February 15, 2021
De parte de Nodo50
559 puntos de vista

En el futuro los historiadores podrían escribir
que llegó el día en que el imperturbable Ministro de Relaciones
Exteriores ruso, Sergei Lavrov, decidió que había tenido suficiente: “Nos
estamos acostumbrando al hecho de que la Unión Europea está tratando de
imponer restricciones unilaterales, restricciones ilegítimas y partimos
del supuesto que en esta etapa la Unión Europea es un socio poco
confiable”.

Josep Borrell, el jefe de política exterior de la UE, en visita oficial a Moscú, tuvo que tomarlo en serio.

Lavrov, siempre un perfecto caballero, añadió: «Espero
que la revisión estratégica que se llevará a cabo pronto se centre en
los intereses claves de la Unión Europea y que estas conversaciones
contribuyan a que nuestros contactos sean más constructivos».

El ministro ruso se refería a la cumbre de jefes
de estado de la UE, del próximo mes, donde debatirán sobre las
relaciones entre Rusia y la Unión Europea. Pero Lavrov se preocupó de
dejar en claro que no se hace ilusiones, dijo: esperamos que estos «socios poco fiables» se comporten como adultos.

Los dos actores más importantes del espacio euroasiático

En esta conferencia de prensa hay una frase de Lavrov que llamó poderosamente la atención a los corresponsales extranjeros: “El principal problema que todos enfrentamos es la falta de normalidad en las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, los dos actores más importantes en el espacio euroasiático. Es una situación malsana, que no beneficia a nadie”.

¿Qué quiso decir Lavrov con esta frase? Volveré a esto en un momento.

En su forma actual, la UE parece
irremediablemente adicta a empeorar una “situación malsana”. En Bruselas
la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estropeó
ostensiblemente el tema de las vacunas. Básicamente, envió a Borrell a
Moscú, para solicitar los derechos de licencia para que empresas
europeas produzcan la vacuna Sputnik V, que pronto será aprobada por la
UE.

Y, sin embargo, los eurócratas optaron
incursionar en la histeria, promoviendo las payasadas del activista de
la OTAN y estafador convicto Navalny: una suerte de Guaidó ruso.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, bajo
el manto de la «disuasión estratégica», el jefe del STRATCOM
estadounidense, el almirante Charles Richard, dejó escapar casualmente
que «existe una posibilidad real que una crisis regional con Rusia o
China, una crisis que escale rápidamente hacia un conflicto que
involucre armas nucleares».

De modo que la culpa de la próxima – y última – guerra ya se atribuye al comportamiento «desestabilizador» de Rusia y China.

¿Acaso, suponen que si estuvieran «perdiendo»
una guerra convencional en “un ataque de rabia” transformarían el
conflicto en una guerra nuclear?  Presentada de esta manera la situación
el Pentágono sería víctima de los “malvados rusos y chinos”.

Los estrategas de STRATCOM deberían leer con
sumo cuidado al analista militar Andrei Martyanov.  Este experto ha
explicado detalladamente cómo ha cambiado la naturaleza de la guerra,
hoy son las armas hipersónicas, y no las armas nucleares, las que
decidirán quién gana y quién pierde.

Después de una escrupulosa explicación técnica,
Martyanov afirma: “Actualmente, Estados Unidos no tiene opciones en un
conflicto. En realidad, no tiene ninguna. Sin embargo, la opción menos
mala para los estadounidenses es hablar con los rusos. No con majaderías
geopolíticas como que Rusia “abandone” a China. Este es un tonto “sueño
húmedo” de las cabezas calientes. Terminar con los acuerdos entre China
y Rusia, hoy es totalmente imposible”.

Según Martyanov “rusos y estadounidenses deben
resolver pacíficamente las relaciones entre ellos” Para luego invitar a
China para que se siente como uno de los Tres Grandes en la mesa de
negociaciones. “Esta es la única oportunidad para que Estados Unidos
siga siendo relevante en el nuevo mundo”, agrega convencido.

