POR FRAN FERNÁNDEZ
“No somos partidarios de organizar en sentido positivo á las clases trabajadoras; aspiramos á una organización negativa. (…) Creemos que ésta debe ser por grupos, sin estatutos; que tenga por eje las comunes necesidades de clase, y por lazo la solidaridad, de la que haremos participes á todos cuantos luchen por la revolución social”1
Equipo de redacción de La Justicia Humana. Nuestros propósitos,1886
La Justicia Humana
En el 18 de abril del año 1886 la implantación del anarquismo comunista en el llano barcelonés alcanzó un hito importante: por primera vez lograron tener la capacidad para editar una publicación de carácter quincenal: La Justicia Humana.
Tras las intervenciones anarcocomunistas en el pasado Congreso Cosmopolita de Barcelona (1885), este tipo de planteamientos anarquistas empezaron a proliferar con más fuerza en Catalunya y se ganaron el apoyo del anarquismo continental. Desde las páginas de La Révolte, la cabecera más influyente del anarquismo europeo, se criticaba al colectivismo español y, desde las páginas de otras publicaciones, como la belga Revue Anarchiste (20 de marzo de 1885), se atacaba igualmente el predominio colectivista hispano. En definitiva, una situación en la cual la corriente hispana hegemónica veía como el predominio anarcocomunista era continental y estaba, igualmente, establecido en diferentes ciudades españolas, especialmente en Andalucía y en otros núcleos como Madrid, el llano barcelonés y València. Todo ello provocó dos efectos en las filas del colectivismo. Por un lado una actitud de reafirmación de dichos principios por parte de figuras como Josep Llunas, director de La Tramontana, o de Juan Serrano y Oteiza, uno de los más reconocidos y prestigiosos colectivistas, el cual, ante el clima de debate ideológico existente desde 1885, publicó un artículo en La Revista Social, con el elocuente título de “¡Colectivistas a defenderse!”. En el mismo sentido también destacó el yerno de éste último, el vigués Ricardo Mella, defendiendo los postulados colectivistas en diferentes escritos, como los que presentó en el Certamen Socialista de Reus en 1885. Por contra, otra parte del colectivismo, aún sin renunciar a sus planteamientos economicistas, sí que empezaron a virar hacia posicionamientos críticos, especialmente en referencia a cómo organizarse, empezando a admitir algunas de las críticas recibidas por el incipiente comunismo, en el sentido de la existencia de burocratismos y jerarquías en el seno de la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española), o en considerar un error el ocultamiento de las disposiciones del Congreso Anarquista de Londres de 1881. Nombres como los de Fernando Tarrida del Mármol, Pere Esteve, Teobaldo Nieva, Indalecio Cuadrado o Anselmo Lorenzo, en este sentido, destacaron en este tipo de planteamientos, apostando por reducir el burocratismo de la FTRE, por un lado, y ampliando las miras ideológicas del colectivismo desde publicaciones como la revista Acracia, fundada en 1886. Una actitud abierta que se manifiesta en la madrileña Bandera Social, publicación que resultará ser el embrión de la barcelonesa El Productor, aparecida en 1887. En dichas publicaciones, pese a formar parte del colectivismo ligado a la FTRE, se visulumbran ciertas autocríticas y se empiezan a aceptar textos y referencias a reconocidos comunistas extranjeros, especialmente los de Piotr Kropotkin.
En el caso concreto del llano barcelonés, tras los sucesos en el Congreso Cosmopolita de 1885, las doctrinas comunistas demostraban estar plenamente asentadas en el territorio gracias a la existencia de varios grupos e, igualmente, se contaba con el apoyo mayoritario del anarquismo europeo y de los anarquistas migrantes residentes en Barcelona, con quienes se compartían afinidades organizativas, objetivos de propaganda y luchas comunes.
En La Justicia Humana el clima de enfrentamiento teórico entre corrientes libertarias se reflejaba claramente en sus páginas y continuaban vivas las polémicas que habían originado las divisiones en la FTRE desde los tiempos del montaje de La Mano Negra y el papel de la Comisión Federal del sindicato, delatando a sectores más radicales y dejándolos en bandeja a la represión estatal, o por la centralización y jerarquización que existía entre los cargos de la FTRE y sus bases. Por ejemplo, en el artículo Nuestros Propósitos, aparecido en el primer número de La Justicia Humana, es fácil leer entre líneas una respuesta a las mofas y chanzas que la Comisión Federal de la FTRE había lanzado contra la propuesta de estatutos de 1883 de los gracienses, quienes representaban el sentir de sectores críticos con la comisión y que, en su momento, habían sido motivo de mofa por su supuesto mal redactado:
“No somos literatos, por lo tanto, careciendo de la forma y buen estilo en la dicción, comprendemos la desventaja que tenemos para que nuestros escritos sean leibles para las personas que se llaman de buen gusto y doctas en la materia, pero como escribimos para nuestros compañeros los desheredados, confiamos que estos nos entenderán, ya que hablaremos su propio lenguaje”2.
