June 15, 2021
De parte de Grup Antimilitarista Tortuga
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Juan Carlos Rois
Tortuga.

El 7 de junio, el Boletín Oficial de la Defensa ha publicado el Convenio de Colaboración entre la Asociación de Periodistas Europeos y el Ministerio de Defensa para celebrar la XXXIII edición del Seminario Internacional de Seguridad y Defensa, que viene haciendo dicha Asociación desde 1981.

La dotación con la que contará esta singular actividad por parte de Defensa será de 18.000 euros, pero el coste del Seminario se prevé en 31.000 euros, que se usarán para gastos alojamiento de los ponentes, alquiler de las salas reuniones, cafés de las pausas y y almuerzos, así como la transcripción y edición de las conferencias, con la edición de 350 ejemplares del libro de actas y gastos de personal destinados al Director/coordinador, Secretaría y Gabinete prensa.


Poco tenemos que decir de esta Asociación de Periodistas Europeos, que lleva patrocinando esos encuentros sobre «defensa» desde hace 32 ediciones y que tiene como secretario general al reconocido periodista tan querido de los militares Miguel Angel Aguilar.

La lista de patrocinadores de sus eventos (que aparece en su página institucional) deja una buena muestra de sus estímulos: BBVA; ACS, Coca Cola, El Corte Inglés, Ferrovial, Iberdrola, Indra, ministerio de Defensa. . . De preguntar a esta asociación que hay que defender, parece claro su aporte a la idea.

Y más si atendemos a los ponentes de seminarios anteriores: altos mandos militares, responsables del CNI, políticos del Ministerio de Defensa y representantes de las industrias militares.

Con tan unánime pensamiento parece claro que poco puede esperarse de un encuentro tan propagandístico, pero, para desafiar el que se supone que debe ser espíritu pluralista de la comunicación periodística, les proponemos desde aquí abordar las alternativas al modelo de defensa militar, las materias referidas a la seguridad humana y, cómo no, buscar ponentes no tan estrechamente vinculados al pensamiento militarista. ¿Será que también esto forma parte de la cultura de la defensa?

En todo caso, y como no creo que vayan a asumir el reto, tampoco estaría mal seguir la convocatoria y presentarse en dicho seminario un nutrido grupo de gente dispuesta a preguntar con voz crítica a los «ponentes» sobre la parte que nunca dicen de sus políticas.

Pero vamos a lo que me interesa: la idea de «Cultura de la Defensa».

¿Cultura de la defensa o propaganda militar?

Una de las obsesiones recurrentes del ministerio de defensa es la de implicar a la sociedad en su relato sobre el inestimable valor de los ejércitos.

Lo llaman cultura de la defensa, aunque tiene más que ver con propaganda y la mera política informativa de estos tiempos de posverdades, que con idea de cultura, pues cultura implica mucho más que la mera explicación unilateral y laudatoria de la defensa militar y de los ejércitos, e implica, cuando menos, el análisis profundo y multidisciplinario no sólo de lo que se hace, sino del cómo, del para qué, y de las críticas y alternativas que puede tener esta.

En nuestro caso una idea más profunda de cultura de la defensa implica también aspirar a la suficiencia de la sociedad para decidir qué es lo que entiende por defensa y seguridad; de qué es lo que hay que defender, de las razones y justificaciones de ésta, del conocimiento de los modelos y alternativas para ejercerla y un sinfín de cuestiones que el ministerio no tiene interés en debatir.


Implica, sobre todo, el modo de formar criterios propios y de conseguir la mayoría de edad en temas de seguridad, para no tener que estar tutelados por esa especie de despotismo ilustrado (en el mejor de los casos) que impregna todas las actuaciones poco transparentes y poco plurales de los que deciden por nosotros.

Pero el interés del ministerio de Defensa no es promover que la sociedad sea mayor de edad en temas de defensa, sino algo mucho más simple y ramplón: conseguir una adhesión inquebrantable y acrítica a sus modos y modales, lograr acallar la crítica y la desconfianza hacia los tejemanejes de lo militar, que si algo ha supuesto a lo largo de nuestra historia, ha sido la permanente colisión, cuando no el atropello, con los valores civiles.

