December 9, 2022
De parte de Nodo50
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El pasado mes de julio se firmó el convenio colectivo de la fábrica que Mercedes Benz tiene en la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Dicho acuerdo fue avalado solo por el 55% de la representación sindical del comité tras un conflicto laboral que no se veía desde el año 2003, y tras nueve días de huelga que paralizaron totalmente la producción y llenaron las calles de la ciudad de las reivindicaciones de los y las trabajadoras.

Sin embargo, antes de entrar a analizar el contenido del acuerdo firmado y, sobre todo, las claves del desarrollo de los días de huelga, creo que es necesario hacer un repaso de lo que supone la fábrica de Mercedes Benz para la sociedad y la economía de Araba y de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV). 

Igual de necesario es ver lo acontecido a nivel sindical en la fábrica en los últimos años (incluso décadas), ya que sin saber quién es quién en la composición del comité y cuál ha sido su proceder en los últimos años, es difícil entender muchos de los hechos que se produjeron a finales de junio y principios de julio. En un comité de empresa con presencia de siete fuerzas sindicales, las decisiones y los actos de cada central han sido claves en el desarrollo y fin del conflicto.

La factoría de Mercedes Benz en Gasteiz es una empresa nuclear para la economía alavesa y vasca. Supone un 5% del PIB de toda la CAPV y da empleo directo a cerca de 5.000 personas. Sin embargo, su influencia no queda en dichos números. Se calcula que de lo que se produce en la fábrica de Mercedes depende, de manera indirecta, el empleo de otras 30.000 personas y que su actividad, de una manera o de otra, afecta a más de 600 empresas, de las cuales se provee para llevar a cabo su producción.

Alrededor de la fábrica de Mercedes se ha creado todo un enjambre de empresas ligadas al sector de automoción que se mueven al ritmo que les marca el gigante alemán y que temen el efecto mariposa de cualquier decisión que pueda tomar la dirección de Mercedes. No podemos olvidar que, siendo la producción de Mercedes Benz un 5% del PIB de la CAPV, la industria de la automoción en el conjunto del país supone entre el 20% y el 25% del PIB (el 45% de la producción de la industria de la automoción a nivel del Estado español se realiza en Euskadi).

Estos datos hacen que todo lo que ocurre en Mercedes se convierta en asunto de Estado y que las instituciones vascas, una vez tras otra, no dejen de pasar el brazo por la espalda del controvertido director general de la fábrica (CEO), Emilio Titos.

Como he dicho al inicio, otro de los aspectos importantes para entender las claves del conflicto es ver la composición del comité de empresa y cuál ha sido su papel histórico en las relaciones con la dirección de la fábrica.

En el comité de empresa coexisten siete centrales sindicales: cinco sindicatos de clase (UGT, ELA, CC OO, LAB y ESK) y dos corporativos (PIM y Ekintza). Históricamente, Mercedes Benz siempre ha sido del sindicato UGT, que ha venido ganando de forma continua las elecciones sindicales hasta que en las celebradas en el año 2018 el sindicato ELA le igualó en número de representantes (siete para cada una de las centrales sindicales).

Los sindicatos de fábrica, PIM y Ekintza, con tres representantes cada uno, constituyen el fiel reflejo de lo que son y conllevan sindicatos de fábrica: organizaciones egoístas, que solo defienden los intereses de determinados colectivos dentro de la empresa y que suelen actuar como muleta cuando surge algún problema para la dirección. 

Durante los últimos años, UGT, PIM y Ekintza han sido la tabla de salvación a la que ha tenido que recurrir reiteradamente Emilio Titos para poder sacar adelante sus pretensiones: convenios, colectivos, los ERTE, modificaciones de calendarios, etc. Estos tres sindicatos han supuesto un freno a cualquier tipo de movilización por parte de la plantilla y han actuado como correa de trasmisión para trasladar el miedo a los y las trabajadoras. Por esta actitud han sido gratamente recompensados por parte de la dirección de Mercedes Benz.

