October 25, 2021
De parte de A Las Barricadas
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Texto de la presentación del libro Ecos y pasos perdidos de Juan García Oliver en el Ateneu Llibertari de Gràcia, el 22 de octubre de 2021

Biografía de JGO

Destacadísimo militante anarcosindicalista. Camarero de profesión. Nació en Reus el 19 de enero de 1902, en el seno de una familia numerosa y muy pobre. Su padre, José García Alba, de Xàtiva, era albañil; su madre, Antonia Oliver Figueres, campesina. En su niñez vio como ambos trabajaban once horas diarias como peones textiles, en el Vapor Nou de Reus. Apenas cursó estudios de primaria. Su extensa cultura era fruto de las lecturas carcelarias. A los siete años oyó una frase a unos obreros insurrectos que le impresionó vivamente: ¡No se puede con el ejército!

En 1917 marchó a Barcelona. Participó en la fundación del Sindicato de Camareros de la CNT. Se integró en el Grupo Regeneración, formado por Rico, Bover, Romano, Pons, Alberich y otros. Asistió como representante de ese grupo a la Federación Local (barcelonesa) de Bandera Negra. Breve detención en 1919 en la cárcel Modelo[1], donde conoció a Ramón Archs, Perelló Sintes (“Liberto Callejas”) y Tomás Herreros. A la salida de prisión se le encargó organizar la CNT en su localidad natal.

En 1921 se hizo cargo del Comité provincial de Tarragona, impulsando la creación de sindicatos únicos y de grupos de acción. Se ganaron las huelgas planteadas en el textil y transportes por mejoras salariales, utilizando métodos de acción directa con la intervención de grupos armados contra los todopoderosos capataces del textil, a los que se exigió, con el cañón de la pistola en su cabeza, que eligieran entre el absoluto respeto a las trabajadoras, o sus sesos salpicando las paredes. A los patronos del transporte se les demolió argumentalmente la falacia de que el aumento de salarios implicaba su ruina. Pero la mayor victoria de estas luchas fue la recuperación de la dignidad y el orgullo de clase, así como el inmenso prestigio conseguido por el sindicato único y sus métodos de acción directa. Juan García Oliver aplicaba una de las máximas de Salvador Seguí: las huelgas solo comienzan si se han de ganar.

En el transcurso de ese año (1921) centenares de cenetistas murieron a tiros en las calles y las fábricas. Los presos eran asesinados en los traslados carcelarios o a la salida en libertad de las prisiones, mediante la criminal aplicación de la ley de fugas.

García Oliver fue a Madrid, encubierto bajo la falsa misión de crear con la patronal un comité algodonero, para colaborar activamente en los preparativos del asesinato del presidente del Gobierno, que fue ejecutado el 8 de marzo de 1921 por tres trabajadores del metal: Mateu, Nicolás y Casanellas. El presidente Eduardo Dato era el principal responsable del terrorismo anticenetista en curso. García Oliver intervino en la compra de la moto usada en el asesinato y dibujó el plano de un posible escenario del atentado.

En Reus se vivían tiempos de guerra civil entre los pistoleros del Sindicato Libre (carlistas y mercenarios de la patronal) y los sindicalistas del Único. Fue detenido en un registro domiciliario rutinario. Salió de la cárcel gracias a la muerte de Dato, ya que el nuevo gobierno restableció las garantías constitucionales, lo que implicaba la inmediata liberación de los presos gubernativos[2].

En la CNT existían, en aquel momento, tres tendencias: la sindicalista de Salvador Seguí, la marxista de Joaquín Maurín y la anarcosindicalista de Manuel Buenacasa y Juan García Oliver.

