Debemos discutir el avance de la violencia mediática, aquella que ejercen los medios de comunicación de masas para mejor entender las tensiones que se están sucediendo actualmente entre diferentes sectores del capitalismo.
Más allá sus mentiras puntuales.
La incidencia real se da por la capacidad de volumen de los medios empresariales y no tanto por sus mentiras puntuales. Decir como dijo El País hace unos años, que lxs anarquistas se reunían con la extrema derecha es relativamente fácil de desmentir pero el condicionamiento que el dispositivo provoca, gracias a la capacidad de llegada que tienen, es difícil de contrarrestar. Su fuerza radica más en la capacidad de ocultar o potenciar discursos dado su volumen que en la veracidad o no de los mismos. El daño de una fake news no se anula con su desmentido.
La unicidad en el discurso de los medios masivos manifiesta el consenso casi total de los diferentes sectores defensores del orden salvo ejemplos parciales que generan alguna tensión y expresan sólo acomodos en las alturas. ¿Esperamos otra posición de los medios, otros modos de ser? No, pero indudablemente lo que sucede hoy, la total falta de crítica, consolida un nuevo estadio. Lxs periodistas se han convertido en lo que difunden, o sea, porquería refrita para el consumo fácil. Lxs encapuchadxs en las manifestaciones, por ejemplo, han sido privadxs no ya de una opinión discordante sino de cualquier clase de racionalidad. Lxs manifestantes han sido reducidxs a imbéciles sin sentido.
La anulación de cualquier clase de razón en lxs otrxs muestra el contenido mismo de la violencia mediática actual y se une a la clásica creación del enemigo, creación necesaria para las políticas de seguridad. Sigue siendo la peligrosidad en potencia de la clase del que roba un zapato la que lo lleva a comerse la cárcel y la no peligrosidad de la clase del banquero que robó miles de dólares la que lo deja libre.
La capacidad de replicar los mensajes que los medios empresariales poseen es tan grande que pueden darse el lujo no sólo de prohibir a lxs manifestantes toda posibilidad de ser escuchadxs sino incluso de ser consideradxs seres racionales. Que existan posibilidades de réplica en medios marginales no cambia la situación, la voz en el desierto es sólo un cuartada que los medios llaman “libertad de expresión”.
Entonces, en la capacidad de imponer y en la imposición efectiva de sus puntos de vista radica la violencia mediática actual. Alguna excepción periodística no basta para cambiar la conclusión general. La prensa mantiene la tonta presunción de encontrarse a ella misma siempre del otro lado del espejo y cuando esto no sucede, simplemente anula la otra imagen.
Tensiones en los palacios.
El desprecio que destila el lenguaje de lxs periodistas hacia quienes cuestionan la realidad impuesta está relacionado al desprecio con el que tratan al público en general, constantemente tratado como estúpido e infantilizado por la publicidad. Finalmente, el público y el mensaje de las empresas se armonizan. Por supuesto que las voces discordantes, la tensión entre medios también existe en la medida que representan sectores a veces en pugna. El poder se basa en un sistema complejo donde las relaciones de tensión son parte del juego.
La lucha actual que estamos viendo entre diferentes medios, servidores de internet, anulación de ciertas voces, es en general una lucha entre la élite y sus competidorxs capitalistas. Por supuesto que en el medio los verdaderos medios alternativos también caen pero debemos tener una estrategia clara para no caer en la del mal menor ni tampoco desaparecer. El capitalismo se está reestructurando y esto también concierne a los medios de difusión. La actual guerra entre medios expresa esa reestructura del capitalismo. Es una oportunidad para ser conscientes del poder mediático y replantear nuestras estrategias de comunicación.
Fuente: Periodicoanarquia.wordpress.com