En el lado contrario, se sitúan los sindicatos ELA, LAB y ESK (con siete, cuatro y tres representantes respectivamente). Estas organizaciones son las que han encabezado las movilizaciones y las convocatorias de huelga durante la negociación del convenio. Suponen el dolor de cabeza de Titos y en numerosas ocasiones, ellas o sus personas afiliadas, han sido reprendidas con el único de objetivo de intentar doblegar sus pretensiones.

De esta manera, se han configurado dos bloques sindicales con características antagónicas: el primero, al que le gusta la moqueta y está más en los despachos de la dirección que en el taller, y el segundo, caracterizado por plantar cara, una y otra vez, a todas las injusticias que la empresa trata de imponer a la plantilla. Si bien hasta ahora el bloque liderado por UGT gozaba de una mayoría para que la empresa durmiese tranquila, en los últimos años esta diferencia se ha reducido considerablemente. Situándose en la actualidad en una representación de 13 (UGT, PMI, Ekintza) frente a 14 (ELA, LAB, ESK) y colocando a los cuatro representantes de CC OO en una posición clave. 

A CC OO es difícil situarle en un bloque, aunque es cierto que al final de todos los conflictos acaba situándose al lado de la empresa. Nos tiene acostumbrados a que nos dé una de cal y otra de arena. Si bien tradicionalmente se ha colocado en una posición cercana a la dirección, en el año 2016 provocó un movimiento que hubiera pasado inadvertido en cualquier otra empresa, pero que teniendo las dimensiones de Mercedes Benz supuso abrir los titulares de las páginas de economía de muchos de los periódicos locales. Ese año, CC OO cambió su posición y permitió que el sindicato ELA obtuviese la presidencia del comité de empresa sustituyendo a UGT, que lo había detentado en los últimos años.

Ha sido esa posición pendular de CC OO la que, al final, en este último conflicto, ha permitido a la empresa llegar a un preacuerdo y posterior acuerdo y paralizar unas movilizaciones que estaban siendo históricas.

Un convenio con año y medio de retraso
El conflicto por el convenio colectivo de Mercedes Benz saltó a la palestra en mayo de este año, si bien hay que recordar que los y las trabajadoras de la empresa llevaban más de un año con el convenio sin renovar.

El convenio de Mercedes llevaba caducado desde diciembre de 2020 y la empresa no tenía ninguna intención de empezar unas negociaciones serias. En una de las reuniones planteó una propuesta que incluía congelación salarial, aumento de jornada laboral y aumento de la flexibilidad. Una propuesta que suponía una declaración de intenciones de cuáles eran las pretensiones de la empresa en esta negociación. No podemos olvidar que estamos hablando de una empresa que en los últimos años ha obtenidos cientos de millones de beneficios y que se vanagloria de la ratio de productividad y rentabilidad que obtiene.

La pandemia y la salida de la misma sirvieron de excusa a la dirección de la empresa para dilatar las negociaciones. Mientras tanto, junto con los sindicatos amigos, durante ese periodo de tiempo llevó adelante varios ERTE que le permitían, por un lado, llevar al infinito la flexibilidad de una plantilla (ya flexible) y, por otro, extender entre los y las trabajadoras la idea de una situación económica mala que no permitía mejorar las condiciones laborales.

Todo dio un giro cuando en el mes de mayo la empresa anunció al comité de empresa su intención de hacer una inversión de más de 1.200 millones de euros en la fábrica de Gasteiz. Eso sí, condicionó la inversión a la firma del convenio y exigió la incorporación en el mismo de una mayor flexibilidad para la plantilla: la llamada sexta noche. Es decir, abría la posibilidad de trabajar seis noches seguidas en función de las cargas de trabajo, estableciendo un mecanismo unilateral por parte de la empresa para activarlo.

Según palabras de los gestores de la empresa, la inversión de 1.200 millones de euros garantizaba el futuro de la empresa en Gasteiz, ya que en su mayoría iba a estar dirigida a la adaptación y mejora de las instalaciones para la producción de nuevos modelos eléctricos.

Este anuncio provocó que la negociación se acelerase. Pero también provocó que un conflicto que hasta entonces era meramente laboral se convirtiese en un conflicto social.

