No hace mucho, los conocimientos m茅dicos que salvan vidas se consideraban propiedad de todos. 驴Qu茅 ha pasado para que esto haya cambiado?
Incluso en el interior de la Organizaci贸n Mundial del Comercio, el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, o ADPIC, es considerado una paradoja y un engendro: un templo del monopolio dentro de la 鈥渋glesia鈥 del libre comercio.
El pronunciamiento de la administraci贸n Biden el pasado 5 de mayo, que otorga su apoyo una exenci贸n de emergencia de las normas de propiedad intelectual por parte de la OMC, ha sido anunciado, con raz贸n, como un acontecimiento importante. Aunque la declaraci贸n de la Casa Blanca era vaga en cuanto a los detalles, la noticia alivi贸 un estancamiento de siete meses dentro de la OMC sobre c贸mo superar una crisis de suministro que ha hecho que s贸lo tres d茅cimas del 1% de las vacunas vayan a parar a los pa铆ses de bajos ingresos. El Parlamento Europeo podr铆a ejercer a煤n m谩s presi贸n en junio, cuando vote una resoluci贸n en la que se pide a las capitales europeas que se unan a Washington en el bando de los m谩s de 100 pa铆ses que apoyan el levantamiento de las restricciones a la propiedad intelectual de los productos utilizados para tratar y contener el Covid-19.
Algo que no ha cambiado es el tono de rid铆cula solemnidad en torno al r茅gimen de propiedad intelectual en cuesti贸n. Al escuchar a los defensores ac茅rrimos de los ADPIC, es posible confundir la exenci贸n propuesta con un acelerador de part铆culas de potencia insondable y experimental. Para escuchar a las asociaciones comerciales y a sus aliados pol铆ticos, entrometerse en los ADPIC pone en peligro tu trabajo, tu seguridad y la econom铆a mundial, tanto o m谩s que el propio SARS-CoV-2, as铆 como cualquier esperanza de innovaci贸n y progreso futuros. Al anunciar la decisi贸n de la Casa Blanca, la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, describi贸 con gravedad la exenci贸n como una 鈥渕edida extraordinaria鈥.
En realidad, no hay nada extraordinario en suspender los ADPIC para abordar lo que el director general de la OMC se帽ala como 鈥渓a cuesti贸n moral y econ贸mica de nuestro tiempo鈥. No puede haberlo, porque no hay nada extraordinario en el propio ADPIC. Su historia de fondo es casi imposiblemente superficial y miserable; sus documentos fundacionales son m谩s j贸venes que Justin Bieber. El ADPIC no es la expresi贸n de un consenso universal posterior a la Guerra Fr铆a, del mismo modo que la Declaraci贸n de Derechos Humanos de la ONU no dio voz a las aspiraciones humanas tras la II Guerra Mundial. Naci贸 como una expresi贸n bruta y profundamente antidemocr谩tica del poder corporativo concentrado, obra de 鈥渕enos de 50 individuos鈥, seg煤n un funcionario de comercio estadounidense presente en su creaci贸n. Uno de los reacios hom贸logos indios de ese funcionario, Prabhat Patnaik, ha descrito el asunto de los ADPIC como 鈥渦na parodia de la teor铆a conspirativa m谩s salvaje鈥.
Las negociaciones que condujeron a la creaci贸n de los ADPIC se celebraron menos sobre una mesa que sobre un potro de tortura. Era la 煤nica forma de hacer valer el peculiar y casi universalmente rechazado concepto de monopolio m茅dico, una innovaci贸n estadounidense que iba en contra de siglos de tradici贸n moral, econ贸mica y jur铆dica incluso en Occidente.
En 1951, Jawaharlal Nehru, el primer presidente de la reci茅n independizada India, decidi贸 construir una f谩brica de penicilina. Sin embargo, a ninguno de los grandes productores comerciales les gust贸 la idea de transferir la tecnolog铆a y los conocimientos necesarios a un gran pa铆s en desarrollo como la India. En su lugar, ofrecieron exportar el antibi贸tico a granel y embotellarlo en f谩bricas indias para su distribuci贸n y venta local. S贸lo Merck acept贸 construir una f谩brica real. Sabiendo que era la 煤nica empresa que hac铆a esta oferta, impuso onerosas exigencias de c谩nones a largo plazo y puso l铆mites al control indio de la tecnolog铆a.
Nehru se inclinaba por aceptar la oferta de Merck cuando una delegaci贸n de la joven Organizaci贸n Mundial de la Salud lleg贸 a Nueva Delhi. Los funcionarios presentaron a Nehru otra opci贸n: El UNICEF y la OMS proporcionar铆an subvenciones para cubrir el coste total de la construcci贸n de una f谩brica de penicilina, as铆 como t茅cnicos de las Naciones Unidas para supervisar la transferencia de tecnolog铆a y formar al personal nativo. Como parte del acuerdo, los representantes de la ONU ofrecieron crear un centro de investigaci贸n afiliado a la f谩brica, con el objetivo de desarrollar la capacidad cient铆fica y t茅cnica de la India para fabricar otros antibi贸ticos y medicamentos esenciales.