Un poco de historia

Son muy insignificantes las posibilidades que la
Unión Europea controle una “situación poco saludable” con Rusia. El
estado profundo de aliado estadounidense no ha mostrado ninguna señal
que cambie que cambie su agresiva rusofobia.

El camino por delante parece estar ya fijado:
sanciones perpetuas; expansión de la OTAN a lo largo de las fronteras de
Rusia; formación de un anillo de estados hostiles alrededor de Rusia;
interferencia de Estados Unidos, con un ejército de quinto columnistas,
en los asuntos internos de Rusia; en fin, una guerra perpetua de
información de espectro completo.

Lavrov dejó claro que Moscú no espera cambio alguno. Sin embargo, los hechos sobre el terreno seguirán acumulándose.

Nordstream 2 estará terminado (con sanciones o
sin sanciones) y suministrará gas natural a Alemania y a la UE. El
estafador condenado Navalny (que tiene un 1% de «popularidad» real en
Rusia) permanecerá en la cárcel hasta que cumpla la condena judicial,
los ciudadanos de la UE obtendrán el Sputnik V, y …la asociación
estratégica Rusia-China seguirá solidificándose.

Rusia escéptica

Las claves históricas para entender la
“escéptica posición del pueblo ruso respecto de Europa”, están en el
nuevo libro de filosofía política escrito por Glenn Diesen, profesor de
la Universidad del Sureste de Noruega y profesor de la Escuela Superior
de Economía de Moscú.

Diesen se concentra en lo esencial: geografía,
topografía e historia: “Rusia es una gran potencia terrestre sin
suficiente acceso a los mares. La geografía, argumenta, condiciona los
cimientos de sus políticas conservadoras que podrían ser definidas por:
la autocracia, un concepto complejo de nacionalismo y un perdurable
papel de la Iglesia Ortodoxa”, algo que implicó una resistencia al
secularismo de carácter radical”.

Junto con Diesen debemos recordar que Rusia no
tiene fronteras naturales defendibles; ha sido invadida u ocupada por
suecos, polacos, lituanos, por la horda de oro mongola, por los tártaros
de Crimea, los franceses con Napoleón y por la enorme y sangrienta
invasión nazi.

Quizás como ejemplo de la preocupación fundamental del pueblo ruso esta la palabra byezopasnost. ¿Pero que hay tras esta palabra rusa? La respuesta es casi todo.: byez byezopasnost se puede traducir como “seguridad” pero también significa algo más importante: byez es “sin” en castellano y opasnost significa «peligro», sin peligro.

La compleja y singular estructura histórica de Rusia siempre presentó serios problemas.

Rusia tuvo una estrecha afinidad con el Imperio
Bizantino. Pero si «llegaba a reclamar la transferencia de la autoridad
imperial de Constantinopla a Moscú, se vería obligada a conquistarla».
Cosa que no hizo.

Ahora, si se le hubiera ocurrido reclamar la
herencia de la Horda Dorada Mongol este habría relegado a Rusia solo a
una potencia asiática. Cuestión que tampoco hizo.

En el camino ruso hacia la modernización, la
invasión mongola provocó no solo un cisma geográfico, sino que dejó su
huella en la política: “La autocracia se convirtió en una necesidad tras
el legado mongol y con el tiempo la Rusia de los Zares se constituyeron
como un imperio euroasiático con una vasta extensión geográfica, pero
mal conectada”.

Un este-oeste colosal

Desde esa época Rusia tiene que ver con Oriente y
Occidente. El profesor Diesen nos recuerda Nikolai Berdyaev, una de los
pensadores conservadores siglo XX, sostuvo en 1947 que : “la
incoherencia y la complejidad del alma rusa es producto que en Rusia
confluyen dos corrientes de la historia del mundo, el Este y el Oeste.
Ambas se empujan e influyen mutuamente (…) Rusia es una sección completa
del mundo, un este-oeste colosal «.