En toda regla una bofetada certera contra quienes en su día se mofaron por la gramática de viejas propuestas. De hecho, el estilo de esas primeras publicaciones anarcocomunistas destacaba por buscar un intencionado tono rudo, con formas directas y aparentemente poco elaboradas, en contraposición clara a otros estilos más periodísticos de otras compañeros anarquistas. En el juego de marcar perfiles dentro del anarquismo, los primeros anarcocomunistas se mostraban, frente a un anarquismo “aburguesado” y “apolillado”, como los representantes del anarquismo surgido de los estratos más desarraigados de la sociedad. Los redactores de dicha publicación, siguiendo con las rememoranzas del pasado, ante la obviedad que hasta hacía poco tiempo también se proclamaban como colectivistas, afirmaban que, en cierta forma, ya eran comunistas puesto que desde los inicios del anarquismo en España, “si hemos pertenecido á esta escuela ha sido haciéndonos eco de las afirmaciones de sus propagadores, que siempre nos han dicho: todos, para uno, y uno para todos, que constituye una sola familia, la cual, no puede efectuarse existiendo la propiedad individual, que engendra el egoismo y la diferencia de clase”3.
Leyendo entre los artículos de esa u otras primigenias publicaciones o ediciones editoriales, resulta fácil observar que en su mayoría eran partidarios de los grupos de afinidad y de la ilegalidad. Factores no especialmente novedosos si los comparamos con Los Desheredados de la AIT -sectores que tras la legalización de la FTRE aún consideradaban útil la vía clandestina y que, finalmente, acabarían siendo objeto de purga por parte de la CF de la FTRE-, o con la praxis cotidiana en la anterior década, así que, frente al colectivismo legalista dominante, ellos se mostraban como herederos de la tradición clandestina y conformados por los sectores más pobres y desfavorecidos de la sociedad, marcando así distancia del colectivismo dominante, el cual, en cierto modo, era definido como burgués y contrario a la lucha de clases.
La base militante de La Justicia Humana fue diversa, aunque predominaban los nombres de antiguos integrantes del sindicalismo de inspiración libertaria, como fueron Emili Hugas, Martí Borràs, Jaume Clarà, Victoriano San José y posiblemente Rafael Roca. Otras individualidades, tales como el francés Luis Lalucat, uno de sus redactores, o la más que probable presencia y apoyo de Fortunato Serantoni, un italiano que desde hacía unos años estaba establecido en Barcelona, nos indicarían que el perfil de los componentes del periódico era abierto a todas las nacionalidades, aunque predominaban los nacidos en Catalunya.

Pese al tono propagador del anarquismo comunista del periódico, también se intuye la colaboración de personalidades no estrictamente partidarias de dicha corriente. En algunas cartas al periódico se intuyen, por ejemplo, afinidades con sectores aún colectivistas. También en personalidades como Luis Lalucat encontramos esa amplitud de miras, puesto que pese al tono eminentemente comunista de La Justicia Humana, también participaba en la publicación El Condenado de Barcelona, la cual se definía sencillamente como socialista. Por su participación en esta última cabecera, al parecer, fue detenido y conducido a prisión el 10 de noviembre de 1886. El motivo de su detención fue por un artículo titulado “Un Engaño Oficial” y una noticia suelta sobre una huelga en una fábrica de la vecina localidad de Sabadell. Poco conocemos del devenir de El Condenado, pero al parecer la represión, combinada con una campaña de desprestigio por parte de sectores colectivistas, provocaron que dicho medio desapareciese. Otras fuentes indican que Luis Lalucat pudo ser un miembro del Círculo librepensador La Luz de Barcelona, un espacio que, habitualmente, se había considerado muy próximo a ciertos colectivistas de aquellos años, favorables a la colaboración con otros sectores de la disidencia antirestauracionista.
Otro posible integrante de aquella publicación pudo ser un tal Costa, el cual estaba vinculado al entorno librepensador y anticlerical del controvertido Bartomeu Gabarró i Borràs, un antiguo cura que dejó el hábito para lanzarse al terreno del anticlericalismo, aunque finalmente, en su vejez, volviese al redil católico. Sobre Costa, más allá de su papel en La Justicia Humana primero y posteriormente en el Tierra y Libertad, durante bastante tiempo fue uno de los redactores de La Tronada Anticlerical, publicación dirigida por Gabarró y de la cual, en el año 1888, él mismo fue director tras caer el peso de la represión sobre Bartomeu. A Costa, por su parte, esa breve aventura le costó una detención. Cabe hacer constar que también, al igual que otros anarquistas de signo comunista, participó en la conocida Confederación Laica auspiciada por Gabarró, la cual destacaba entonces por la creación de escuelas y por tener cierta rivalidad con otros entornos librepensadores, como el forjado alrededor de figuras como Rossend Arús, quien, por otro lado, tenía unas estrechas y cordiales relaciones con algunos integrantes de la FTRE como el entorno alrededor de La Tipografía La Academia, en donde trabajaban la plana mayor del colectivismo barcelonés y se editaban algunas de sus publicaciones más conocidas, tales como La Tramontana o la revista Acracia a partir de 1886.