En 1922 contribuyó a la creación del Grupo Los Solidarios, junto a Durruti, Ascaso, Jover, Sanz, Aurelio Fernández, etcétera, para responder al terrorismo combinado del Estado y de la patronal, enfrentándose a los pistoleros del Sindicato Libre. El CR que decidió la creación de Los Solidarios estaba formado por Pestaña, Peiró, Piñón y Marco, todos ellos (en agosto de 1931) destacados treintistas. Lo que estaba en juego era la propia supervivencia de la CNT y no existía más opción que la defensa de la vida de los sindicalistas y la respuesta al terror de sus verdugos, o bien, la desaparición de la Organización, si se mostraba incapaz de protegerse y de combatir con mayor dureza y efectividad que el enemigo de clase. No era terrorismo, era mera resistencia. El CR autorizó y promovió el armamento de sus militantes para defenderse de los pistoleros financiados por la patronal y protegidos por las autoridades civiles, judiciales y militares.

El grupo Los Solidarios, participó en numerosos atracos y atentados, entre los que destacó el homicidio del arzobispo de Zaragoza, cardenal Soldevila, fascista y monjeriego (adecuada palabra nacida del cruce entre monja y mujeriego), el gobernador de Vizcaya Regueral e incontables enfrentamientos con grupos de requetés[3] y pistoleros de la patronal.

El 25 de agosto de 1922 el destacado cenetista Ángel Pestaña fue gravemente herido en Manresa, en un atentado de los pistoleros del Libre. El 10 de marzo de 1923 los cenetistas Salvador Seguí (El Noi del Sucre) y Francisco Comes (El Peronas) fueron asesinados en Barcelona, en la esquina de la calle Cadena con San Rafael, acribillados a tiros por un grupo de pistoleros financiados por la patronal.

En 1923, García Oliver se instaló en Manresa, a petición de los organizadores del atentado contra Dato, para enfrentarse al auge de los Sindicatos Libres en esa localidad, donde fue detenido a causa de un enfrentamiento sangriento con resultado de cuatro heridos, el 6 de abril en el bar Alhambra, con el grupo de pistoleros del Libre liderado por Juan Laguía (que resultó ileso), al que algunos responsabilizaban del asesinato de Salvador Seguí. Tras intervenir en repetidas acciones armadas, como los atracos a la Fonda de Francia y a la Empresa Arrendataria de Contribuciones de la barcelonesa calle Aviñó, fue finalmente detenido. Estuvo preso más de un año en el penal de Burgos[4].

En diciembre de 1924 se exilió en París, tratando por una parte con nacionalistas partidarios de Maciá (para una invasión por la frontera que acabara con la Dictadura) y, por otra parte, con furisciti italianos[5], para asesinar a Mussolini.

En julio de 1925 se unió a Durruti, Ascaso y Jover, que habían regresado de su gira de atracos americana, para preparar un atentado contra Alfonso XIII. Descubierto por la policía, consiguió huir a Bruselas sin que le detuvieran, gracias a la ayuda prestada por Aurelio Fernández y Manuel Pérez[6], El canario.

Residió brevemente en Bruselas con Aurelio Fernández. En mayo de 1926 asistió al Congreso de Marsella, donde se pusieron las bases de la fundación de la FAI. Se enfrentó a Manuel Pérez y a Sousa, que defendían el apoliticismo de la CNT y se oponían a cualquier alianza o colaboración con partidos burgueses; abandonando el congreso cuando fue derrotada su ponencia, favorable a un pacto con Maciá, con vistas a una colaboración militar con los independentistas catalanes.

En el otoño de 1926, participó en el intento de invasión de Cataluña por los nacionalistas de Maciá. Los hechos de Prats de Molló fueron un sonado y previsible fracaso, trufado de delatores y del detallado conocimiento de la operación por parte de la gendarmería francesa, que abortó la invasión ya en territorio francés.

Detenido en Pamplona el 15 de octubre de 1926, y condenado, no salió de la prisión de Burgos hasta la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931[7].

