November 28, 2020
De parte de Antagonistas
1,070 puntos de vista

Miguel Amor贸s

El anti-industrialismo no es una nueva ideolog铆a nacida en un c铆rculo intelectual, una c谩tedra universitaria o una fundaci贸n altruista durante el periodo hist贸rico de fusi贸n del Capital con el Estado. No proclama principios particulares inventados por alg煤n pensador iluminado, ni ofrece f贸rmulas infalibles con las que solucionar todos los males sociales. Y sobre todo, no apela a los parlamentos o a la 芦ciudadan铆a禄 que los sostienen. Es un an谩lisis cr铆tico surgido durante el retroceso del movimiento obrero que parte del car谩cter industrial de todas las actividades econ贸micas y sociales. Si las condiciones materiales de existencia determinan la realidad, estas son ahora las propias de la industria. El mundo globalizado se asemeja a una gigantesca f谩brica, aunque de f谩bricas propiamente dichas haya cada vez menos. La tecnolog铆a ha multiplicado la productividad a la vez que reducido considerablemente el peso del proletariado industrial, pero la proletarizaci贸n se ha extendido como el aceite sobre el agua: la condici贸n proletaria caracteriza no solo la vida de casi toda la humanidad, sino la de todo el planeta. El capital convierte en mercanc铆a no solamente la fuerza de trabajo, sino el territorio y su vecindario. En consecuencia, las contradicciones mayores se producen en el 谩mbito de la vida cotidiana y del medio ambiente. L贸gicamente, la conflictividad se desplaza de la esfera de la producci贸n a la del consumo y, desde all铆, los colectivos toman conciencia de los profundos antagonismos que enfrentan al r茅gimen capitalista con la naturaleza y la poblaci贸n sometida a condiciones de supervivencia cada vez m谩s infames. En cada acto aparentemente trivial como pueda ser alimentarse, habitar, viajar, vestir, respirar, cuidarse, votar, trabajar, leer, comunicarse, divertirse, etc., se manifiesta el dominio del capital y, por lo tanto, en cada acto hay que tomar partido. Cierto que la identidad obrera de anta帽o desapareci贸, pero la conciencia de clase reaparece y se reafirma en las revueltas de la vida cotidiana.

La lucha de clases desborda el estrecho marco de las reivindicaciones laborales para abarcar la defensa del territorio y el conjunto de la actividad diaria. Al capitalismo se le replica en su terreno, o sea, en todo los terrenos. El capitalismo destroza el medio ambiente, explota y esquilma el territorio, poluciona el aire, contamina las aguas y los suelos, concentra la poblaci贸n en cub铆culos dentro de complejos urbanos, aniquila la agricultura tradicional, obliga a una movilizaci贸n constante, abandona a los ancianos, embrutece y enferma a la poblaci贸n, desarrolla mecanismos de control totalitario, provoca guerras, se camufla con la ecolog铆a鈥 As铆 pues, los frentes de combate son m煤ltiples, pero la lucha solo es una. La mundializaci贸n capitalista se asienta en unas relaciones sociales complejas, pero precisamente esa complejidad hace que sus fundamentos sean cada vez m谩s fr谩giles y que los desastres se vuelvan cada vez m谩s frecuentes. La base social del capitalismo, constituida por las nuevas clases medias de funcionarios, empleados y obreros integrados, se erosiona y se estrecha. La ideolog铆a ciudadanista que les es propia se resquebraja. Las contradicciones son imposibles de disimular, por lo que los estallidos sociales son ya inevitables. Cuando el material inflamable se acumula hasta proporciones incontrolables, una chispa salida de cualquier parte puede causar un grave incendio. En esas estamos, en la fase final de la globalizaci贸n que bien podr铆amos calificar de capitalismo catastrofista.