La Justicia Humana, en síntesis, se componía de la unión de diferentes grupos e individualidades anarquistas de todo el llano barcelonés, aunque con especial peso del núcleo comunista de Gràcia. A los Martí Borràs y Emili Hugas, en aquellos años, también se deberían de incluir los nombres de la compañera de Borràs, Francisca Saperas y con total seguridad seguramente a dos de los encargados de la administración de la publicación, los anarquistas Francesc Pagès y Jaume Clarà4, quien quizá podría ser, al mismo tiempo, uno de quienes promovieron en 1883 la reforma de estatutos de la FTRE desde la federación local graciense, según se recoge por la coincidencias de ciertas iniciales aparecidas en la obra de la Prèmiere Internatonnale en Espagne de Nettlau. Estos, más o menos, serían los nombres conocidos y relacionados con el entorno anarcocomunista específicamente graciense, mientras que el peso del resto del llano fue menor. En éste destacarían los nombres de Rafael Roca y el de Victoriano San José, figurando éste último también como uno de los encargado de la correspondencia de la publicación, cuando residía en la calle Amalia de Barcelona. A finales del año 1886, por contra, al parecer desplazó su residencia a Gràcia, concretamente la calle Vista Alegre5. Me inclino a pensar que Fortunato Serantoni, una de las figuras del anarcocomunismo italiano más prominentes y ya residente en Barcelona, por entonces ya formaba parte del equipo encargado de la edición del periódico. Con él es probable que otros italianos acompañasen en los devenires de esta publicación.
La vida de la publicación fue más bien corta, apenas 8 números y, según se desprende del artículo A nuestros lectores, aparecido en el nº 8 de la publicación, del 25 de noviembre de 1886,tenían serios problemas económicos para poder financiarla e, igualmente, se desprende que la impresión y dirección se centralizaría en la localidad de Gràcia. También decidieron incrementar el precio de la suscripción para el extranjero y abandonar la periodicidad quincenal, optando por un “cuando se pueda” que será, con el paso del tiempo, un eslógan típico de muchas publicaciones de signo anarcocomunista. Me inclino a pensar que, tras el traslado de la sede de Barcelona a Gràcia, también se buscaba aliviar la presión represiva que se sufría en la ciudad de Barcelona, en donde Victoriano San José había sido blanco de seguimientos y figuras como Lalucat permanecían detenidas por su vinculación con el periódico El Condenado. Tras aquellas intenciones de cambios aparecidas en el número 8, en la práctica, se consumó el cierre de la publicación, aunque el núcleo graciense, compuesto por individualidades como el clan familiar de los Borràs-Saperas, el sastre y tipógrafo Emili Hugas, Jaume Clarà, Francesc Pagès y entonces también Victoriano San José, seguramente continuaron su empeño en continuar dicha labor propagandística.
Tras el cierre de La Justicia Humana la actividad propagandística de este primigenio entorno, aunque sin un periódico de referencia, se mantuvo gracias a a la edición de libros y folletos. Nettlau apuntó que desde 1885 se llevaban editando folletos y traducciones en España de signo comunista. Sobre el entorno del llano barcelonés, cabe decir que fueron de los primeros que tradujeron textos de dicho signo. Por ejemplo, en el intervalo de 1886, tras el cierre del primer periódico, a la creación del segundo periódico de dicho entorno en 1888, el Tierra y Libertad, nació la conocida Biblioteca Anárquico-comunista, la cual editó folletos de dicha índole, tanto propios como traducciones, a la par que distribuía otras ediciones, destacando en este caso las editadas en francés. Los principales impulsores de dicho proyecto fueron miembros del núcleo graciense, con el clan Borràs-Saperas, Emili Hugas, Jaume Clarà al frente y, seguramente, con colaboraciones de individualidades como Rafael Roca, Victoriano San José y Fortunato Serantoni. Su catálogo se fue ampliando con los pasos de los años y, sin duda, más allá de la labor difusora de los periódicos, no debemos de mensopreciar la función que desempeñaron este tipo de proyectos para la difusión de sus ideas.
En el caso concreto de la Biblioteca Anárquico-comunista su primer libro, datado en 1887, fue la edición del libro La Sociedad al día siguiente de la revolución, a partir de la traducción de los textos publicados en Le Révolté por parte de los grupos de los V y XIII distritos de París. Se imprimió en la Imprenta Ibérica de Francisco Fossas, sita en la Rambla de Catalunya nº123, una imprenta que, en los siguientes años, fue la habitual para los primeros anárquistas de corte comunista. Era una edición comentada de un texto doctrinal anarquista, en donde se difundían planteamienos de corte comunista y se vertían diferentes críticas hacia el colectivismo. En una de las notas, a partir de un fragmento citado del Almanaque de 1883 de la Biblioteca del Proletariado, en donde desde posicionamientos colectivistas se defendía la creación de un salario (relacionado con el objetivo colectivista que cada trabajador recibiese el producto íntegro del su trabajo), el cual se aprobaría “con aprobación de las colectividades el valor de un trabajo cualquiera”6, era signo para los anarcocomunistas que “el sistema colectivista no es más que un gobieno y precisamente con todas las consecuencias repugnantes de la desigualdad de clases”7. En esa misma cita al texto, los anarcocomunistas aprovecharon para disertar en contra de las doctrinas colectivistas y de la FTRE, asegurando que en el seno de ellas se producían manipulaciones en las votaciones para escoger delegados a los Congresos, los cuales habían sido cocinados desde las Comisiones Federales, y si la elección de delegados fallaba, siempre “quedaba el recurso á la Comisión Federal, de falsificar el escrutinio, como sucedió en el año 1880”8. Para los anarcocomunistas, la organización formal con sus comisiones directoras no era una forma de asociacionismo revolucionario, puesto que tenía vicios propios de una sociedad jerárquica, preguntándose, no sin cierta lógica que “si esto sucede en una organización, tipo embrión de la sociedad colectivista del porvenir (…) qué sucederá en la sociedad del porvenir”9. Así pues, el cierre de La Justicia Humana no debe de ser tenido en cuenta como una crisis en el seno del anarcocomunista barcelonés, puesto que tras la desaparición de dicha publicación se inició el proyecto propagandístico más longevo de dichas doctrinas, como resultó ser la Biblioteca Anárquico-comunista, la cual se puede afirmar que perduró hasta su edición de La Conquista del Pan de Piotr Kropotkin en 1896. El fin de dicho periódico hay que buscarlo en la presión de la represión, la cual afectó a varios de sus integrantes, e igualmente por las evidentes dificultades económicas que arrastraban. El cierre fue un repliegue y una primera experiencia en este sentido y, en el fondo, un primero ensayo de publicaciones futuras.