Tuvo un destacado protagonismo en el mitin del Primero de mayo de 1931, en el que apareció por primera vez la bandera rojinegra, por superposición en diagonal de las banderas de los grupos sindicalistas de Bandera Roja y los grupos anarquistas de Bandera Negra, enfrentados hasta entonces por el color de la enseña, así como por cuestiones ideológicas y tácticas, ya superadas por el anarcosindicalismo. El dinero ganado en la lotería por el cenetista Aubí, de Badalona, sirvió para comprar los palos de las banderas y fabricar con antelación las telas de unas enormes enseñas rojinegras, según diseño ideado por García Oliver, que en el mitin del Arco del Triunfo explicó el concepto de gimnasia revolucionaria; término que aparecía en la octavilla distribuida entre los asistentes. Arturo Parera finalizó el mitin presentando unas conclusiones escritas, que debían presentarse a Maciá en la Generalidad. Se inició una manifestación que al llegar a la plaza de Sant Jaume fue rechazada por los mossos de escuadra, quienes, ante el temor de que se asaltaran los palacios de la Generalidad y del Ayuntamiento, dispararon contra los manifestantes, iniciándose un tiroteo entre mossos y cuadros de defensa que duró cuarenta y cinco minutos, y que solo cesó cuando los representantes obreros, después de entregar el escrito de reivindicaciones a la autoridad, ordenaron el cese del fuego desde el balcón de la Generalidad.

Ya desde abril de 1931, en el Pleno de Regionales reunido en Madrid el 25 de abril de 1931, la Organización tomó la decisión de crear Comités de defensa de la CNT, capaces de defender los derechos, aún no reconocidos, de reunión, asociación, sindicación y manifestación de los obreros y como método para radicalizar los sindicatos, frente al gradualismo de los sindicalistas puros (que más adelante serían llamados treintistas) y su reformismo integrador. También se promovió las reivindicaciones de los inquilinos, que protestaban contra la carestía de los alquileres. JGO asumió la secretaría peninsular de la FAI, en un momento de dispersión y ausencia de coordinación de los débiles grupos de afinidad existentes.

En el Congreso Extraordinario de la CNT, reunido en Madrid en junio de 1931, participó como delegado del Sindicato de la Madera de Barcelona. Se opuso a la creación de las Federaciones de Industria y defendió la táctica de la gimnasia revolucionaria. En este congreso la CNT tuvo el inmenso acierto de crear los sindicatos de barrio y potenciar la organización práctica de los comités de defensa.

En octubre de 1931, JGO ingresó como redactor en la plantilla de la Soli. El 30 de noviembre fue detenido a la salida de un mitin, acusado de amenazas al gobernador y agresión a la fuerza pública, permaneciendo como preso gubernativo hasta el 18 de diciembre de 1931. El 27 de diciembre de 1931 habló en un emotivo mitin en el Gran Kursal de Manresa, junto a Durruti, Parera y Corbella.

A petición del CR formó parte del grupo organizador de la insurrección de enero de 1932, que condujo a la proclamación del comunismo libertario en diversos pueblos del Alto Llobregat. Fue detenido y encarcelado en la Modelo. Desde la cárcel, acusó públicamente a Ángel Pestaña de impedir una huelga de solidaridad con los detenidos y deportados, consiguiendo su dimisión. El 10 de marzo de 1932 había sido uno de los firmantes de la respuesta de los presos cenetistas al Manifiesto de los Treinta. Liberado en mayo de 1932, participó en una intensa gira de mítines por toda Cataluña.

El 20 de septiembre de 1932 fue brevemente detenido[8] en una redada policial efectuada en el Sindicato del Fabril y Textil.

Fue detenido[9], de nuevo, por su destacada participación en la insurrección del 8 de enero de 1933, junto a Gregorio Jover, Antonio Ortiz, Pérez “el Valencia” y cinco militantes de un cuadro de defensa de Pueblo Nuevo. Iban armados con pistolas Star de 9 milímetros, varios cargadores y tres cajas de municiones. Todos ellos fueron torturados y sometidos a feroces palizas en Jefatura de Policía de Vía Layetana, antes de ser encarcelados en la Modelo. Peor les fue en Casas Viejas (Cádiz), donde se ametralló a los sublevados y se les quemó en una choza en la que se habían refugiado.