El acuerdo de la ONU s贸lo inclu铆a dos condiciones: India deb铆a prometer que mantendr铆a la f谩brica totalmente en el sector p煤blico y que compartir铆a las investigaciones o descubrimientos pertinentes con una red de proyectos similares que la ONU estaba estableciendo en todo el sur del mundo. Nehru acept贸. El resultado fue Hindustan Antibiotics, la piedra angular de la emergente industria india de gen茅ricos.
Puede ser dif铆cil de imaginar hoy, pero durante gran parte de la Guerra Fr铆a, las pol铆ticas exteriores y comerciales de Estados Unidos no coincid铆an con los intereses de la industria farmac茅utica estadounidense. El Departamento de Estado de Truman apoy贸 el proyecto de penicilina de la ONU en la India por encima de Merck, y en general apoy贸 una agenda internacionalista de creaci贸n de capacidad de medicina nativa en los pa铆ses descolonizadores de 脕frica, Asia y Am茅rica Latina. Washington comprendi贸 que los intentos de la industria farmac茅utica de proteger sus conocimientos y mercados en el extranjero no s贸lo carec铆an de bases legales o morales, sino que tambi茅n amenazaban con socavar la imagen de Estados Unidos y los objetivos de la Guerra Fr铆a al convertir una potente forma de poder blando en un s铆mbolo de la codicia y la inhumanidad capitalistas.
El d铆a despu茅s de que la vacuna contra la polio de Salk fuera declarada un 茅xito, Dwight Eisenhower se ofreci贸 a compartir toda la informaci贸n y los conocimientos t茅cnicos con todos los pa铆ses que lo solicitaran, incluida la Uni贸n Sovi茅tica. Un mes antes del asesinato de John F. Kennedy, enfureci贸 a las compa帽铆as farmac茅uticas al publicar un memorando que restring铆a las demandas de monopolio privado sobre la ciencia gubernamental, especialmente la investigaci贸n federal en 鈥渃ampos que conciernen directamente a la salud p煤blica鈥. El inter茅s del pa铆s, escribi贸 Kennedy, se 鈥渟irve compartiendo los beneficios de la investigaci贸n y el desarrollo financiados por el gobierno con pa铆ses extranjeros en un grado consistente con nuestros programas internacionales y con los objetivos de la pol铆tica exterior de EEUU鈥. Kennedy quer铆a mantener los derechos mundiales de la ciencia p煤blica bajo control p煤blico para que pudieran ser compartidos y licenciados ampliamente, en lugar de ser reclamados por un actor privado que acapare y se beneficie de las reclamaciones exclusivas sobre la propiedad intelectual.
La propiedad intelectual no es como otras propiedades. Si usted posee una vaca y alguien la roba, ha perdido su vaca. Si descubre un proceso que hace que la leche de vaca sea m谩s segura para beber, la posesi贸n de ese conocimiento por parte de otros no reduce su reserva. En t茅rminos econ贸micos, el conocimiento es un bien 鈥渘o rival鈥. En la famosa formulaci贸n de Jefferson, 鈥淨uien recibe una idea m铆a, recibe 茅l mismo la instrucci贸n sin disminuir la m铆a; como quien enciende su candela en la m铆a, recibe la luz sin oscurecerme鈥.
Por ello, el concepto de propiedad intelectual se resisti贸 en Europa hasta el siglo XX. Todav铆a en 1912, Holanda rechazaba las patentes y manten铆a lo que llamaba un 鈥渓ibre comercio de invenciones鈥. Esto era coherente con la doctrina liberal cl谩sica establecida por Adam Smith y John Stuart Mill, quienes desconfiaban de las patentes. Los ataques m谩s mordaces del siglo XIX contra la propiedad intelectual no se encontraron en las revistas de izquierdas, sino en las p谩ginas de The Economist, que abogaba por la abolici贸n del sistema de patentes ingl茅s. 鈥淎ntes de que [los inventores] establezcan un derecho de propiedad sobre sus inventos, deber铆an renunciar a todo el conocimiento y la ayuda que han obtenido del conocimiento y los inventos de otros鈥, suger铆a la revista en 1850. 鈥淓so es imposible, y la imposibilidad demuestra que sus mentes y sus inventos son, de hecho, partes del gran conjunto mental de la sociedad, y que no tienen derecho de propiedad sobre sus inventos鈥.