Todos a una con la empresa
Como he citado al principio del artículo, Mercedes no es una empresa cualquiera en la CAPV. Cuando la empresa hizo pública la posibilidad de invertir 1.200 millones de euros el 2 de junio, en plena negociación del convenio y cuando el viernes anterior ya se estaba planteando realizar paros para desbloquear la situación, todos los poderes del país saltaron como un resorte a defender dicha inversión por encima de cualquier otra consideración.

Todo el mundo se creía con derecho a opinar de la situación y, curiosamente, nadie cuestionaba las intenciones de la dirección de la empresa, poniendo toda la responsabilidad sobre las espaldas de la plantilla. Se le tachaba de irresponsable y de no conocer ni importarle lo que ocurría fuera de las vallas de Mercedes.

Fue tal la desfachatez de las instituciones que, en pleno conflicto entre los trabajadores y trabajadoras y la dirección de la empresa, el propio lehendakari Urkullu viajó a Stuttgart junto a otros miembros del gobierno vasco a reunirse con el CEO de la empresa a nivel mundial para tratar de garantizar la inversión. Al término de dicha reunión el lehendakari de todos y todas, como le gusta remarcar, dijo: “Por supuesto que estoy a favor de la empresa. Si no hay apuesta por la empresa, no hay futuro para los trabajadores ni para la dirección. Nuestra apuesta es por la empresa”.

Declaraciones como las de Iñigo Urkullu no fueron las únicas. Ramiro González, diputado general de Araba y del PNV, dijo que “esta huelga resulta especialmente incomprensible y dañina para los intereses de la planta de Vitoria”, y colocó a la parte social como única responsable de la situación, responsabilizando a la plantilla y los sindicatos de lo que pudiera acontecer en el futuro.

Una vez más, las instituciones corrieron a reunirse con Emilio Titos y Mercedes Benz. Aún estamos esperando que vengan a escuchar la opinión de los y las trabajadoras.

Transparencia y participación
A pesar de lo peculiar de esta negociación de convenio, son muchas las negociaciones llevadas en la empresa y muchas las veces donde los distintos actores han ido repitiendo sus actitudes.

Antes de que la posible inversión se hiciera pública, desde los sindicatos ELA, LAB y ESK llevábamos meses intentando dinamizar y agilizar las negociaciones. Si un retraso tan amplio en las negociaciones ya genera, por sí mismo, desasosiego en la plantilla, el hecho de que el año 2021 acabara con un IPC del 6,4% sumaba presión, ya que la no actualización de los salarios tenía una repercusión acentuada en la vida de los trabajadores y trabajadoras.

Ante esta situación de parálisis, no podíamos quedarnos con los brazos cruzados a la espera que la empresa nos marcara los ritmos, las formas y los contenidos de la negociación. Por ello, los sindicatos ELA, LAB y ESK instamos en varias ocasiones a que se reuniese la mesa de negociación con el objetivo de avanzar. Intentos que cayeron en saco roto, ya que no fueron escuchados por la empresa, ni apoyados por el resto de los sindicatos.

Se sabía que el resto de sindicatos no iba a realizar movimientos que incomodaran a la dirección de la empresa y que, por tanto, la clave de la negociación iba a depender de los lazos de comunicación que se generaran entre los sindicatos opuestos a la dirección y la mayoría de la plantilla. 

Era clave obligar a que todos los sindicatos rindiesen cuentas delante de la plantilla 

Así pues, vimos necesario romper el oscurantismo en el que la empresa quería llevar las negociaciones y en el que ciertos sindicatos de la fábrica se sentían (y sienten) tan cómodos. Por ello, entendíamos que se tenía que hacer copartícipe a la plantilla de cada paso que se fuera dando y que se debía poner el foco, la crítica, de la paralización de la negociación no solo en la parte empresarial, sino también en aquellos sindicatos que colaboraban con la estrategia de la dirección de la empresa.

