December 12, 2020
De parte de Nodo50
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Publicado en SinPermiso el 6-12-2010

Mientras la producción escrita sobre la renta básica
(RB) crece día a día, no ocurre lo mismo con la renta máxima (RM), esto
es, el pago de una tasa marginal del 100% a partir de determinada
cantidad de riqueza y renta. Es cierto que técnicamente son propuestas
independientes, y que muchos valedores de la RB no lo son de la RM y
viceversa. Nuestra hipótesis –que sostenemos desde un punto de vista
republicano y socialista- es que ambas propuestas, de consuno, tienen un
poder normativo muy potente.

En un artículo que firmamos juntos y se publicó en la Revista Daimon, recuperamos un texto de Antoni Domènech del año 2005, que nos resulta especialmente premonitorio:

Me parece que pocas cosas, si alguna, contribuirían tanto hoy a mitigar la capacidad de los imperios privados para desafiar con éxito a los poderes público democráticos, como una renta básica de ciudadanía que al tiempo que exigiera un minimum de existencia social para todos, se batiera también por limitar a un maximum compatible con la vida política republicano-democrática normal, el volumen de ingresos que le es dado recibir a un ciudadano.

En Sin Permiso hemos argumentado ya muchas veces sobre las razones técnicas1
y normativas que apoyan la defensa de la RB, aunque muy poco sobre las
razones de una RM. Como continúa el texto de Toni Domènech que acabamos
de citar, lo que ocurre es que:

Una milenaria sabiduría política mediterránea, retroatraíble a Solón o a los hermanos Graco, enseña lo que famosamente repitió muchos siglos después el mejor Maquiavelo: que una vida política libre, republicana, es incompatible con la existencia de magnates. Que en veinte años los CEOs de las grandes compañías transnacionales hayan pasado de ganar, de promedio, 40 veces más que sus trabajadores a ganar más de 400 veces más no sólo es una ofensa a cualquier noción decente de justicia distributiva, sino que es un peligro mayor para la pervivencia de formas de vida política no ya democráticas, sino mínimamente libres.

“Una
vida política libre, republicana, es incompatible con la existencia de
magnates”, algo muy parecido a lo que Louis Brandeis, Juez de la Corte
Suprema de los Estados Unidos de 1916 a 1939, anunció: “podemos tener
democracia o podemos tener riqueza concentrada en pocas manos, pero no
podemos tener ambas cosas”. Efectivamente, esta vieja idea republicana
no ha perdido fuerza, las grandes riquezas son una amenaza para la
libertad de la inmensa mayoría que no es rica. De ahí precisamente que
la neutralidad republicana -a diferencia de la liberal que se conforma
con que el Estado no tome partido por una concepción determinada de la
buena vida en detrimento de las otras que puedan existir-, exige acabar
con los grandes poderes privados que tienen la capacidad (y la ejercen)
de disputar e imponer su concepción de la buena vida al Estado. Lo más
frecuente no es que disputen con el Estado, sino que le dicten lo que
debe hacer.

Para explicar lo que entendemos como
una potente ligazón normativa entre una RB y una RM, puede servir como
metáfora el lenguaje arquitectónico de suelos y techos. En efecto, si la
RB fuera el equivalente a un suelo para toda la ciudadanía, esto es, un
piso que garantizara la existencia material de toda la población, la RM
sería un techo que impidiese la existencia de grandes magnates que
limitasen las libertades republicanas de la inmensa mayoría. Las
estadísticas son contundentes, incluso para aquellos dispuestos a
tolerar las desigualdades más inicuas, y que se niegan a admitir que la
propiedad privada es un producto esencialmente político y social.2
Desde el siglo XIX hasta lo que llevamos del presente, la concentración
de la propiedad crece, y muy especialmente a partir de las décadas de
los 80 y 90 del siglo pasado y hasta la actualidad. En muchos lugares
del mundo la propiedad se ha concentrado de forma extrema. Son datos
conocidos aún por parte de aquellos que se niegan a admitir que la gran
concentración de la riqueza en pocas manos amenaza a la libertad de la
mayoría no rica, que queda expuesta al arbitrio de los poderes
arbitrarios, públicos y privados.