Esta visión comunicacional de Defensa para acallar nuestras conciencias la podemos ver en la propia ley. El artículo 31 de la L.O 5/2005, de la Defensa Nacional contiene el mandato de que el Ministerio de Defensa promueva «el desarrollo de una cultura de defensa con la finalidad de que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el que las Fuerzas Armadas salvaguardan los intereses nacionales. Asimismo, el resto de los poderes públicos contribuirán al logro de este fin».

¿Se imaginan cualquier aspecto de la cultura que consista no en conocer y analizar, someter a crítica, conseguir avances, etcétera, sino en identificarse con un discurso sin discutirlo? ¿en aplaudir el dogma sin ponerlo en solfa?

Colaboracionismo institucional

No queda ahí la cosa. La directiva de la Defensa nacional 2020 de 11 de junio insiste en la misma idea y afirma que esta adhesión ciudadana a la idea de defensa (militar) es esencial. Por eso en el apartado 6 de las directrices que marca dicha directiva se señala que el gobierno prestará un apoyo decidido a la labor del ministerio de defensa para la promoción de la cultura y conciencia de Defensa «ofreciendo una información veraz y atractiva y y favoreciendo el conocimiento del conjunto de los españoles sobre la actividad cotidiana de sus Fuerzas Armadas y su repercusión en la protección y promoción del avance social y del bienestar ciudadano». Manda narices.

¿Se explican ahora la sobreabundancia de noticias con las que nos bombardean últimamente donde aparece un militar por medio? ¿Se dan cuenta del denodado esfuerzo del gobierno por acaparar funciones y tareas que no tienen que ver mucho con los militares (como poner vacunas, patrullar calles, dar ruedas de prensa o realizar exhibiciones y acrobacias variopintas) para éstos?

¿Para qué tanto esfuerzo invertido en hacer el panegírico institucional al militarismo, a su relato y a sus estructuras, si la gente pasa, como de casi todo?

Despotismo «ilustrado» y mayoría de edad

Por alguna razón que no acabo de atisbar algo les falla. Algo les preocupa. Algo les obliga a hacernos una constante labor de zapa mental para que queramos y mimemos y amemos y admiremos a los militares y sus proezas . . . y paguemos sin rechistar los platos rotos.

A mi modo de ver, esto de tener militares hasta en la sopa y a la ministra Robles disparando su verborrea de medias verdades, responde a la estrategia comunicativa que busca una legitimación que no acaba de lograrse, de lo militar y los militares, con la sociedad civil.

¿Por qué suele informarse con tal nivel de superficialidad y obviando el lado oscuro de la realidad del mundo militar? ¿por qué parece que los informantes que convierten las noticias en una especie de relato en rosa, parecen más bien vendedores del producto que informadores? ¿Por qué la noticia subliminal que se repite es que no somos nadie si el ejército no sale en nuestra ayuda? ¿es que no saben de lo que hablan? ¿es que se limitan a dar el parte como se lo guisan en Defensa? ¿es que no hay nadie de mentalidad crítica en ese mundo?

Es puro despotismo ilustrado.

¿Quieren un ejemplo? Repasen las últimas noticias sobre la loable actuación de la UME hace unos días apagando un incendio en el monte del Teleno: ¿ven por algún lugar que informen que el espacio incendiado es un campo de tiro militar y que el incendio lo provocó el uso militar del monte? Busquen este mismo tipo de noticias respecto a San Gregorio, en Zaragoza y a años anteriores: ¿Informan de los causantes del incendio? Váyanse ahora a cualquier incendio de un recinto no militar donde participa la UME: ¿informa del enorme presupuesto de la UME en comparación al exiguo presupuesto y dotaciones de las redes de protección civil y de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas?¿se preguntan a qué se debe este agravio comparativo?¿Informan de la labor efectiva de la UME y de la labor de los cuerpos y retenes civiles in situ? ¿Recaban la opinión de estos retenes civiles respecto a la intervención real de la UME?

¿Otro? Miren la importante noticia de la ampliación del puerto de submarinos de Cartagena (30 millones de euros), que podrá acoger submarinos. ¿Ven por algún lado la explicación de que esta ampliación ha tenido lugar después del desastroso proyecto de submarinos S-80, que no flotaban y que obligó a un sobrecoste de varios miles de millones de euros y que la ampliación viene precedida por otras obras de acondicionamiento de NAVANTIA que han costado otro dineral y obligada porque al haber tenido que ampliar el largo de los submarinos, no cabían en la existente?