Para ello, era clave obligar a que todos los sindicatos rindiesen cuentas delante de la plantilla sobre cuál era su posición respecto a las negociaciones. Ya previamente a la convocatoria de movilizaciones, manteníamos la exigencia de la celebración de una asamblea general donde cada sindicato hablase y la plantilla pudiese participar. Objetivo que una y otra vez era rechazado por una mayoría del comité de empresa, pero que permitía que calase entre la plantilla una sensación de ninguneo y enfado.

En este contexto, llegó la noticia/chantaje de la inversión en la fábrica de Gasteiz a cambio de la firma de un convenio que garantizase una mayor flexibilidad (la sexta noche) a la empresa. Este hecho no hizo más que reafirmarnos en la estrategia adoptada, ya que la noticia de la sexta noche había caído como una bomba en una plantilla sujeta a un nivel de flexibilidad superior a la media del sector. Fue entonces cuando se vio la necesidad de dar un paso más y se puso en marcha una recogida de firmas solicitando una asamblea general.

Cuando empezó la recogida de firmas, CC OO y UGT plantearon movilizaciones frente al inmovilismo de la empresa; ahora bien, sin cuestionar el aumento de la flexibilidad: su objetivo era que fuera compensada económicamente. A nuestro entender, esas movilizaciones no recogían el sentir de la plantilla y suponían un acto de cara a la galería para justificar su actitud en la mesa de negociación.

Tras más reuniones en las que la empresa, en lugar de avanzar en la negociación, hacía propuestas que cada vez conllevan más recortes (una actitud que una parte importante de la plantilla resentía como de menosprecio hacia ella), la forma de enfocar el conflicto por parte de los sindicatos seguía dividida: mientras CC OO y UGT decidían convocar dos días de huelga, ELA, LAB y ESK seguimos viendo la necesidad de convocar un asamblea general y que fuera la propia plantilla quien realizase la convocatoria.

La recogida de firmas fue todo un éxito (el 80% de la plantilla del taller y el 50% del total de la plantilla), no solo por la cantidad de trabajadores y trabajadoras que tomaron parte, sino porque sirvió para recibir el absoluto rechazo de la plantilla a la propuesta de la empresa. Con las firmas recogidas, ELA, LAB y ESK volvimos al comité de empresa a solicitar de nuevo otra asamblea general. Una vez más, nuestra solicitud fue rechazada por el resto de sindicatos. Tras lo cual, se tomó la decisión de iniciar el trabajo en solitario y realizar una asamblea abierta convocada por los tres sindicatos.

La participación en la asamblea fue muy alta para los tiempos que corren, muestra del enfado y malestar de la plantilla. En esa asamblea los y las participantes pidieron secundar el primer día de huelga de UGT y CC OO y convocar nuevas convocatorias de huelga. Más allá de las movilizaciones, se exigieron nuevos intentos de buscar elementos unitarios que permitiesen aunar las posiciones dentro del comité. Oída la asamblea, se lanzó un mensaje para aunar las reivindicaciones en torno a la actualización del IPC y la no aceptación de la sexta noche, al tiempo que se registró una huelga para el mismo día que habían convocado CC OO y UGT y para días posteriores.

Así es como llegamos al primer día de huelga. En ella se logró el seguimiento del 95%, porcentaje que no se veía desde el año 2003. Y aunque se habían registrados dos convocatorias de huelga, la manifestación fue unitaria y masiva. Ese día se vio que el trabajo de los meses previos con la plantilla, los intentos de búsqueda de elementos unitarios y unas reivindicaciones claras para la huelga no habían caído en saco roto.

A partir de ese momento, los movimientos se aceleraron. Ante el paro total de la fábrica, a CC OO y UGT no les quedó otra que sumarse al no rotundo a la sexta noche y apoyar los llamamientos de huelga convocados por ELA, LAB y ESK. Día tras día, los paros fueron secundados por la casi totalidad de la plantilla, provocando sucesivos paros en la producción de la fábrica. Las intenciones de UGT y CC OO de mantener unas movilizaciones de perfil bajo y, mientras tanto, seguir salseando en la mesa de negociación se vieron abocadas al fracaso.