La anomia y la cat谩strofe son hoy la car谩cter铆sticas principales de la producci贸n industrial, y, de acuerdo con la naturaleza intr铆nseca del capital, son un nuevo factor de crecimiento y una nueva fuente de beneficios. Sin embargo, las desigualdades sociales se disparan y el ciudadanismo se desacredita, por lo que el desastre y la descomposici贸n se convierten tambi茅n en est铆mulos insurreccionales. Un hecho fortuito como por ejemplo, un caso de brutalidad policial, la subida del precio de la gasolina, el encarecimiento del transporte p煤blico, la privatizaci贸n de un servicio sanitario, una prospecci贸n minera, un plan hidrol贸gico, una ley liberticida, etc., pueden derivar en movilizaciones espont谩neas y amotinamientos incontrolables. Cualquier paso en falso de los gobiernos puede acarrear una crisis, sea urbana, ecol贸gica, racial o sanitaria, y cualquier crisis puede situarse en el eje de la cuesti贸n social. Todav铆a est谩 lejos de formarse una fuerza social suficientemente liberada de la incapacidad de comprender su miseria, y por consiguiente, lo bastante subversiva como para aventurarse en un proceso de transformaci贸n social radical, pero todo se andar谩. Simplemente tendr谩 que producirse un vac铆o de poder. Si de algo estamos seguros, es que la capacidad de seducci贸n del capitalismo, esa especie de sumisi贸n voluntaria general de la que ha podido servirse hasta hoy, se diluye con la cat谩strofe. El capitalismo suprimi贸 la libertad real a cambio de diversi贸n a espuertas y una relativa seguridad. Las crisis, en la medida en que neutralicen las fuerzas del orden, nos est谩n indicando que la diversi贸n est谩 en las asambleas de desobedientes, y la seguridad est谩 en la disoluci贸n de toda clase de polic铆a y la abolici贸n de la vigilancia digital. No estamos hablando de otra cosa m谩s que de la autogesti贸n de la vida cotidiana.

Algo nos pueden ense帽ar
por ejemplo, la indignaci贸n de los sanitarios reunidos a la puerta
de los hospitales espa帽oles, o los debates de los chalecos amarillos
franceses concentrados en las rotondas, o los manifestantes de Chile,
o las juntas de buen gobierno de Chiapas, o las algaradas en una
docena de pa铆ses. Los movimientos de protesta, al desconfiar de las
v铆as institucionales, y por lo tanto, del di谩logo con el Estado, se
ven abocados a crear espacios aut贸nomos de discusi贸n y toma de
decisiones, y a defenderlos. Las asambleas, concentraciones,
consejos, coordinadoras, comit茅s, piquetes, etc., son organismos
creados para deliberar de manera independiente sobre sus problemas,
informar ver铆dicamente de ellos y llevar a cabo los puntos
acordados. En un sentido griego, ser铆an espacios y mecanismos no
virtuales de libertad, puesto que la libertad no es otra cosa que el
derecho de las masas a participar directamente en la gesti贸n y
resoluci贸n de los asuntos que les competen o afectan. A poco que la
alegr铆a de estar juntos desembocara en pasi贸n por la libertad y que
dicha pasi贸n se extendiera -y con ella la conciencia de la propia
fuerza-, aquellos espacios se consolidar铆an, forj谩ndose dentro de
ellos un nuevo sentimiento de clase. Estar铆amos entonces en una
situaci贸n de doble poder. Hoy por hoy, no lo estamos, pero esto es
solo el principio. Parecer谩 que la pandemia de covid-19 haya
abortado el proceso de rebeli贸n, a tenor de la oleada de servidumbre
voluntaria y el clima de sumisi贸n asfixiante que se puede observar
en toda la Europa mesocr谩tica, sobre todo en Espa帽a donde el
potencial radical anda bajo m铆nimos. El miedo reprime la vida y
apacigua la c贸lera, pero tiene escaso recorrido. La cat谩strofe
contin煤a y tambi茅n la revuelta. Lo mejor est谩 por llegar.

11 de junio de 2020.




Fuente: Antagonistas.org