De acuerdo con la opini贸n predominante en Europa, The Economist entend铆a que los monopolios protegidos por el Estado eran vestigios de un privilegio real que eliminaba la competencia. El primer sistema de patentes surgi贸 en la Inglaterra isabelina no para 鈥渋mpulsar la innovaci贸n鈥, sino para limitar los monopolios dispensados por la Corona. El odio a estos monopolios jug贸 un papel estelar en la Revoluci贸n Americana, cuyos l铆deres eran comprensiblemente poco entusiastas con las patentes. Thomas Jefferson y Ben Franklin los consideraban impedimentos para el progreso y burlas de lo que consideraban la naturaleza incremental y acumulativa de toda 鈥渋nvenci贸n鈥.
La expresi贸n 鈥減ropiedad intelectual鈥 se acu帽贸 en la Francia posrevolucionaria para ocultar los or铆genes reales del monopolio y desviar la atenci贸n del verdadero objeto de las reclamaciones de propiedad intelectual, que no es el conocimiento sino los mercados. Dado que los mercados no encajan f谩cilmente en las teor铆as modernas de los derechos y la propiedad, 鈥渜uienes empezaron a utilizar la palabra propiedad en relaci贸n con las invenciones ten铆an un prop贸sito muy definido en mente鈥, escribi贸 el economista austriaco Fritz Machlup:
Quer铆an sustituir una palabra con una connotaci贸n respetable, 鈥減ropiedad鈥, por una palabra que ten铆a un sonido desagradable, 鈥減rivilegio鈥. Sab铆an que no hab铆a esperanza en salvar la instituci贸n de los privilegios de las patentes si no era bajo una teor铆a aceptable… y, en una deliberada falta de sinceridad, interpretaron la teor铆a artificial de los derechos de propiedad del inventor como una parte de los derechos del hombre.
Cuando se a帽adieron los medicamentos a este debate, no hubo debate alguno. S贸lo a principios y mediados del siglo XX, Estados Unidos abandon贸 un arraigado tab煤 mundial contra las reivindicaciones de propiedad exclusiva sobre los medicamentos. En Europa, este tab煤 dur贸 medio siglo m谩s. Suiza, una potencia farmac茅utica, no emiti贸 patentes de medicamentos hasta 1977. Como todos los pa铆ses antes de la llegada de la OMC en 1995, ten铆a poco poder para hacer cumplir estas patentes fuera de sus propias fronteras. A nivel internacional, en la d茅cada de 1970 todav铆a reinaba algo parecido a un libre comercio de medicamentos al estilo holand茅s. Pero no por mucho tiempo.
Al sentirse traicionadas por su propio gobierno, las empresas farmac茅uticas observaron con alarma el auge de la industria de gen茅ricos en la India y en otros lugares. Con la ayuda de la ONU, los pa铆ses en v铆as de desarrollo empezaron a invertir durante los a帽os 50 y 60 en su capacidad cient铆fica y de fabricaci贸n. El l铆der segu铆a siendo la India de Nehru, cuya econom铆a alternativa de medicamentos era percibida por las empresas farmac茅uticas estadounidenses como una amenaza, no s贸lo para sus beneficios en los pa铆ses en desarrollo, sino para la incipiente legitimidad de la medicina monopolista, especialmente dentro de Estados Unidos, donde se amasaba el dinero realmente.
Entre 1959 y 1962, un dem贸crata de Arkansas llamado Estes Kefauver supervis贸 una investigaci贸n sobre la industria farmac茅utica de la posguerra. Las audiencias de alto nivel dirigidas por Kefauver, presidente del subcomit茅 del Senado, sobre el monopolio, se centraron en el n煤cleo del modelo de negocio de la industria: las patentes, la cartelizaci贸n y los precios de monopolio. Las audiencias desvelaron una industria farmac茅utica que los estadounidenses y el resto del mundo ve铆an claramente por primera vez: m谩rgenes de beneficio de hasta el 7.000% en medicamentos patentados cuya creaci贸n implicaba procesos naturales descubiertos en laboratorios financiados con fondos p煤blicos.
Algunos de los detalles m谩s escandalosos que surgieron de las audiencias tuvieron que ver con las pr谩cticas globales de la industria. Cuando Kefauver revel贸 que muchos de los mayores m谩rgenes de beneficio de Merck y Pfizer se dirig铆an a la peque帽a clase media de la India, el gobierno de Nehru respondi贸 con m谩s inversiones en la floreciente industria de medicamentos gen茅ricos del pa铆s. Para las empresas farmac茅uticas, Nueva Delhi inici贸 el proceso de redacci贸n de una nueva ley de patentes que sustituyera al r茅gimen colonial brit谩nico a煤n vigente. Las empresas farmac茅uticas ejercieron una fuerte presi贸n para detener una ley que tem铆an que pudiera servir de faro en todo el sur del mundo.