El ferrocarril Transiberiano, construido para
solidificar la cohesión interna del imperio ruso y para proyectar poder
en Asia, fue un gran cambio de juego: “Con la expansión de los
asentamientos agrícolas rusos hacia el este, Rusia estaba reemplazando
las antiguas carreteras de Eurasia «.

Por esta razón es curioso constatar cómo el
desarrollo ruso hacia el oriente terminó influyendo en la teoría de la
“Heartland” de Mackinder. Para este estratega, considerado el padre de
la geopolítica moderna, el control del mundo requiere del control del
súper-continente euroasiático y por tanto lo que aterrorizaba a
Mackinder era que los ferrocarriles rusos, que conectan a Eurasia, iban a
socavar con el tiempo la “gran imperio marítimo” de Gran Bretaña

Diesen también nos explica cómo el
“eurasianismo”, que surgió en la década de 1920 entre los emigrados en
respuesta a la revolución de 1917, fue de hecho una evolución del
conservadurismo ruso.

Sin embargo, este eurasianismo nunca se
convirtió en un movimiento político unificado. Su núcleo intelectual
creía que Rusia no era un mero estado de Europa del Este, pues después
de la 13 ª invasión mongol y de las invasiones tártaros, la historia y
la geografía de Rusia no podía ser solamente europea.

Para los euroasianistas el futuro requeriría un enfoque más equilibrado y un compromiso con Asia.

Antes , en 1881 y desde otra posición intelectual Dostoievski lo dijo brillantemente:

“Los rusos son tanto asiáticos como
europeos. El error de nuestra política durante los dos últimos siglos ha
sido hacernos creer que somos verdaderos europeos. Hemos servido
demasiado a Europa, hemos participado demasiado en sus querellas
domésticas (…) Nos hemos postrado como esclavos ante los europeos y sólo
nos hemos ganado su odio y su desprecio. Es hora de dar la espalda a la
ingrata Europa. Nuestro futuro está en Asia”.

Ahora Lev Gumilev es posiblemente una
“superestrella” para una nueva generación de partidarios del concepto
“euroasiático, su obra “La Antigua Rusia y la Gran Estepa” fue la
publicación de mayor impacto entre los rusos después de la caída de la
URRSS. En el libro, Gumilev demostró que Rusia se había fundado por
medio de una coalición natural entre eslavos, mongoles y turcos.

Lo que están ofreciendo Diesen y Gumilev es una
especie de tercera vía, que va más allá del nacionalismo pro-europeo y
de un internacionalismo hasta cierto punto utópico.

En Kazajstán se ha establecido la “Universidad
Lev Gumilev” y Putin se ha referido al historiador como «el gran
euroasiático de nuestro tiempo». Por su lado, Diesen nos recuerda que
George Kennan, definió a Rusia después de la caída de la URSS como “un
país trágicamente herido y espiritualmente disminuido”.

En 2005, Putin fue mucho más agudo y contundente: “el
colapso de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe geopolítica del
siglo. Y para el pueblo ruso, fue un verdadero drama (…) Los viejos
ideales fueron destruidos. Muchas instituciones fueron disueltas o
reformadas sin pensarlo … Con un control irrestricto sobre los flujos de
información, los oligarcas servían exclusivamente a sus propios
intereses corporativos. La pobreza masiva comenzó a aceptarse como la
norma. Todo este drama se desarrolló en un contexto de la más severa
recesión económica, con unas finanzas inestables y una parálisis en el
ámbito social”.

Ante esta crisis la respuesta de Putin fue aplicar la «democracia soberana»

Y así llegamos a la cuestión europea crucial.

En la década de 1990, dirigida por atlantistas,
la política exterior rusa se centró en la Gran Europa, un concepto
basado en el Hogar Europeo Común de Gorbachov.