Con un nivel de seguimiento casi total y con una pérdida de referencialidad por parte de UGT y CC OO, la dirección de la empresa tomó conciencia de la envergadura del problema y decidió buscar una solución para intentar que las aguas volviesen a su cauce. Para ello anunció la retirada de su propuesta de sexta noche. Sin embargo, lo que podía entenderse como una victoria, lo único que hizo fue poner a cada uno en su sitio: el anuncio se hizo fuera de la mesa de negociación y mientras algunos sindicatos no habían recibido ninguna comunicación oficial, otros corrían a divulgar por la fábrica la desconvocatoria de unas jornadas de huelga que ellos no habían convocado.

Como no es difícil de imaginar, los primeros momentos en la fábrica fueron de confusión. Sin embargo, la no comunicación oficial de la renuncia a la sexta noche obligó a los sindicatos ELA, LAB y ESK a continuar con las convocatorias de huelga. En los días siguientes se celebraron varias reuniones de la mesa de negociación en la que los sindicatos UGT, CC OO, PIM y Ekintza llegaron a un preacuerdo al tiempo que el resto de fuerzas sindicales lo rechazaron. El preacuerdo recogía la retirada de la sexta noche y una actualización salarial desvinculada del IPC. 

ELA, LAB y ESK no suscribieron el acuerdo, ya que no recogía una de sus reivindicaciones principales, como era la no pérdida de poder adquisitivo. De ahí que en base a que el preacuerdo no recogía los objetivos de la movilización, decidieron seguir con las huelgas convocadas. Para sorpresa de la dirección y de los sindicatos firmantes, las convocatorias de huelga continuaron teniendo un seguimiento masivo, lo que les dejó desconcertados.

El rechazo al preacuerdo fue mayoritario en todas las mesas del taller

Por primera vez en mucho tiempo, los y las trabajadoras no habían tragado el mensaje de la dirección y de sus sindicatos amigos, y decidieron seguir luchando por la no pérdida de derechos laborales. Según CC OO, UGT, PIM y Ekintza, el seguimiento de la huelga fue producto de las amenazas y coacciones. Ver para creer.

En cualquier caso, esta respuesta de la plantilla obligó a los sindicatos firmantes del acuerdo y a la empresa a articular de manera rápida un referéndum que avalase el preacuerdo. Este referéndum estuvo acompañado de irregularidades, ya que se permitió el voto telemático sin ningún tipo de garantía, no se facilitó el censo a los sindicatos no firmantes hasta el final del proceso (hecho que se agrava al llevar meses sin recibir la información básica sobre contratación) y se permitió votar a toda la dirección de la empresa.

A pesar de todo ello, el preacuerdo solo fue avalado por un 57% de la plantilla. Una victoria basada, sobre todo, en el voto de las oficinas (personal no afectado directamente por lo recogido en el convenio) y por las personas que votaron de manera telemática. El rechazo al preacuerdo fue mayoritario en todas las mesas del taller.

La ilusión puede a la decepción
Al conocerse el resultado, tras un primer sentimiento de decepción, este sentimiento fue convirtiéndose en esperanza a medida que se fue interiorizando. Habíamos conseguido poner al límite a la empresa y a los sindicatos a su servicio, tuvieron que recurrir al insulto, la descalificación y la mentira para callarnos y, a pesar de todo, la plantilla respondió de manera ejemplar, tanto en las movilizaciones como el día de la votación.

En este final de curso se celebrarán las elecciones sindicales; en ese momento se sabrá si todo lo sembrado durante esta lucha da su cosecha o si ha sido flor de un día. Pero más allá de eso, queda la experiencia de la lucha, el valor de un trabajo pegado a los trabajadores y trabajadoras, la importancia de la asamblea como marco de decisión colectiva, los lazos de solidaridad creados a lo largo de esta lucha, que se mantuvo firme frente a una multinacional como Mercedes Benz y la brunete institucional y mediática contra ella, y el ejemplo de coraje y dignidad que dejó en el panorama sindical vasco.

Txejo Ortega, sindicalista de ESK (siglas en euskara de Convergencia Sindical de Izquierda)

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Fuente: Vientosur.info