鈥淟as corporaciones occidentales se alinearon con sectores conservadores del gobierno indio para oponerse amargamente y obstruir el sector p煤blico de los medicamentos y las reformas de las patentes鈥, dice Prabir Purkayastha, un veterano organizador del Movimiento por la Salud del Pueblo Indio. 鈥淟a visi贸n de Nehru representaba una amenaza especialmente temible: un pa铆s en desarrollo con sus propias instituciones cient铆ficas, capacidad de vanguardia, sin protecci贸n de patentes y con l铆neas de producci贸n que podr铆an suministrar productos farmac茅uticos a su propio e inmenso mercado interior y a otros pa铆ses en desarrollo鈥.
La Ley de Patentes de la India (1970) no fue tan radical como podr铆a haber sido. Siguiendo el modelo de las leyes de patentes de Europa Occidental, prohib铆a las patentes de productos farmac茅uticos, pero daba cabida a reivindicaciones exclusivas sobre m茅todos relacionados con su fabricaci贸n.
El director general de Merck, John Connor, anunci贸 la ley como 鈥渦na victoria del comunismo global鈥. Pero como 茅l y sus compa帽eros ejecutivos tem铆an, la ley de patentes era s贸lo el principio. Durante los a帽os 60 y 70, la industria farmac茅utica india no s贸lo present贸 un modelo de trabajo de autosuficiencia y cooperaci贸n sur-sur. Tambi茅n demostr贸 el potencial de la transferencia de tecnolog铆a Norte-Sur, que el Sur global consideraba cada vez m谩s no como una caridad que deb铆a mendigar y agradecer, sino algo que merec铆a como una cuesti贸n de justicia global b谩sica. Fue en respuesta a esta creciente politizaci贸n de la tecnolog铆a que la industria farmac茅utica estadounidense tom贸 la iniciativa de formular el plan que culmin贸, un cuarto de siglo despu茅s, en la fundaci贸n de la OMC.
En 1964, los 134 pa铆ses m谩s pobres del mundo formaron un bloque de negociaci贸n dentro de la ONU llamado G77. En su pol铆tica y agenda, se solapaba con los pa铆ses del Movimiento de los No Alineados, formado tres a帽os antes para perseguir una agenda de desarrollo internacionalista libre de la interferencia de los bandos occidental y oriental de la Guerra Fr铆a. El prop贸sito del G77 era desafiar los fundamentos de un sistema mundial dominado por sus antiguos amos coloniales. El rechazo a los monopolios del conocimiento y a las patentes, en particular, fue un tema recurrente en estos esfuerzos.
A ra铆z de la Ley de Patentes de India, los pa铆ses del G77 comenzaron a adoptar leyes de patentes y planes de desarrollo similares, debilitando el poder de las compa帽铆as farmac茅uticas extranjeras para imponer su voluntad (y sus listas de precios) en todo el mundo. En mayo de 1974, el grupo aprob贸 una declaraci贸n en la Asamblea General de la ONU en la que se ped铆a un 鈥淣uevo Orden Econ贸mico Internacional鈥 definido por una distribuci贸n m谩s equitativa y democr谩tica de los recursos financieros, naturales y de 鈥渃onocimiento鈥 mundiales relacionados con la salud humana. Esta visi贸n inclu铆a el rechazo de la propiedad intelectual como una herramienta ileg铆tima del fuerte contra el d茅bil, un instrumento neocolonial dise帽ado para seguir desviando la riqueza del sur al norte.
En la OMS, el G77 contaba con la mayor铆a de dos tercios necesaria para fijar la pol铆tica. Su impulso a la transferencia de tecnolog铆a m茅dica del Norte al Sur obtuvo un poderoso aliado en 1973 con el nombramiento del m茅dico dan茅s Halfden Mahler como director general de la OMS. Mahler hab铆a pasado una d茅cada dirigiendo el programa de tuberculosis de la India y apoyaba la agenda del G77. En una conferencia patrocinada por la OMS sobre atenci贸n primaria de salud celebrada en la ciudad sovi茅tica de Alma-Ata en septiembre de 1978, Mahler dio a conocer un programa de la agencia para ayudar a los pa铆ses pobres a reducir su gasto en medicamentos mediante el desarrollo de sus industrias farmac茅uticas nacionales*. La conferencia culmin贸 con la adopci贸n de un ambicioso plan, conocido como la 鈥淒eclaraci贸n de Alma-Ata鈥, para proporcionar 鈥渟alud para todos鈥 en el a帽o 2000. La declaraci贸n, al igual que el programa de medicamentos esenciales de la OMS, compromet铆a a la agencia a afirmar 鈥渓a salud como un derecho humano basado en la equidad y la justicia social鈥.
鈥淓l G77 estaba reclamando el derecho al tipo de capacidad institucional que lo har铆a autosuficiente en una pandemia鈥, dice David Legge, un australiano cofundador del Movimiento Internacional por la Salud de los Pueblos, una red mundial de activistas y acad茅micos. 鈥淟os llamamientos a un Nuevo Orden Econ贸mico Internacional consist铆an en ampliar el modelo de los proyectos de penicilina de la ONU鈥.