Y, sin embargo, la Europa de la posguerra fría,
se ha configurado por una incesante expansión de la OTAN y con una Unión
Europea que se ha extendido permanentemente hacia el este. Los hechos
indiscutibles es que durante tres décadas los contorsionismos liberales
desplegaron todo tipo de maniobras para incluir a todas las naciones del
Este y excluir a Rusia de Europa.

Diesen tiene el mérito de resumir todo este
proceso en una sola frase: “La nueva Europa liberal representó una
continuidad británico-estadounidense en términos del dominio de las
potencias marítimas, y el objetivo, siguiendo lo que pensaba Mackinder,
es impedir una relación germano-rusa provechosa, una relación de suma
cero. De esta manera Estados Unidos evita que ambas naciones compartan
sus intereses complementarios”.

Entonces, no es de extrañar que Putin, fuera
erigido por los medios occidentales como el Espantapájaros Supremo, o
«el nuevo Hitler».

En su momento Putin rechazó de plano el papel
que quisieron asignarle a Rusia, debía ser mero aprendiz de la
civilización occidental, y de su actual corolario; la hegemonía
neoliberal. Aun así, se mantuvo por un tiempo bastante complaciente. De
hecho, en 2005 Putin declaró: “Rusia fue, es y será una gran potencia
europea».

Sin embargo, el objetivo de Putin ha sido
desacoplar el liberalismo de la política, rechazando los fundamentos de
la hegemonía liberal.

En este sentido se entiende su afirmación: debemos comprender que no hay un modelo democrático único.
Más tarde esta noción de Putin se conceptualizó como «democracia
soberana». En pocas palabras, la democracia no puede existir sin
soberanía, de modo que Rusia debe descartar de plano la «supervisión»
occidental para que la democracia soberana funcione realmente.

Diesen observa agudamente que, la URSS estuvo
cercana a ser «un eurasianismo radical de izquierda”. En su libro afirma
que Sergei Karaganov, conocido como el

«Kissinger ruso», demostró «que para la Unión
Soviética fue fundamental los procesos de descolonización pues se
comprometió tempranamente con el surgimiento de naciones soberanas de
Asia, y con los procesos de liberación nacional que privaban a Occidente
de capacidad para someter al mundo. Cuestión, que través de la fuerza
militar, los occidentales habían hecho desde el siglo XVI hasta la
década de 1940”.

Esto política internacionalista de la URSS es
reconocida en vastas extensiones del Sur global, desde América Latina y
África hasta el sudeste asiático.

Península occidental de Eurasia

Después del final de la Guerra Fría – y del
fracaso de la Gran Europa de Gorbachov –  el giro de Moscú hacia Asia
para construir la Gran Eurasia solo se puede entender como
“inevitabilidad histórica”. ¿Veamos por qué?

Los dos centros geoeconómicos de Eurasia son
Europa y Asia Oriental. Bueno, Moscú quiere conectarlos económicamente
en un súper-continente: ahí es donde la Gran Eurasia se une con la
Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (BRI). Para Diesen: se trata
de “una transición desde naciones hasta ayer periféricas el centro
occidental hacia un nuevo centro con una construcción económica
regional”.

Desde una perspectiva, incluso conservadora,
Diesen enfatiza, “la economía política de la Gran Eurasia permite a
Rusia superar su obsesión histórica con Occidente y establecer un camino
propio de Rusia hacia la modernización”.

Esto implica conectar la Rusia europea con
Siberia y la Rusia del Pacífico bajo un concepto: una nueva economía
política industrializador, por esto la asociación estratégica
Rusia-China está activa en los sectores geoeconómicos más importantes:
industrias estratégicas, plataformas tecnológicas, corredores de
conectividad e instrumentos financieros.

El giro hacia el oriente ha puesto en sobre la
mesa, una vez más, el debate sobre un asunto de carácter histórico: el
enfrentamiento entre el Heartland (el corazón de la tierra ubicado en
Eurasia) y las potencias marítimas.

Las tres primeras grandes potencias
euroasiáticas, fueron los escitas, los hunos y los mongoles. La razón
clave de su fragmentación y decadencia es que no pudieron alcanzar, ni
menos controlar, las fronteras marítimas de Eurasia.

