January 21, 2021
De parte de Colectivo Bruxista
658 puntos de vista


Por aquí sentimos debilidad por los biopics como género cinematográfico. Y cuando decimos biopics queremos decir biopics chungos. Películas con estructuras narrativas basadas en la consabida tríada Ascenso-Caída-Redención que se revuelcan con placer en la visión romántica del genio. Parodias de la pirámide de Freytag producidas para que nos identifiquemos con el protagonista y nos olvidemos, durante un par de horas, de esa interminable sucesión de desayunos a la que nos atrevemos a llamar vida. 

Uno de mis biopics favoritos es “Wilde”, de Brian Gilbert. Stephen Fry se sale haciendo de Oscar Wilde y Jude Law clava al siniestro Lord Alfred Douglas, el amante que provocará la ruina del artista. La película tiene muchas virtudes, aunque como buen biopic cae de lleno en una excesiva idealización del protagonista. En la cinta, Wilde es un genio indiscutido, cuyas extravagancias y errores, de producirse, se deben a su excesiva sensibilidad. En su entorno más íntimo nadie parece enfadarse nunca con él, salvo el irascible Alfred Douglas, presentado en la cinta como un auténtico demonio. Pero si hay un personaje desvirtuado en la cinta, hasta llegar al extremo de la vergüenza ajena, esa es la mujer de Wilde, Constance Mary Lloyd. 

Retratada en la película como un ser abnegado y algo apocado (se pasa la mitad del metraje suspirando de admiración por su marido), la Constance real fue una persona bien distinta. Amante del arte, la literatura y el espiritismo, ya era famosa en los círculos artísticos de Londres cuando conoció a Wilde en una fiesta en 1879. Publicó artículos y un libro de relatos para niños, hizo fotografías, pintó cuadros y participó activamente en la vida política de su tiempo. Fue una figura importante dentro del movimiento feminista, causa a la que siempre fue fiel, y se involucró activamente en una de las iniciativas políticas más fascinantes de todos los tiempos: el Movimiento para la Reforma del Vestir, que veía a la vestimenta victoriana como una forma de tortura para las mujeres y pretendía relegar el corsé al museo de los horrores de la historia. 

Nada de eso aparece en la película de Brian Gilbert. Como tampoco que murió a causa de la intervención homicida de un médico italiano, que encontraba la causa de todos los males femeninos en sus respectivos úteros. Constance llevaba años sufriendo dolores terribles, seguramente a causa de una esclerosis múltiple no diagnosticada, pero el médico le diagnosticó un tumor inexistente y la mató durante la operación. Murió en 1898. Fue enterrada en Génova. En su lápida no se mencionaba que había estado casada con Oscar Wilde. Este dato se añadió más tarde, cuando el nombre y la obra de Wilde ya habían recuperado el respeto del público.




Fuente: Colectivobruxista.es