¿Alguien ha informado de los fallos de diseño, de los sobrecostes abultados, de la falta de asunción de responsabilidades por personal tanto de Navantia como del Ministerio de Defensa, o de que, hasta la fecha, la explicación principal de que fabricar estos submarinos iba a suponernos una ventaja competitiva en el mercado de venta de armas, se ha truncado y Navantia no cuenta con ningún pedido al respecto?

¿Un tercero? El ejército va a vacunar a los futbolistas de la selección de futbol. ¿Encuentran alguna explicación de tal hecho? ¿Alguna noticia que se pregunte por el personal civil cualificado para estos menesteres? ¿Alguna que cuestione cómo es que los militares vacunan por libre, disponen de vacunas propias y si esto es coherente?

Críticas y fisuras

No acaba de ser creíble el discurso militar para las organizaciones sociales que apuestan por mejorar la vida de las personas y por ensayar alternativas a nuestro caduco modelo social, como pueden ser las organizaciones sociales de lucha contra la pobreza, o de solidaridad internacional, o ecologistas, o feministas y de tantos otros ámbitos, que se siguen mostrando críticas y remisas al impacto del militarismo.


No acaba de ser asumido tampoco, a pesar del escandaloso e indecente colaboracionismo de universidades y de centros formativos de todos los niveles, por el mundo educativo y por la cultura, cada vez más contraria al esperpento de pretender que la sociedad y sus mejores esperanzas se pueden defender por medio de ejércitos, de sus valores y de sus hechos.

Tampoco es sensible al cien por cien el mundo de la ciencia, que ve como se privilegia la investigación militar destinada a favorecer el militarismo y la violencia, frente a necesidades civiles mucho más útiles y justas.

No acaba de acallarse la crítica, a pesar de contar con una amplia quintacolumna militarista en el mundo periodístico, a los desmanes del gasto militar, a la opacidad y secretismo de las políticas militares, al despilfarro y la corrupción, al imperio de valores machistas, violentos y trasnochados imperantes en las organizaciones castrenses, a la deuda ilegítima generada por programas de armas y tantas otras circunstancias del mundo militar.

Y tampoco acaba de ser popular el enorme gasto militar, ni la prioridad de éste respecto a necesidades sociales evidentes, si acudimos a las encuestas que al respecto se realizan.

¿Serán estas fisuras, de momento insignificantes, las que preocupan a los difusores de la ideología militarista?

¿Será que temen la incertidumbre de que, en algún momento, y en torno a cualquiera de los múltiples aspectos por los que se derrama la pez del militarismo, se pueda aglutinar una apuesta social más amplia, una agenda de lucha social capaz de desencadenar otro ciclo de movilización como fue el de la desobediencia antimilitarista, desde sus moderados inicios en tiempos de Pepe Beúnza, hasta la capacidad de aglutinar un movimiento de lucha por la objeción de conciencia de contenido político y antimilitarista, primero, y la lucha de la insumisión más adelante?

Signos no faltan: movilizaciones feministas frente a la preparación de la guerra desde aquí o de boicot a los barcos de los comerciantes de armas; luchas contra campos de tiro e instalaciones militares (Bardenas Reales en Aragón y Navarra, El Retín y Rota en Andalucía, Sierra de Aitana en Alicante, Pájara en Canarias, . . .); movilizaciones contra los señores de la guerra en cada una de las localidades donde han pretendido hacer sus ferias; movilizaciones contra la presencia militar en ferias y certámenes; luchas como la objeción fiscal, cada vez mejor comprendidas por organizaciones de solidaridad; movilizaciones contra la fabricación de armas, luchas contra los bancos que invierten en armas, . . .

Se me ocurre que tenemos una buena base de prácticas, experiencias y conocimientos disidentes que aportar a la «cultura de la defensa», una cultura de la defensa hecha desde abajo, de forma horizontal, entre tod@s y al servicio de la sociedad.




Fuente: Grupotortuga.com