JGO salió de prisión poco antes de las elecciones de noviembre de 1933. Durante la insurrección de diciembre de 1933 se mantuvo en un discreto segundo plano. Se integró en el grupo “Nosotros”, en cierto modo continuidad parcial del grupo “Los Solidarios”, constituido por Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti, Gregorio Jover, Antonio Ortiz, Aurelio Fernández, Ricardo Sanz, Rafael Torres Escartín, José Pérez Ibáñez (El Valencia), Julia López, Pepita Not, Ramona Berni y María Luisa Tejedor, entre otros. El grupo “Nosotros” estaba constituido por unos veinte hombres de acción, en primera fila. Sumaba, además, a los que eran sus colaboradores, informadores, auxiliares, protectores, etcétera, llegando en total a unos ochenta militantes.

En abril de 1934 fue retenido un mes en calabozos policiales, y durante unos días en agosto y noviembre.

En octubre de 1934, García Oliver estaba en Madrid como redactor del periódico CNT, empeñado en una campaña a favor de la amnistía y liberación de los numerosos presos anarcosindicalistas. Se mostró contrario a que la CNT participara, en Cataluña, en las Alianzas Obreras.

En enero de 1935 el Grupo Nosotros formó parte del Comité Local de Preparación Revolucionaria, que organizó los comités de defensa como un ejército revolucionario capaz de enfrentarse y vencer al ejército profesional, y planificar la transformación de la industria catalana en una industria de guerra.

Durante la campaña electoral de febrero de 1936 intervino en incontables mítines en favor de la amnistía. Era partidario de la participación de los cenetistas en las elecciones, rompiendo con el tradicional abstencionismo ácrata. Argumentaba que, si ganaban las derechas el golpe fascista sería inmediato, pero que si ganaban las izquierdas el golpe derechista se retrasaría medio año, lo cual permitiría a los revolucionarios prepararse con tiempo suficiente y los presos saldrían a la calle.

En mayo de 1936 asistió al Congreso de Zaragoza. Juan Montserrat, Francisco Ascaso y García Oliver acudieron en representación del Sindicato del Fabril y Textil de Barcelona. Fue partidario de la unificación con los cenetistas escindidos y presentó una ponencia sobre comunismo libertario, que fue totalmente desfigurada en su redacción final; y otra sobre la formación de un ejército revolucionario, que concretaba en la extensión a toda España de la organización de los comités de defensa, ya existente en Barcelona. Cipriano Mera le preguntó irónicamente de qué color quería los entorchados.

El 19 y 20 de julio jugó un papel destacadísimo en los combates callejeros, como organizador y estratega, en el seno del Grupo Nosotros, constituido en Comité de Defensa Confederal que coordinó la insurrección obrera en Barcelona. A propuesta de García Oliver se adoptó la táctica de dejar que las tropas salieran a la calle sin hostigarlas, porque sería más fácil derrotarlas fuera de los cuarteles.

Los líderes anarcosindicalistas predicaban mediante el ejemplo, interviniendo directamente en las luchas callejeras. Entre las once y las doce del mediodía del 19 de julio, las tropas sublevadas habían sido derrotadas, tras más de seis horas de combate en la Brecha de San Pablo. Las tropas de los cuarteles de Pedralbes y Lepanto, en la periferia, conectaban con el cuartel de caballería de la calle Tarragona, y desde allí, pasando por plaza de España y la Brecha de San Pablo enlazaban con el núcleo central de la sublevación, sito en Capitanía-Atarazanas. Esa conexión había sido rota por los comités de defensa de la CNT. La victoria en la Brecha de San Pablo, que se extendió inmediatamente a todo el Paralelo, era el primer paso hacia el desastre de los sublevados. Mientras Francisco Ascaso saltaba de alegría blandiendo el fusil por encima de su cabeza, García Oliver no dejaba de gritar: ¡sí que se puede con el ejército! En este punto crucial de la ciudad los anarcosindicalistas, entre los que se encontraban Francisco Ascaso, Juan García Oliver, Antonio Ortiz, Gregorio Jover, Ricardo Sanz, Quico Sabaté y tantos otros combatientes anónimos, habían derrotado al ejército.