Las ediciones de libros y folletos estimularon la aparición de nuevos textos de tipo comunista y, a tenor de la longevidad del proyecto editorial, hace pensar que el público de dichos libros no era escaso. También fomentaron la creación de un núcleo de personas estable en el tiempo que sirvió de referencia a futuros anarcocomunistas y estimularon, también, a la creación de nuevos grupos. Hasta 1890, la edición de textos y distribución de otros fue prolífica. Se difundía el texto Proceso a los anarquistas de Chicago, en referencia a los sucesos derivados del 1º de Mayo del 1886 y Autoridad y Organización, colección de textos aparecidos posteriormente en Tierra y Libertad, también la edición comentada de La Sociedad al día siguiente de la Revolución, folleto anteriormente mencionado, así como El Salariado de Piotr Kropotkin. Destacaron tmbién en la distribución de textos en francés y de otras editoriales, como la conocida obra Evolución y Revolución de Elisée Reclus, Aux a femmes, Le Proces a Jahn10 o A las madres. Obras todas ellas bastante populares y que trataban temáticas diversas, como podían ser alegatos específicos hacia sectores sociales concretos, como las mujeres, los jóvenes o incluso los trabajadores del campo11. También fueron distribuidores de láminas en honor de los Mártires de Chicago provenientes de los mismos Estados de Unidos de América. Normalmente, el nombre que más a menudo aparece relacionado con el contacto de dicha colección fue el de Jaume Clarà, lo que nos da pie a pensar que, en aquellos primeros años, fue uno de los elementos más activos del comunismo anarquista.
Este proyecto es una de las razones por las cuales Tierra y Libertad, la cabecera de corte comunista anárquica aparecida en 188812, consiguió asentarse durante cierto tiempo y ser, al mismo tiempo, como apreciaremos, la base de otros proyectos propagandísticos. El esqueleto humano que compuso La Justicia Humana se mantuvo, pero tengo la sensación que dentro de todo el entorno aquí estudiado, quienes habían impulsado la Biblioteca Anárquico-comunista representaban la verdadera columna vertebral del anarcocomunismo catalán y referencia para otros grupos del estado.
Tierra y Libertad
La primera impresión que se puede sacar del segundo periódico anarcocomunista aparecido en Cataluña, Tierra y Libertad, es que los recursos humanos que disponía fueron algo más numerosos que los de La Justicia Humana, inclinándome a pensar que detrás de la nueva cabecera había el rastro de unas 25 ó 30 personas13. Los contactos inernacionales creados años atrás se mantuvieron y se añadieron otros nuevos. Las ciudades francesas con más lazos desde los inicios fueron París, Marsella y Burdeos, y en los años de aparición de Tierra y Libertad, entre 1888 y finales de 1889, se sumaron bastantes contactos con ciudades italianas, especialmente tras la incorporación de anarcocomunistas de dichas latitudes como pudieron ser Giussepe Chiti o una mayor relevancia de Fortunato Serantoni. Finalmente, por motivos migratorios, la ciudad de Buenos Aires fue uno de los centros internacionales con más contactos con el llano barcelonés, no en vano, dos de los pioneros anarcocomunistas más destacados hasta entonces, Rafael Roca y Victoriano San José, residieron en dichas latitudes a finales de la década, siendo, por otro lado, impulsores de proyectos como El Perseguido, cabecera muy querida por el entorno barcelonés en la década de los ’90. Otra zona con fuertes contactos resultó ser el norte de África, con relaciones fraternas con el Grupo Anárquico-comunista de Orán, especialmente con el grupo los Descamisados de Argel, el cual estaba formado por migrantes hispanohablantes. En él, anarquistas como Francesc Borràs Mata, Facundo Borràs o Francesc Roig, escribían desde posicionamientos muy próximos a los de sus colegas del llano, lo que nos podría hacer pensar que pudieron formar parte de dicho entorno primigenio -incluso se podría pensar en parentesco, dado que el apellido Borràs era el de Martí Borràs, destacado dentro del grupo de Gràcia, o que Roig fuese el segundo apellido de Emili Hugas-. Desgraciadamente aún no se ha encontrado una fuente que justifique completamente estas hipótesis, pero a tenor de sus apellidos con resonancias catalanas, así como por los contactos estrechos que mantenían con el Tierra y Libertad, puesto que fueron distribuidores, suscriptores y corresponsales, resultaría pausible entender que tal grado de afinidad era debido a contactos anteriores.

