y
antiautoritaria.
Los
textos
de
este
libro,
compilados
por
Eduardo
Colombo,
se
ocupan
de
la
rama
antiautoritaria
de
la
Primera
Internacional
para
recuperar
la
historia
de
un
movimiento
obrero
que
resistió,
tanto
al
reformismo
socialdemócrata
como
a
la
dictadura
de
los
que
se
decían
revolucionarios.
Un
trabajo
indispensable
en
un
mundo
intelectual
en
el
que
la
clase
dirigente,
de
una
pelaje
o
de
otro,
oculta
a
aquellos
que
cuestionan
su
derecho
a
mandar.
Fuente: Reflexionesdesdeanarres.blogspot.com