La cuarta gran potencia euroasiática fue el
imperio ruso, y su sucesor, la URSS. Una de las razones de su colapso es
entre otros factores que tampoco no pudo ni alcanzar ni controlar las
fronteras marítimas de Eurasia.

De hecho, Estados Unidos lo impidió aplicando
las ideas de sus mejores geopolíticos, Mackinder, Mahan y Spykman. La
estrategia de Estados Unidos se conoció como el mecanismo de contención
de “Spykman-Kennan”, un modelo belicista que utilizó sistemáticamente
los denominados «despliegues avanzados» en la periferia marítima de
Eurasia, Europa occidental, Asia oriental y Oriente Medio.

Todos conocemos, a estas alturas, cómo es la
estrategia general de Estados Unidos en alta mar. También conocemos las
verdaderas razones de su participación en la Primera y la Segunda Guerra
Mundial. Su objetivo declarado fue evitar por todos los medios el
surgimiento de una potencia euroasiática.

Estados Unidos como gran potencia hegemónica,
fue definido crudamente – y con arrogancia imperial – por el libro » The
Grand Chessboard» de Brzezinski en 1997: «Necesitamos prevenir la
colusión en Eurasia y debemos mantener la dependencia de seguridad entre
las naciones vasallas, también necesitamos mantener afluentes flexibles
y protegidos, para evitar que los bárbaros se unan”.  El viejo “divide y
gobernaras” aplicado al «dominio del sistema- mundo».

Para desesperación de los sospechosos habituales
este sistema enunciado por Brzezinski ahora se está derrumbando. Diesen
señala: «en el pasado, empujar a Rusia hacia Asia habría relegado a
esta nación a la oscuridad económica y la habría eliminado como
potencia europea. Pero ahora, con el centro de gravedad geoeconómica
desplazándose a China y hacia el Este de Asia, se trata de un juego
completamente nuevo”.

La demonización de Rusia-China por parte de
Estados Unidos, junto con la mentalidad de sus adeptos instalados en la
Unión Europea, sólo están ayudando a acercar a Rusia cada vez más a
China. Todo esto ocurre en una coyuntura donde Occidente – que dominó el
mundo durante dos siglos- está llegando definitivamente a su fin

Diesen, quizás con demasiada diplomacia afirma: “Las
relaciones entre Rusia y Occidente puede que cambien con el surgimiento
de Eurasia. La estrategia hostil de Occidente hacia Rusia está
condicionada a la idea de que Rusia no tiene a dónde ir y debe aceptar
todo lo que Occidente ofrece. El ascenso de China altera
fundamentalmente la relación de Moscú con Occidente pues le permite a
Rusia diversificar sus asociaciones
”.

Es posible que nos estemos acercando rápidamente
al punto en el que la Rusia de la Gran Eurasia presentará a Alemania
una oferta del “tómalo o déjalo”. O construimos el Heartland juntos, o
nosotros lo construiremos solo con China, y para entonces Alemania
quedará como un espectador. Por supuesto, siempre existe una
posibilidad, pero ahora muy distante de un eje Berlín-Moscú-Beijing… han
pasado cosas más extrañas en la historia.

Mientras tanto, Diesen todavía confía: “las
potencias terrestres de Eurasia eventualmente podrían incorporar a
Europa, y a otros estados en la periferia, en la Nueva Eurasia. A medida
que los intereses económicos se vuelvan hacia el Este las lealtades
políticas cambiarán gradualmente y, Europa se podría convertir
 gradualmente en la península occidental de la Gran Eurasia”.

Este artículo también puede ser leído como una amable invitación para que “reflexione cierto vendedor ambulante de origen peninsular”.

Fuente original: https://observatoriocrisis.com/2021/02/12/por-que-rusia-esta-volviendo-loco-a-occidente/




Fuente: Rebelion.org