En el resto del estado los ideales anárquico comunistas empezaron igualmente a ser bastante comunes. En el año 1887, al parecer, en Madrid hay ya constancia clara de grupos de esta índole, pues se enfrentaron y discutieron con sectores colectivistas en el Congreso de la FTRE de 1887. En Andalucía, la salud y eclosión de grupos fue bastante importante, destacando en el magma meridional localidades como Sevilla, Huelva, Jerez o Cádiz. Para hacernos una idea, en pequeños pueblos, como podía ser Villaluenga del Rosario, población situada en la província de Cádiz y que, por entonces, cobijaba a poco más de un millar de habitantes, apareció un grupo compuesto por unos 30 a 50 integrantes. En otras pequeñas localidades aparecieron diferentes grupos, como en Las Cabezas de San Juan, Sevilla, en donde hay constancia de un grupo juvenil llamado Guerra a la Burguesía y otro, de carácter más amplio, llamado La Familia Humana. En Catalunya, por contra, pese a no existir una red tan aplia como la andaluza, sí que es cierto que se fueron difundiendo los planteamientos comunistas en el seno del anarquismo autóctono. Éstos empezaron a ser fácilmente reconocibles en todo el llano barcelonés, en poblaciones como Sabadell, el principal centro industrial lanero de España, o en otras localidades conectadas ferroviariamente con Barcelona, como pudieron ser poblaciones como Terrassa, Sant Feliu de Guíxols, Igualada o El Carme. También aparecieron antes de 1890 grupos como La Paz de El Vendrell, en donde seguramente militó el francés Octavio Jahn o el grupo Lingg de Palafrugell.
El Tierra y Libertad durante su existencia se transformó oficiosamente en el portavoz de dichas doctrinas en toda España, según se desprende tras la lectura de las listas de suscriptores, la correspondencia administrativa y peticiones en ese sentido que se produjeron. De hecho la publicación llegó a tener suficientes recursos como para plantearse como semanario en lugar de quincenario, sin embargo esto nunca llegó a suceder. Más allá del peso de la represión, para analizar el fin del Tierra y Libertad en los estertores del año 1889, cabe constatar que tuvieron serias dificultades económicas para subsistir, especialmente derivadas por el impago de paquetes de ejemplares por parte de algunos corresponsales y distribudiores. Si tenemos en cuenta que dichas publicaciones normalmente arrastraban cierto déficit, resulta claro uno de los motivos de su, normalmente, corta duración en el tiempo.
En cualquier caso, pese a ser una publicación no demasiado longeja, el Tierra y Libertad, en el contexto de publicaciones anarcocomunistas de entonces, resultó ser la más duradera de ellas, por lo cual resulta especialmente interesante para comprender la praxis cotidiana de los anarcocomunistas catalanes. A partir de los planteamientos vertidos en sus páginas se deducen sus preferencias organizativas, siendo partidarios de la informalidad organizativa, así como en el terreno estratégico, partidarios del espontaneísmo revolucionario. Dicho entorno se sentía heredero directo de las doctrinas de pensadores como Kropotkin y Malatesta, ayudando en la difusión de sus planteamientos mediante traducciones de ensayos y artículos. Martí Borràs, por ejemplo, fue el primer traductor del mítico texto Entre Campesinos de Errico Malatesta, en este caso traducido como Diálogo entre labradores. Posteriormente esa obra de Malatesta sería traducido por la colectivista Agrupación de Propaganda Socialista de Sabadell, aspecto que sorprendió a los propios comunistas catalanes. Cabe hacer constar que con el paso de los años, dicha traducción sabadellense fue la base de futuras ediciones en castellano y no la de Borràs. En el caso argentino, un grupo juvenil se encargó de la edición a partir del texto sabadellense a inicios de los ’90, aunque varió algunas palabras de la traducción por no considerarlas apropiadas o una manipulación del texto original.