El 20 de julio, por la tarde, García Oliver formó parte del Comité de Enlace, junto a Buenaventura Durruti, Josep Asens, Abad de Santillán y Aurelio Fernández (este último en sustitución del fallecido Francisco Ascaso), que se entrevistó con Companys en la Generalidad, aceptando debatir su oferta de colaborar con el resto de fuerzas antifascistas en un organismo común.

En el Pleno de Locales y Comarcales del 21 de julio de 1936, reunido en la Casa CNT-FAI, la propuesta de García Oliver de “ir a por el todo” fue derrotada con el único voto favorable de la Comarcal del Bajo Llobregat, emitido por Josep Xena. Se aceptó mayoritariamente la propuesta de Federica Montseny (por convicción) y de Abad de Santillán (por temor a una intervención extranjera) de colaborar con el gobierno de la Generalidad y el resto de fuerzas antifascistas en el nuevo organismo denominado CCMA[10].

El 21 de julio por la noche se reunió por primera vez el Comité de Milicias. JGO amplió las competencias y funciones del Decreto de Companys (publicado ese mismo día) de formación de un Comité de Milicias. JGO convirtió ese Comité de Milicias en un Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMA), autónomo e independiente de la Generalidad, que al día siguiente editó y distribuyó un Bando que imponía un nuevo orden revolucionario.

El 23 de julio propuso al resto del Grupo Nosotros aprovechar la aglomeración de fuerzas milicianas del día siguiente, esto es, de la Columna Durruti hacia Zaragoza y de la Columna Ortiz hacia Caspe, para “ir a por el todo” en la ciudad de Barcelona, antes de partir al enfrentamiento con los fascistas en tierras de Aragón. Su propuesta fue rechazada de nuevo “hasta después de la toma de Zaragoza”. En esa misma reunión se aprobó la constitución de un Comité de comités como instrumento capaz de coordinar y dirigir la Organización, y se preparó la unanimidad del pleno del día 26 que aprobó la fundación del Comité de Abastos.

[Sin explicar la situación revolucionaria surgida el 20 de julio de 1936 no entenderemos que, mientras los comités superiores renunciaban a la revolución y pactaban con los demás partidos antifascistas y la Generalidad, en las calles y fábricas, en la retaguardia, se producía una de las revoluciones proletarias más profundas de la historia, que expropiaba fábricas y talleres, socializaba la producción y la distribución, organizaba las milicias que se enfrentaron a los fascistas en Aragón, imponía un nuevo orden revolucionario, gestionaba una ciudad de más de un millón de habitantes… Por un lado unos comités superiores que renunciaban a sus principios ácratas y pactaban con todas las organizaciones antifascistas y con el gobierno de la Generalidad, renunciando a todo; de otra parte unos comités revolucionarios que no renunciaban a nada y detentaban todo el poder en su barrio o localidad, imponiendo un orden revolucionario sustentado en el armamento del proletariado.][11]

En las reuniones del CCMA García Oliver desempeñó un papel de liderazgo, encargándose de la secretaría de Guerra. A primeros de agosto de 1936 vetó la entrada de ministros del PSUC en el gobierno de la Generalidad. Intervino en la creación de la Columna Los Aguiluchos, que más adelante se convirtió en la División 28. A la disolución del CCMA, el 1 de octubre de 1936, asumió el cargo de secretario general del Departamento de Defensa.

El 4 de noviembre de 1936 aceptó el cargo de Ministro de Justicia en el gobierno de Largo Caballero. La entrada de cuatro ministros cenetistas en el Gobierno de la República (Juan García Oliver, Federica Montseny, Juan López y Joan Peiró) sirvió para justificar y arropar la miserable huida del Gobierno de la República de un Madrid que parecía destinado a caer en manos fascistas.

Promovió la creación de la Escuela de Guerra y la Escuela de Militantes. Aprobó la fundación de campos de trabajo para los fascistas, que en 1938 alojaron, ya, a poumistas y anarcosindicalistas.

