Malinche era una de las esclavas que entregaron a los castellanos como botín de guerra tras una de las primeras batallas, la de Centla, de Cortés (Hernán) en la conquista de lo que hoy es México. Tener a alguien que supiese hablar nahualt y maya fue muy importante a la hora de relacionarse con las distintas ciudades y pueblos de la zona, aparte de que, según se cuenta, se convirtió en consejera del conquistador en sus labores diplomáticas (imprescindibles para derrotar a los mexicas).
El papel de Malinche es bastante controvertido hoy día, considerada traidora para unos (supongo que los nacionalistas de la zona), seguramente no le quedaba otra que obedecer a los nuevos amos (en su caso, literalmente) y colaborar. Entre la población nativa había dudas respecto a que había que hacer con esos “blanquitos” violentos y malolientes que arribaron a sus tierras.
Por un lado podrían servir para quitarse de en medio el yugo del imperio dominante, por otro podrían estar quitando a un amo para acabar poniendo a otro aun más violento y despótico, como así ocurrió. Eran conscientes, todos (tanto los partidarios de la resistencia como los que planteaban que había que atemperar), de que muy difícilmente podrían enfrentarse a las armas y tecnología que traían estas gentes. Su acero y su pólvora acabarían con todo a poco que mandasen un contingente numeroso. Así que al final optaron por aprovechar que eran pocos, de momento, ayudarles y confiar en que, estando contentos, fuesen benevolentes y devolviesen los favores.
No podían saberlo. No podían entender que la codicia de esas gentes no conocía límites. No podían ser conscientes de la crueldad y el fanatismo de esos cristianos. Y cuando lo vieron, ya era tarde. En apenas 100 años el 90% de la población nativa sería exterminado. Saqueos, violaciones, maltrato, torturas, desplazamientos forzosos, trabajo esclavo y, como colofón, enfermedades importadas (y no tratadas) esquilmaron a aquellas gentes, como ya había ocurrido antes en las islas del caribe. El exterminio llegó a tal punto que en esa época empezó el tráfico masivo de esclavos desde África (tráfico que es origen de algunas de las más importantes fortunas peninsulares y que no acabaría hasta el último cuarto del Siglo XIX).e
Una historia de dolor, crueldad y vergüenza. Como se erige todo imperio, por otra parte.
Que alguien decida que es buena idea llamar a un teatro de Madrid con el nombre de Malinche y darle forma de pirámide azteca romantizando así la época de saqueo, esclavitud y exterminio, a costa del mito de la relación romántica entre Hernán Cortes y la Malinche (mito este más falso que un billete de 15 euros) no se si es incultura, cierto recochineo o fascismo glorificador de la conquista. Muy probablemente todo a la vez. Y eso sin entrar en el sainete d como se gestó este esperpento, que da para guion de Azcona. Berlanga debe estar descojonandose en su tumba. Y Buñuel, que en México hizo parte de su mejor cine.
Fuente: Apoyomutuo.org