El potencial de la conferencia de Alma-Ata, sin embargo, quedar铆a sin cumplirse, gracias en parte al obsesivo af谩n de venganza del hombre nombrado director general de Pfizer en 1972, el a帽o en que entr贸 en vigor la Ley de Patentes de la India.
Como secretario del Ej茅rcito en la administraci贸n Kennedy, Edmund T. Pratt Jr. aport贸 una visi贸n estrat茅gica al enfrentamiento militar entre Estados Unidos y la Uni贸n Sovi茅tica. Como director general de Pfizer, adopt贸 un enfoque similar ante el surgimiento de una industria de gen茅ricos en el sur y la creciente asertividad del G77. Estos acontecimientos amenazaron los ambiciosos planes de Pfizer de dominar los mercados mundiales de medicamentos y productos agr铆colas, especialmente en Asia. Tras la conferencia de Alma-Ata, Pratt reuni贸 a un grupo de ejecutivos de la industria farmac茅utica para discutir un plan.
Pfizer era el candidato natural para liderar un contraataque de la industria contra el G77. Sus abogados de patentes eran legendarios por lanzar demandas de infracci贸n kamikazes en todo el mundo. En 1961, la empresa demand贸 al gobierno brit谩nico despu茅s de que el Servicio Nacional de Salud comprara una versi贸n gen茅rica italiana de un antibi贸tico patentado por Pfizer, la tetraciclina. En toda Europa, donde las patentes de medicamentos todav铆a estaban ampliamente prohibidas, el pleito sirvi贸 de aleccionadora introducci贸n a la moderna industria farmac茅utica estadounidense 鈥減ostiza鈥. Los editoriales recordaban a los lectores que Pfizer deb铆a su poder a los contratos de guerra para producir penicilina, que hab铆a sido descubierta y desarrollada en Oxford y dejada en el dominio p煤blico. Pfizer perdi贸 la demanda de 1961, y volvi贸 a perder cuando demand贸 al NHS por otra supuesta infracci贸n cuatro a帽os despu茅s.
La primera idea de Pratt fue tratar de desviar la conversaci贸n del propio terreno del G77. En aquel momento, el 煤nico foro dise帽ado para tratar las cuestiones legales relacionadas con la propiedad intelectual era la Organizaci贸n Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU, o OMPI, la agencia que supervisaba el Convenio de Par铆s para la Protecci贸n de la Propiedad Industrial (1883). Este convenio s贸lo obligaba a los pa铆ses a conceder a las empresas extranjeras los mismos derechos que conced铆an a las suyas dentro de las fronteras nacionales, pero era lo m谩s parecido a un acuerdo vinculante en materia de propiedad intelectual. Cuando el G77 rechaz贸 la propuesta de la industria farmac茅utica, Pratt recurri贸 a una estrategia que el historiador Graham Dutfield denomina 鈥済esti贸n de foros鈥.
Si la ONU era demasiado democr谩tica, habr铆a que encontrar un escenario menos democr谩tico. Pratt y su grupo se decantaron por un objetivo poco probable: la pr贸xima ronda de negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, en ingl茅s), cuyo inicio estaba previsto para 1986 en Uruguay. A partir de 1947, las conversaciones decenales establecieron el marco jur铆dico del comercio mundial de posguerra. Las enmiendas del GATT eran acuerdos radicales, jur铆dicamente vinculantes, de todo o nada, con un formato que favorec铆a a los pa铆ses m谩s ricos. La estrategia de Pratt consist铆a en insertar la propiedad intelectual en el GATT, y luego disciplinar al sur rebelde sin piedad. 鈥淟a experiencia con la Organizaci贸n Mundial de la Propiedad Intelectual fue la gota que colm贸 el vaso en nuestro intento de operar por medio de la persuasi贸n鈥, dir铆a m谩s tarde Lou Clemente, consejero general de Pfizer, a los investigadores australianos Peter Drahos y John Braithwaite, autores del relato definitivo de este episodio, Information Feudalism (2007).
A finales de la d茅cada de 1970, no exist铆an todav铆a precedentes de la noci贸n de propiedad intelectual en el comercio mundial. Cuando la empresa Levi Strauss presion贸 para que se aprobara un c贸digo contra la falsificaci贸n durante la Ronda de Tokio del GATT, a principios de los a帽os 70, fue r谩pidamente rechazado. Si Washington no pod铆a proteger los emblem谩ticos pantalones vaqueros del pa铆s, 驴c贸mo pod铆a esperar alguien que se aplicaran las patentes sobre medicamentos que salvan vidas, un concepto apenas reconocido por los aliados m谩s cercanos de Estados Unidos?