En mayo de 1937 fue uno de los líderes anarquistas más destacados en el llamamiento al alto el fuego. Pronunció su famoso discurso del “beso”, fortísima apuesta contrarrevolucionaria por evitar la ruptura de la unidad antifascista. Ordenó el abandono incondicional de las barricadas. La insurrección de mayo fue derrotada por la radio y, sobre todo, por la emisión del discurso del beso de JGO. Algunos insurrectos descargaron su rabia disparando al aparato de radio.

Con la caída del gobierno del socialista Largo Caballero, el 17 de mayo de 1937 García Oliver dejó de ser ministro de Justicia.

El 28 de junio de 1937 había aceptado el cargo de consejero de Servicios Públicos del gobierno de la Generalidad, que quedó en mero proyecto nonato ante la negativa de la CNT a consentir el nombramiento por Companys, a última hora, de Bosch Gimpera como consejero sin cartera.

En el verano de 1937 formó parte de la Comisión Asesora Política (CAP) que asesoraba y dirigía al CR de la CNT en Cataluña, con el objetivo de evitar que los comités superiores fueran desbordados de nuevo por la base militante como había sucedido en mayo de 1937. En septiembre de 1937 abogó por la rendición a los estalinistas y a la policía de la Generalidad de los cenetistas insurrectos en el edificio de Los Escolapios, sede del Sindicato de Alimentación y del Comité de Defensa del Barrio del Centro, levantados en armas contra la brutal represión estalinista en curso. JGO repitió el papel de bombero que ya había interpretado en mayo de 1937.

Ante el derrumbe del frente de Aragón en marzo-abril de 1938, trabajó por la formación de un Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario de Cataluña, del que formó parte desde su constitución el 2 de abril de 1938.

Estuvo exiliado en Francia desde el 27 de enero hasta el 15 de julio de 1939. El 28 de mayo había nacido su hijo Joan en París. Tras una estancia de varios meses en Suecia, fue acusado de querer formar un Partido Obrero del Trabajo. En noviembre de 1940 obtuvo un visado individual de tránsito por la Unión Soviética. El 18 de noviembre voló a Moscú y luego tomó el transiberiano hasta Vladivostok, donde se embarcó con rumbo a Estados Unidos. Aunque su destino final era la República Dominicana, finalmente decidió probar suerte en México. A primeros de enero de 1941, gracias a las gestiones de Indalecio Prieto, obtuvo el visado para entrar en ese país, en el que se exilió definitivamente, residiendo primero en México DF y luego, durante muchos años, en Guadalajara. En abril de 1941 su mujer Pilar y su hijo Joan llegaron a Veracruz. García Oliver trabajó en la organización de la CNT en México.

En los años sesenta participó brevemente en Defensa Interior[12]. El 19 de enero de 1964 fallecía su único hijo en un accidente de automóvil. A finales de 1968 sufrió un accidente de circulación, seguido de un largo período de recuperación tras la operación de una pierna. A consecuencia del accidente, abandonó su proyecto de crear con Aurelio Fernández un Partido del Trabajo. Tuvo que jubilarse, cobrando una misérrima pensión. En los años setenta, en plena Transición, con una CNT aún ilegalizada, propuso provocativamente que todos los responsables cenetistas en el exilio tomaran aviones con destino al aeropuerto de Barajas para hacerse detener[13].

Escribió un polémico libro de memorias, titulado El eco de los pasos, publicado por Ruedo Ibérico en 1978, de lectura imprescindible para profundizar en su biografía y en la historia del anarcosindicalismo español. Nunca volvió a pisar las calles de Barcelona y de Reus. Murió en Guadalajara (Jalisco, México) el 13 de julio de 1980.

Resumen de las novedades aportadas por el libro

No existe ninguna biografía exhaustiva y concienzuda sobre Juan García Oliver (JGO), quizás por las insalvables dificultades existentes a la hora de enfrentarse críticamente a su conocidísima autobiografía El eco de los pasos, editada por Ruedo Ibérico en 1978. Autobiografía que ha provocado tal prevención y desconcierto entre los historiadores que, finalmente, se ha desembocado en un auténtico vacío bibliográfico. A esto se añade que el testimonio de JGO, con frecuencia, no puede ser verificado o contrarrestado documentalmente.