En el año 1942,
el presidente de los EE.UU. F. D. Roosevelt defendió una tasa marginal
impositiva del 100% (una RM sin fisuras) para quienes percibieran unas
rentas superiores a los 25.000 dólares anuales (poco menos de 400.000
dólares actuales). La propuesta no se pudo poner en práctica, pero sí se
alcanzó una tasa del 94% a las fortunas por encima de los 200.000
dólares. No fue una RM, aunque se acercaba. En un momento, el gobierno
español actual de coalición hizo un anuncio sobre una imposición a las
grandes fortunas del cual luego no se ha sabido gran cosa, aunque muy
lejos de las proporciones realmente valientes que defendía F. D.
Roosevelt. Ilustremos nuestra propuesta con algunos datos numéricos: Con
un impuesto del 10% a la decila más rica en patrimonio de la población
del reino de España (sin contar su vivienda de residencia), se podrían
obtener más de 96.000 millones de euros. Para decirlo con mayor
exactitud, sería aplicar al cruce de la decila de mayor patrimonio
(riqueza) y de la decila de mayor renta, que según la Encuesta
Financiera de las Familias del año 2014 dispone de más de 0,15 billones
de euros de renta y de 0,96 billones de euros de patrimonio.3
Esta cantidad es inmensa puesto que supone mucho más dinero que todas
las pensiones contributivas y no contributivas juntas. Y solamente se
trataría del 10% de impuestos a estas fortunas. Un 20% al 10% más rico
patrimonialmente recaudaría el doble, es decir, 192.000 millones. Aun
así, este 10% de la población seguiría siendo rica en patrimonio, sin
lugar a dudas. También podría implantarse un impuesto según el nivel de
riqueza, tal como propone Piketty en su último libro Capital e ideología:
a quien disponga de 100 veces el patrimonio medio, se le aplicaría un
tipo del 10%; a quien lo tenga de 1.000 veces, del 60%; a quien lo tenga
de 10.000 veces, del 90%. Estos porcentajes que propone Piketty no
dejan de ser una sugerencia, podrían ser otros. No hace falta precisar
que tales imposiciones no serían exactamente una RM a la que hemos
definido como una tasa marginal impositiva del 100% a partir de
determinada cantidad de riqueza, pero esta última imposición del 90% se
acercaría.

La propiedad está muy concentrada,
mucho más que la renta. Así, por ejemplo, tanto en Europa como en los
Estados Unidos la decila superior acumula en la actualidad más del 55% y
del 70%, respectivamente de los activos inmobiliarios y financieros. Y
el centil superior más del 20% y del 40%, respectivamente. Solamente el
1% de la población acumula estos porcentajes de riqueza. Y la opacidad
informativa sobre la riqueza en todo el mundo es muy grande, algo que
afecta a la democracia de una forma no señalada muy a menudo. Se trata
de una desproporción y concentración solamente superadas, desde que se
tienen datos comparables, en las primeras décadas del siglo XX.

Lejos
de ser las únicas medidas para diseñar una política económica
republicano-socialista, la RB y la RM –sumadas a las irrenunciables y
preteridas conquistas de los Estados de Bienestar– permitirían
garantizar la existencia material de toda la población e impedirían que
los grandes poderes sean capaces de imponer su arbitrio a los ciudadanos
y los estados. Contra lo que se suele argumentar, estas medidas serían
posibles incluso para los países pobres, cuyos gastos ex post
en remediar las consecuencias irremediables de la pobreza igualan e
incluso superan lo que implicaría el pago de una RB universal por la vía de una reforma fiscal progresiva.
En tiempos de crisis agónica de las democracias, ambas medidas
complementarias serían capaces de comenzar el proceso de recuperación de
“una vida política republicano-democrática normal”.

Notas:

1
Es decir, por qué la RB es mejor técnicamente que los subsidios para
pobres, como el desastroso Ingreso Mínimo Vital, por lo que se refiere a
una serie de problemas que tienen estos últimos: trampa de la pobreza,
costos administrativos, estigmatización, non-take-up, tasa de cobertura, etc. Por ejemplo: aquí.

2
Como Elizabeth Anderson lo resume de forma sencilla: “El capitalismo
comenzó con grandes ataques a numerosas formas de derechos de propiedad:
primogenitura, derechos comunes, monopolios colegiados, etc. (…) En la
constante redefinición de la propiedad, el capitalismo siempre se ha
involucrado con la redistribución. Reconocer esta realidad es un paso
importante para superar los obstáculos ideológicos y permitir redefinir
los derechos de propiedad en los intereses de todos, no solo del uno por
ciento” (http://bostonreview.net/editors-picks-us-books-ideas/elizabeth-anderson-common-property).

3 Jordi Arcarons nos facilitó estos datos.

María Julia Bertomeu Miembro del Comité de Redacción de Sin Permiso.

Daniel Raventós

Es editor de Sin Permiso. En enero la editorial Catarata publicará
su libro “Renta Básica: ¿Por qué y para qué?”, con prólogo de Guy
Standing y epílogo de María Julia Bertomeu.

ATTAC no se identifica con las opiniones expresadas en los artículos que son responsabilidad de los autores de los mismos.




Fuente: Attac.es