Pratt encontr贸 su oportunidad en otro detalle ocurrido durante la Ronda de Tokio. Las negociaciones en Jap贸n hab铆an introducido un nuevo concepto comercial: 鈥渧inculaci贸n鈥. Al argumentar que un tema era un 鈥渧铆nculo鈥 con cuestiones comerciales leg铆timas, como los aranceles y las cuotas, los negociadores pod铆an incluirlo en la agenda. Esta fue la estrategia utilizada para aprobar las enmiendas relacionadas con los procedimientos aduaneros y las subvenciones invisibles a la exportaci贸n. Los directores generales de las empresas farmac茅uticas s贸lo ten铆an que convencer al representante comercial de Estados Unidos para que 鈥渧inculara鈥 la propiedad intelectual al sistema de comercio mundial antes de Uruguay. Por eso el acr贸nimo ADPIC 鈥撯淎spectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio鈥 鈥 suena tan forzado y torpe. Desde el primer momento vio la luz con calzador.
Incluso si funcionara, el grupo seguir铆a enfrent谩ndose a un obst谩culo mucho m谩s desalentador. El GATT se bas贸 en la promoci贸n del libre comercio, y los monopolios de patentes son la encarnaci贸n de las restricciones al comercio: el proteccionismo estatal en su forma m谩s pura.
驴C贸mo iba a funcionar eso en alg煤n momento?
Afortunadamente para la industria farmac茅utica, esta no era la 煤nica que se preocupaba por el rechazo del resto del mundo a la propiedad intelectual**. La visi贸n competitiva del sur 鈥揷ompartida por algunos pa铆ses desarrollados鈥 supon铆a una amenaza para los poderosos intereses que impulsaban la emergente econom铆a de la informaci贸n de alta tecnolog铆a. Una serie de industrias 鈥揺ntretenimiento, software, biotecnolog铆a, agricultura, semiconductores鈥 empezaron a ver el mundo a trav茅s de los ojos de la industria farmac茅utica. En las llamadas de los grupos de presi贸n de Washington y en los almuerzos de los clubes de Manhattan, los l铆deres de la industria empezaron a hablar de la necesidad de establecer un r茅gimen de protecci贸n en torno a las tecnolog铆as estadounidenses, desde la medicina hasta el software.
En 1981, Pratt y el ejecutivo de IBM, John Opel, fueron nombrados copresidentes del Comit茅 Asesor de Pol铆tica y Negociaci贸n Comercial de la administraci贸n Reagan. Creado por el Congreso en 1974, este grupo asesor externo reun铆a a altos ejecutivos de primera l铆nea para asesorar al representante comercial de Estados Unidos en materia de pol铆tica y estrategia. Al tomar las riendas, Pratt y Opel crearon un grupo de trabajo sobre propiedad intelectual y lo llenaron de personas con experiencia en asociaciones de fabricaci贸n basadas en patentes, especialmente de medicamentos y productos qu铆micos. En los cinco a帽os que precedieron a Uruguay, este grupo de trabajo sirvi贸 de sala de guerra para una pol铆tica de doble v铆a destinada a endurecer a los aliados de Washington, al tiempo que ablandaba y divid铆a la esperada oposici贸n.
Tras conseguir el apoyo de la administraci贸n y la industria, el grupo de Pratt hizo p煤blico su proyecto. Le ayud贸 la creciente ansiedad por el declive econ贸mico de EE. UU. y, en consecuencia, hizo funcionar h谩bilmente los mandos de la propaganda y los diales del estado de 谩nimo del p煤blico. Pratt vio la desaceleraci贸n posterior a Vietnam y a la crisis del petr贸leo como una oportunidad para reiniciar lo que los conocedores de la industria llamaban 鈥渓a historia de la droga鈥. Con la econom铆a sufriendo un cu谩druple golpe 鈥揹茅ficits comerciales crecientes, una deuda externa que se dispara, la fuga de la fabricaci贸n y una competencia cada vez m谩s dura de Europa y Jap贸n鈥 las empresas volvieron a presentar la patente como un s铆mbolo atribulado del ingenio y la 鈥渃ompetitividad鈥 estadounidenses. Los pa铆ses que se negaban a reconocer la autoridad de la Oficina de Patentes de EE. UU. eran naciones rebeldes, estados piratas, cuyo latrocinio intelectual amenazaba tanto los puestos de trabajo de las f谩bricas de Detroit como las industrias de alta tecnolog铆a en ascenso de Silicon Valley.