La pregunta fundamental de mi libro Ecos y pasos perdidos de JGO plantea cómo y por qué JGO (y otros muchos líderes) pasaron de revolucionarios a contrarrevolucionarios.

Los instrumentos para responder a la pregunta se encuentran en la aportación de los escritos esenciales y, en algunas ocasiones inéditos, de nuestro protagonista; por ejemplo, su narración inédita sobre la insurrección del 19 y 20 de julio de 1936, en la ciudad de Barcelona, reproducida en el capítulo 3, o el desconocido cuestionario de Bolloten a JGO, recogido en el capítulo 7.

Otro documento inédito (capítulo 6) es su carta a Emilio Romero, en la que adjunta un dibujo de su puño y letra sobre el barrio de Pueblo Nuevo, indicando el lugar en el que vivían los más destacados líderes anarquistas, dónde se reunía la coordinadora de los comités de defensa y dónde se inició la insurrección del 19 de julio.

Otra joya inédita es la carta de JGO a César Martínez Lorenzo (en el capítulo 12), muy significativa de su agrio carácter, así como de sus conflictivas relaciones con la militancia cenetista.

En los capítulos 5, 8 y 9 se reproducen textos ya editados y conocidos de JGO, pero hoy de muy difícil acceso, como son su artículo sobre el famoso encuentro con Companys del 20 de julio de 1936 para constituir el Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA), o bien, sus dos folletos, que recogen el texto de sendas conferencias sobre el fascismo y sobre su gestión en el Ministerio de Justicia.

Esos textos inéditos, o poco conocidos, se enmarcan en su contexto histórico. El capítulo 1 hace un esbozo biográfico de JGO; el capítulo 2 explica la situación revolucionaria vivida en Cataluña desde julio de 1936 hasta mayo de 1937. Los capítulos 10 y 11 exponen las circunstancias y sucesos de las jornadas de mayo y el papel contrarrevolucionario jugado por JGO, así como el destacado protagonismo de JGO en el asalto a Los Escolapios en setiembre de 1937, cuando JGO volvió a repetir OTRA VEZ su papel de bombero.

En el anexo documental se reproducen dos discursos de JGO: el discurso del beso de mayo de 1937 y el de homenaje a Durruti en el primer aniversario de su muerte.

Las conclusiones finales responden a esa pregunta clave que ha extraviado y confundido a tantos historiadores y militantes.

La “portentosa” memoria de JGO y la importancia de sus archivos

En la carta de García Oliver a Luís Romero (22-7-1966) que se reproduce en el capítulo 6 de mi libro Ecos y pasos perdidos… Juan García Oliver escribe esto:

“Comento su atenta y afectuosa del 9 corriente. Es casi seguro que tiene usted razón respecto a los nombres correctos de Dependencias Militares y del Lloyd italiano. Después de treinta años y carente de documentación, la rigurosa precisión histórica de lugares y nombres, falla lamentablemente, Por eso, lo que le envié va como “Narración MEMORIZADA…”. Y, aunque muchos no lo creerían, todavía hoy no recuerdo el nombre de la calle en que vivía yo entonces, así como los nombres de calles del Pueblo Nuevo y El Clot que pisaba diariamente.

Supuse que usted haría todo el recorrido de mi narración. Yo también quisiera tener la oportunidad de revivir mis pasos y azares de aquellos momentos. Espero que con el tiempo me sea dable.. Le adjunto plano bastante fiel – pero casi sin nombre de calles – del escenario de los primeros pasos de la marcha del 19 de julio.”

Así pues, es el propio JGO quien confiesa su mala memoria, su incapacidad para retener el nombre de las calles en las que vivía y por las que transitaba a diario. También confiesa que no tiene archivos históricos de interés: “carente de documentación” y no creo que eso mejorara después de 1966.