En los años 1888 y 1889, años en los cuales el proyecto de la FTRE parecía sucumbir ante las presiones externas y externas, los debates con los colectivistas seguían siendo habituales. A veces podían resultar tensos, como por ejemplo, el que se produjo entre el Tierra y Libertad, El Productor de Barcelona y La Solidaridad de Sevilla, en referencia a la vieja polémica doctrinal entre comunistas y colectivistas. En líneas generales, pese a que los anarcocomunistas se mostraban contrarios a las reformas surgidas de los congresos de la FTRE o ante la irrupción de la OARE (Organización Anarquista de la región Española) tras la disolución de la FTRE, sí que es cierto que el tono empezaba a ser menos duro que en ocasiones pasadas e, incluso, se valoraban positivamente algunas de las iniciativas planteadas por colectivistas y antiadjetivistas. En el terreno del colectivismo, las maniobras del entorno del Grupo Benevento y el periódico El Productor, lograron que la FTRE se disolviese para crear dos organizaciones distintas, una estrictamente sindical (Federación de Resistencia al Capital – Pactos de Unión y Solidaridad) y otra de corte anarquista (OARE). Al tiempo que intentaban evitar la batalla dialéctica contra los comunistas, empezando a aceptar, aunque fuese con el eufemismo del anarquismo sin adjetivos, dichos planteamientos. Las palabras de Fernando Tarrida del Mármol en la Conferencia Internacional de París de 1889, serían buen ejemplo de ello, ya que proporcionaban una teoría que sirviese de transición entre el colectivismo y el comunismo, apostando por una unidad táctica y dejando los debates doctrinales en segundo plano. Finalmente, entre las filas colectivistas, figuras como Francesc Tomàs, desde Sants, o Ricardo Mella, desde Sevilla, reafirmaban y seguían defendiendo los posicionamientos colectivistas legalistas clásicos, aunque en el caso de Mella, con un lento y constante acercamiento a los planteamientos antiadjetivistas. Tomàs se mostró aún más crítico, analizando el suceso como una conspiración masónica fruto de elementos alejados del obrerismo, que hacía recordar a los peores tiempos de la Alianza de la Democracia Socialista de Barcelona, justo antes de la creación de la FTRE en 1881. Estos críticos, com mínimo durante un par de años, sostuvieron e impulsaron la continuidad de la FTRE alrededor de unas pocas federaciones, como la de Sants, en donde Tomàs militaba, Sevilla, siendo allí Mella el principal impulsor, así como otras localidades como Málaga y Madrid.
Un acto de solidaridad (un mitin “monstruo”) con unos obreros alemanes en huelga, si bien no fue el final de la publicación anarcocomunista barcelonesa, sí que resulta evidente que contribuyó a su fin. Ya que que tras los sucesos del mitin fallido de la Plaza Catalunya de Barcelona, Tierra y Libertad se vió mermado de mucho de sus efectivos por motivos represivos, lo que, sumado a las dificultades económicas existentes, arrastraron al cierre de la publicación. Sobre el mítin monstruo convocado en la Plaza Catalunya habría que remontarse al clima de huelgas en alemania iniciado por los mineros de Westphalie. La Révolte en su número del 19 al 25 de mayo de 1889 abría sus páginas con el artículo de Grèves d’Allemagne, en los cuales se describía a dichas huelgas de la siguiente manera:
Merci aux mineurs de Westphalie. Par eux, l’Allemagne marque aussi sa place dans la série des émeutes qui précèdent la Révolution.
Après les ouvriers du Borinage, les paysan romains, les meurts-de-faim de Rome, les vanniers de la Westphalie se son soulevés exigeant un peu plus de pain, un peu moins de labeur.
Aveo une violence inattendue par les politiciens, ils se sont attaqués à la proprieté et à la vie de leurs maitres. Mainte usine n’a été préservée de la destruction que par la fusillade, l’armée n’a pu toutefois empécher qu’un directeur de mine, M. Schrader, en payàt pour la gent capitaliste. Rencontré par une troupe de grévistes, il a été extrait de sa voiture et assommé à coups de gourdins. Quant aux braves qui sont morts victimes de leur audace, on n’en saura jamais le compte exact. Ils en souffriront plus du moins de la misère.
C’est la faute aux catholiques, creient les uns, c’est la faute aux progressistes, clament les autres. Il en vient à personne l’idée de montrer que c’est la faute au Capital.
Un pareil mouvement réconforte profondément tous les révolutionnaires. La Westphalie n’est pas une province où les social-démocrates aient jamais fait florès. C’est directement d’euxmémes que les mineurs sont passés de la misère à la révolte. Pour ceux qui souffrent, il est bien question de République, de révision ou de programme minimum: du pain ou du plomb.
Merci aux mineurs de Westphalier”14.
Sin duda alguna una descripción optimista, en el sentido de ver próxima la revolución, pero reflejo de una época en que la conflictividad social era el pan de cada día. Aún recientes en la memoria las ejecuciones de los Mártires de Chicago, la teoría de una huelga generalizada que adquiriese tintes insurreccionales y revolucionarios era, sin lugar a dudas, algo que se palpaba en el ambiente y en lo que parte del obrerismo revolucionario creía. En las celebraciones del 11 de noviembre, en honor a las ejecuciones de los conocidos Mártires de Chicago acaecidas en dicha fecha de 1887, se sumaron los anarquistas de todas las tendencias y predominaron los discursos favorables a la revuelta insurreccional. Lo que sucedía en Alemania, en este sentido, era interpretado como un primer paso para ensayar la revolución anárquica. Un movimiento espontáneo que comienzaba a estenderse gracias a la solidaridad entre los explotados, y que en el trasncurso de la lucha se radicalizaba en un combate a muerte contra el capitalismo, defendido en este caso por las fuerzas coercitivas estatales: policía y ejército.
Ante esta situación, y quizá reafirmada por escritos como el anteriormente citado de La Révolte, se fijó un mitin para el domingo 26 de mayo de 1889 en solidaridad con los obreros alemanes en huelga. Al parecer entre los diferentes grupos comunistas se decidió realizar dicha iniciativa de manera conjunta. Igualmente, es de suponer que dicha iniciativa se hizo extensiva a todo el anarquismo barcelonés, pero a tenor del silencio sobre el acto de El Productor, es de suponer que el entorno de dicho periódico, dominante en centros obreros como el de la calle de Sant Olegari de Barcelona, el conocido como Círculo Obrero Regeneración, optaron por abstenerse de la convocatoria.