Este fue el bot贸n pulsado por Barry MacTaggart, presidente de Pfizer International, en un art铆culo de opini贸n que apareci贸 en The New York Times el 9 de julio de 1982, bajo el t铆tulo 鈥淩obar a la mente鈥. El art铆culo desvelaba el argumento que la industria y el equipo negociador de Estados Unidos machacar铆an durante los cuatro a帽os siguientes hasta el inicio de las conversaciones en Uruguay. MacTaggart informaba a los lectores de que estaba en marcha una 鈥渢ensa lucha mundial por la supremac铆a tecnol贸gica鈥. Las invenciones de las industrias estadounidenses basadas en la investigaci贸n de alta tecnolog铆a, escribi贸 MacTaggart, 鈥渉an sido 鈥榣egalmente鈥 tomadas en un pa铆s tras otro por la violaci贸n de los derechos de propiedad intelectual por parte de los gobiernos, especialmente las patentes鈥. Exhort贸 a todas las naciones amantes de la libertad a alinearse en favor de la 鈥渁plicaci贸n adecuada y el tratamiento honorable鈥 de la propiedad intelectual, se帽alando 鈥渓os ordenadores, los productos farmac茅uticos [y] las telecomunicaciones鈥 como 谩reas de conocimiento que est谩n siendo 鈥渞obadas por la negaci贸n de los derechos de patente鈥.
Dentro de la ONU, advirti贸, el G77 estaba 鈥渢ratando de acaparar las invenciones de alta tecnolog铆a para los pa铆ses subdesarrollados鈥, siendo este un ataque al 鈥減rincipio subyacente al sistema econ贸mico internacional鈥.
El hecho de que no existiera tal principio no impidi贸 que el grupo liderado por Pfizer ideara las l铆neas generales de un r茅gimen para aplicarlo. La administraci贸n Reagan lo adopt贸 como propio, y el mundo fue avisado de que la propiedad intelectual estaba en el men煤 de Uruguay. Los pa铆ses del G77, muchos de los cuales se tambalean bajo los efectos de la crisis de la deuda, anunciaron que no ten铆an intenci贸n de aceptarlo. Dos de los rechazos m谩s contundentes vinieron de India y Brasil, las dos capitales de la industria de medicamentos gen茅ricos del sur.
Durante los cuatro a帽os siguientes, Estados Unidos reuni贸 a puerta cerrada a varios Estados contrarios a los ADPIC. El objetivo de estas reuniones era coaccionarles para que los firmaran. La herramienta principal era una parte de la legislaci贸n comercial estadounidense conocida como la Secci贸n Especial 301, establecida por la Ley de Comercio de 1974. La Secci贸n 301 cre贸 un mecanismo para sancionar a los socios comerciales de Estados Unidos por pol铆ticas consideradas discriminatorias o gravosas. En 1984, la ley se modific贸 para que la aplicaci贸n laxa de las patentes y los derechos de autor fuera un trampol铆n para la investigaci贸n y las represalias de la Secci贸n 301, un proceso conocido como Especial 301. Los pa铆ses m谩s pobres son los que m谩s tienen que perder con estas represalias, ya que a muchos de ellos se les ha concedido recientemente un acceso libre de impuestos al mercado estadounidense en virtud de un programa establecido en 1976 llamado Sistema Generalizado de Preferencias.
El enfoque de castigo-recompensa de Washington para ablandar la alianza anti- ADPIC experiment贸 un progreso vacilante. En 1985, Estados Unidos sacudi贸 a la coalici贸n anti- ADPIC, blandiendo la amenaza de una Especial 301 contra Corea del Sur y Brasil. Clayton Yeutter, el representante comercial de EE. UU. en aquel momento, inform贸 a ambos pa铆ses de que la Especial 301 era la 鈥渂omba at贸mica de la pol铆tica comercial鈥. (su sucesor la calificar铆a, elogiosamente, como su 鈥減alanca鈥). Entre 1984 y la conclusi贸n de la Ronda de Uruguay en 1994, Estados Unidos invoc贸 la Especial 301 en una docena de enfrentamientos con los l铆deres del G77, incluidos uno con India y tres con Brasil, que dieron lugar a aranceles y a una reducci贸n del acceso al mercado estadounidense.
Sin embargo, un bloque central de 10 pa铆ses, liderado por India y Brasil, sigui贸 luchando. Cuando la Ronda de Uruguay comenz贸 en la ciudad costera de Punta del Este, en septiembre de 1986, los ADPIC segu铆an siendo un campo de batalla. El Grupo de los Diez segu铆a resistiendo en 1989, cuando dos acontecimientos rompieron finalmente el eje India-Brasil y acabaron con la 煤ltima l铆nea de resistencia a la globalizaci贸n de los monopolios m茅dicos occidentales.
El colapso del comunismo en Europa del Este en 1989, as铆 como la inminente disoluci贸n de la Uni贸n Sovi茅tica que presagiaba, alteraron el orden pol铆tico mundial. Estados Unidos entr贸 en un periodo de dominio hist贸ricamente 煤nico, y Mosc煤 desapareci贸 como fuente de apoyo material e ideol贸gico para los pa铆ses de la oposici贸n anti-ADPIC (la ciencia y la transferencia de tecnolog铆a sovi茅ticas hab铆an contribuido a sentar las bases de las industrias de medicamentos gen茅ricos en todo el sur del mundo).