Pese a la no unanimidad del acto, los anarcocomunistas se sintieron dispuestos a seguir adelante:
“desde las primeras horas de la mañana del 24 aparecieron fijados carteles en algunas calles. Los había enteros, rotos en parte y arrancados otros casi por completo, por la policia. Los que se fijaron en Gracia tuvieron mejor suerte”15.
En dichos carteles se podía leer las siguientes palabras convocando a los trabajadores:
“Compañeros de trabajo: hemos tenido noticia de nuestros compañeros alemanes respecto á la huelga general que sostienen contra los burgueses. En su consecuencia, esta semana llegará una comisión alemana para dar detalles de la misma con los cuales hemos acordado dar un meeting al aire libre, el domingo 26 á las nueve de la mañana en la plaza Cataluña, á fin de que el pueblo productor se entere de cuanto concierne á nuestros derechos de revolución y Anarquía.
Así pues el domingo 26 os esperamos. La unión es fuerza. Sin unión, seremos esclavos.
Salud y revolución social. El comité ejecutivo-revolucionario”16.
A decir verdad, unas palabras impresas que no deberían de asustar a nadie, y más que un acto que sirviese como chispa revolucionario, aspecto que al parecer se barajaba en cafés, tertulias y espacios libertarios, las palabras indicaban que debería haber sido un mero acto de propaganda, quizá con oradores apasionados y con apelaciones a la violencia y la revolución, pero tampoco nada que rasgase las vestiduras o no se pudiese escuchar en cafés, centros obreros o en conversaciones callejeras.
Sin embargo las autoridades, en el contexto de entonces, con el recuerdo aún vivo de los sucesos de Chicago y su resonancia internacional, ante la evidencia del auge de las simpatías de los jóvenes hacia el anarquismo o la previsible dureza de los discursos que se tendrían que pronunciar, sumando la aparición de esa propaganda sin pie de imprenta llamando a un mítin anarquista, o la presencia de activistas extranjeros relacionados con las huelgas en Alemania, provocaron que se decidiese reprimir y abortar cualquier intento por celebrar el acto.
Igualmente en España existía en el ambiente más obrero cierto malestar por la situación material de la clase trabajadora, ya fuese industrial o campesina, y también una fuerte conciencia que la represión era la herramienta básica de gestión de cualquier cuestión social por parte del estado. La tragedia de las Minas de Río Tinto, Huelva, aún resonaba en las conversaciones de cafés y plazas durante los días previos al acto, logrando que algunos obreros estuviesen “dispuestos á no dejarse asesinar infamemente como los de Rio Tinto”17 ante cualquier situación de conflicto. Esa posibilidad de chispa revolucionaria, sin lugar a dudas, fue la soñada por los anarcocomunistas del llano, principales instigadores y componentes del denominado “comité ejecutivo-revolucionario”, un nombre con claras reminiscencias insurreccionalistas. De hecho, en afirmaciones como las siguientes se intuye parte de dicha intencionalidad: “Se consiguió, pues lo que se desaba: se abultó la cosa, se agrandó. De comentario en comentario, llegóse a infundir terror en unos, ánimos y ardimiento en otros”18. Paralelamente a esta convocatoria pública en forma de carteles en las calles, diferentes grupos anarquistas del llano lanzaron folletos “que por sus formas más bien parecían proclamas”19.
Desgraciadamente para los deseos de los anarcocomunistas, el intento de mítin fue un fiasco. El domingo amaneció chispeante y no invitaba a un acto al aire libre. Por otro lado la presencia policial y militar en la zona fue numerosa, lo cual dificultó enormemente la entrada de anarquistas en la plaza y desanimó a otros tantos. Los seguimientos contra las principales figuras del anarquismo y socialismo barcelonés se activó, lo que se tradujo en una redada policial generalizada. El abstencionismo hacia el acto de El Productor y por consiguiente del Círculo Obrero Regeneración, sin duda hizo que parte de los posibles apoyo se esfumasen. Todo ello y la evidente realidad que, más allá de Gràcia, aún sus fuerzas en el llano eran minoritarias, hicieron que el mítin no llegase a celebrarse. Apenas unos centenares de anarquistas lograron hacer notar su presencia.
El resultado final del fracasado mítin fueron diversas detenciones y algunas fugas, tal cual lo relató uno de los reprimidos, Martí Borràs a fecha de 29 de mayo de 1889:
“Dícese que el compañero Quejido, del partido obrero fué preso el sábado ó el Domingo: pero se le devolvió la libertad muy pronto.
Asimismo fué detenido el secretario de la administración del círculo La Regeneración pero fué soltado enseguida. (…) El lunes por la mañana fué detenido en el paseo Colón un compañero italiano el cual cual ha estado dos días sin comunicación y sigue preso.
El domingo por la noche lo fué en Sans al entrar en su casa el compañero Romeo (…) El compañero Jahn á podido escapar á sus garras y ha puesto tierra de por medio.
Por último, otro compañero, desplegó sus alas y remontó el vuelo, en el momenta que la fiesta iba á hincarle el diente para devorarlo”20.
Seguramente, el último de estos profugos fue Martí Borràs, el cual, al parecer, al poco tiempo fue detenido, puesto que tras su fuga volvió a su hogar, pensando que ya no se le perseguía, ya que tras el intento de detención en casa de Borràs, se le dijo a su compañera, Francisca Saperas, que todo había sido una equivocación. Borràs volvió a su casa al día siguiente, siendo entonces detenido. Al parecer, según aparece en las páginas de Tierra y Libertad o La Révolte, Jahn se exilió y se asentó en París, en donde continuará con su activismo, mientras que volviendo al llano barcelonés, el principal centro regentado por los primeros anarcocomunistas gracienses, el situado en la calle Argüelles de Gràcia, fue registrado y clausurado. Se produjeron varios registros y el ambiente de control represivo en Gràcia se hizo muy intenso. Es de suponer que, como fecha máxima de partida de España, tanto en el caso de Victoriano San José como el de Rafael Roca21 fuese este caso represivo, aunque seguramente abandonaron el entorno barcelonés antes.
En conclusión, se podría pensar que tras el cierre de Tierra y Libertad el movimiento fue desarticulado, sin embargo, si tenemos en cuenta que en apenas unos pocos meses aparecerá una nueva publicación de tipo comunista, La Revolución Social, bajo la cabeza visible del italiano Fortuato Serantoni y en colaboración de una parte importante del equipo del Tierra y Libertad, demostraría que el movimiento anarcocomunista era lo suficientemente amplio como para resistir la persecución de algunos de sus más destacados propagandistas. Las ideas anárquico comunistas habían penetrado ya en España, y la represión no sería un elemento suficiente para erradicarlas.
Notas
- 1 REDACCIÓN, “Nuestros propósitos”. En: La Justicia Humana, 18/04/1886, p.1.
- 2 Ibídem.
- 3 Ibídem.
- 4 Ibídem
- 5 Hoy en día dicha calle se llama Argentona, debido a que dicho nombre estaba presente también en Barcelona, así que tras la anexión de Gràcia a Barcelona, algunas calles, como la de Vista Alegre, debieron de cambiar para evitar repeticiones.
- 6 “Nota número 1”. En: La sociedad al día siguiente de la Revolución, Barcelona, Biblioteca Anárquico-comunista, 1887, p.22.
- 7 Ibídem.
- 8 Íbidem, p.25.
- 9 Ibídem. p.25.
- 10 Se refieren a Octavio Jahn, quien a finales de la década de los ’80 estableció contactos con el anarcocomunismo graciense.
- 11 Como así hicieron con el folleto A los campesinos.
- 12 Los nombres de las dos figuras públicas que hacen las funciones de administrador fueron Jaume Clarà y Pedro Ceñito. De Ceñito sabemos pocas cosas referentes a su vida. Quizá sea un pseudónimo de otro nombre, pero al parecer estaba más relacionado con los grupos de Barcelona que no con los de Gràcia. Al parecer, en la reunión del periódico mantenida el 15 de julio del 1888, se decidió que la correspondencia y administración pasase a sus manos para aligerar un poco de trabajo y funciones a los núcleos gracienses, quienes, hasta entonces, habían sido los encargados de estas funciones. Jaume Clarà, por su parte, podría ser un veterano de los años de la FRE-AIT, cercano a Hugas y Borràs, miembro igualmente de la Biblioteca Anárquico-comunista y, según un suelto inserto en La Révolte, residente en la calle Torrent de les Flors nº23 de Gràcia a mediados de la década. Posteriormente, la dirección que utilizará insertada en la cabecera variará al número 69. Casi desde los inicios de la publicación se sospechaba que el correo hacia Clarà estaba siendo intervenido.
- 13 No todas ellas estrictamente anarquistas, puesto que republicanos socializantes como Francisco Gana, amigo personal de Martí Borràs, colaboró en dicha publicación, ya fuese económicamente, distribuyendo ejemplares o incluso con algún escrito breve. Otras poblaciones del llano, como podía ser Sant Gervasi, con el maestro libertario E. del Castillo a la cabeza, se integraron en el seno del entorno. Seguramente entornos políticos de migrantes anarquistas, especialmente italianos, con figuras como Fortunato Serantoni o Giusseppe Chiti como miembros más destacados, también se sumaron a este proyecto, así como franceses.
- 14 “Grèves d’Allemagne”. En: La Révolte, Deuxiène Année, nº36, 19-25/05/1889, p.1.
- 15 [BORRÀS, Martí]. “Iniciativa en acción. El meeting de la plaza Cataluña”. En: Tierra y Libertad, nº23, 06/07/1889, p.1.
- 16 Ibídem.
- 17 Ibídem.
- 18 Ibídem.
- 19 Ibídem.
- 20 [BORRÀS, Martí]. “Iniciativa en Acción. El meeting de la Plaza de Cataluña”: En: Tierra y Libertad, nº23, 06/07/1889, p.2
Fuentes Primarias digitalizadas:
Bandera Social – Digitalizado en formato TIFF (necesitas un visor capaz de ver todas las páginas, algunos sólo muestran la primera)
Tierra y Libertad – Agradecimientos a Carme Bernat por aplicar OCR a la digitalización.
La Sociedad al día siguiente de la Revolución
Fuente: Ateneolibertariocarabanchellatina.wordpress.com