Con el desmoronamiento del Muro de Berl铆n, la agenda de la industria, defendida por el representante comercial de Estados Unidos, se liber贸 de los 煤ltimos restos de la restricci贸n de la Guerra Fr铆a. Dentro del proceso del GATT, las naciones fueron arrastradas a salas laterales y amedrentadas por lo que los negociadores anti-ADPIC llamaron las 鈥淐onsultas de la Sala Oscura鈥, seg煤n las entrevistas realizadas por Drahos y Braithwaite. Ese a帽o fue cuando el representante comercial de Estados Unidos comenz贸 a aplicar el Especial 301 con toda su fuerza, abriendo investigaciones sobre cinco de los 10 pa铆ses 鈥渄uros鈥 que se opon铆an a los ADPIC. India y Brasil, los l铆deres del grupo, se llevaron la peor parte. Brasil rompi贸 primero, despu茅s de que EE. UU. impusiera unos aranceles paralizantes a sus importaciones. India aguant贸 un poco m谩s, pero en 1990 tambi茅n rompi贸. Seg煤n los t茅rminos del ADPIC, el pa铆s ten铆a 10 a帽os para desmantelar y revisar la Ley de Patentes de 1970. Cuando la noticia lleg贸 a la India, estallaron protestas callejeras contra el gobierno de Rajiv Gandhi en todo el pa铆s.
Con los pa铆ses en fila, se dej贸 a la reci茅n llegada administraci贸n Clinton la tarea de supervisar los 煤ltimos detalles. Clinton era una figura extra帽a para este papel. Hab铆a hecho campa帽a contra la codicia 鈥渄esmedida鈥 de las industrias sanitarias y farmac茅uticas, a las que hab铆a descrito como 鈥減ersiguiendo beneficios a costa de nuestros hijos鈥. Identific贸 el alto precio de los medicamentos como 鈥渦n ejemplo de por qu茅 el sistema sanitario no funciona鈥. Ninguna de esas preocupaciones se mantuvo cuando brind贸 por la globalizaci贸n de las patentes de medicamentos que la gran mayor铆a de los pa铆ses siguen considerando desmedida e ilegal.
Clinton parec铆a genuinamente feliz en la ceremonia celebrada en la ciudad marroqu铆 de Marrakech el 15 de abril de 1994, cuando 124 Estados firmaron el Acta Final de la Ronda de Uruguay, que dio origen a la OMC. Seg煤n el texto del tratado, la OMC anunciaba 鈥渦na nueva era de cooperaci贸n econ贸mica mundial, que refleja el deseo generalizado de operar en un sistema comercial multilateral m谩s justo y abierto en beneficio y bienestar de sus pueblos鈥. A cambio de la aplicaci贸n de las patentes occidentales sobre medicamentos y otras tecnolog铆as, se prometi贸 a las naciones del G77 el acceso a los mercados ricos del Norte, y una condicional 鈥渁usencia de temor鈥 a encontrarse en el extremo equivocado de un Especial 301.
En el momento de la ceremonia de la firma, se inform贸 ampliamente de que este intercambio era justo y consensuado. No era ninguna de las dos cosas, pero la parte consensuada parec铆a mantenerse. Una docena de a帽os m谩s tarde, un cr铆tico tan sofisticado de los ADPIC como Joseph Stiglitz escribir铆a: 鈥渕ientras firmaban los ADPIC, los ministros de comercio estaban tan satisfechos de haber alcanzado por fin un acuerdo que no se dieron cuenta de que estaban firmando una sentencia de muerte para miles de personas en los pa铆ses m谩s pobres del mundo鈥.
Pero s铆 lo sab铆an. Es la raz贸n por la que lucharon tanto tiempo y tan ferozmente como lo hicieron. Es la raz贸n por la que los negociadores del Grupo de los Diez se llamaron entre s铆 llorando cuando Brasil se quebr贸, y por la que tantas reuniones ministeriales de la OMC han estado envueltas en gases lacrim贸genos. Mucha gente entendi贸 perfectamente en 1994 que los ADPIC eran una sentencia de muerte masiva. Ahora todo el mundo lo entiende tambi茅n.
* Sin embargo, fue la mayor industria en hacerlo. En 1980, la mitad de las 20 mayores multinacionales farmac茅uticas del mundo ten铆an su sede en EE. UU. En respuesta a la oposici贸n de la industria al programa de medicamentos esenciales de la OMS, Ronald Reagan recort贸 el apoyo de EE. UU. a la agencia en 1985.
** Una versi贸n anterior de este art铆culo indicaba err贸neamente el a帽o de la conferencia patrocinada por la OMS.
https://newrepublic.com/article/162527/long-strange-trips-grubby-history-vaccines-became-intellectual-property
Fuente: Sinpermiso.info