Por otra parte, esa “Narración MEMORIZADA” de la insurrección del 19 y 20 de julio de 1936 que se reproduce en el capítulo 3 es totalmente inédita y al parecer no fue utilizada por JGO en su libro de 1978.

Así pues, la extraordinaria memoria de JGO es solo un mito que debe abandonarse, al igual que su posesión de un importante archivo. Ni tan siquiera parece sostenerse que durante años redactara textos breves preparatorios para utilizarlos más tarde, puesto que no parece haber utilizado en El eco su Narración Memorizada

Mala memoria, sin archivos ni material redactado previamente, hacen de El eco de los pasos un material explosivo, lleno de errores, agravados por su carácter egocéntrico, su permanente afán autojustificativo y el ataque desmedido a cualquiera que le haga la menor sombra. El eco ha de confrontarse con la realidad histórica, no con el manuscrito original. Hoy ya empieza a ser urgente una edición crítica de las memorias de García Oliver, que señale todos esos errores o difamaciones. Lo que se trata es de facilitar al máximo la lectura a los posibles interesados en ese libro.

Por ejemplo, un error entre los muchos existentes: cuando JGO dice en la página 502 de El eco de los pasos (Ruedo Ibérico) que Josep Asens fue miembro del Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario de Cataluña, no solo se equivoca gravemente, sino que desconoce (o ha olvidado) que Josep Asens fue expulsado de la CNT por Fidel Miró, en nombre de ese Comité Ejecutivo. JGO justificaba además muy cínicamente la creación de ese Comité Ejecutivo, cuando escribe: “A nadie fusiló, a nadie destituyó, a nadie castigó”. JGO mentía y falsificaba aquí descaradamente, y lo hacía además mediante la miserable apología de un organismo militar y militarista. Según parece, a JGO no solo le falla la memoria, sino que en ocasiones (unido a su afán de pasar cuentas con todo el mundo) le juega malas pasadas, como en el caso Asens, por quien siente cierta animadversión o sentimiento de culpabilidad, aunque no recuerda ya ni el qué ni el por qué…

Pero el objetivo de Ecos y pasos perdidos no es el de desvelar todos esos errores de JGO, sino la respuesta a la pregunta clave del cómo y por qué JGO (y gran parte del movimiento libertario) pasó en diez meses de revolucionario a contrarrevolucionario

La pregunta clave

Hay una pregunta clave, cuya respuesta condiciona inevitablemente nuestra comprensión de la figura, la militancia y el pensamiento de Juan García Oliver.

Pero aún más importante que la respuesta es el correcto planteamiento de esa pregunta: ¿Por qué y cómo el revolucionario Juan García Oliver, protagonista indiscutible de la insurrección del 19 y 20 de julio de 1936, se convirtió diez meses más tarde en el protagonista indiscutible de la orden contrarrevolucionaria de abandono de las barricadas?

La única respuesta posible, que hace encajar todas las piezas del puzle y, además, explica el cambio de Juan García Oliver de revolucionario en bombero, es ésta:

Juan García Oliver, como la inmensa mayoría de la militancia cenetista, sustituyó sus principios libertarios por la ideología de unidad antifascista, con el objetivo único de ganar la guerra al fascismo.

El lema de Ilia Ehrenburg[14], atribuido falazmente por los estalinistas y los comités responsables cenetistas a Durruti: “renunciamos a todo, menos a la victoria”, resume muy bien esa aceptación exclusiva, y excluyente, de la ideología de unidad antifascista, incompatible con el sostén de cualquier posición revolucionaria.

El antifascismo fue la peor consecuencia del fascismo, porque la unidad antifascista con partidos burgueses, estalinistas o republicanos suponía la renuncia a las conquistas revolucionarias de julio de 1936 y a los principios esenciales del anarquismo en pro de la sagrada unión de todos los antifascistas, y eso suponía la renuncia a la revolución.

No hay otra explicación que describa lo sucedido o que abarque todos los matices.

Ninguna otra tesis puede explicar la transformación del sincero revolucionario Juan García Oliver, que planificó y lideró la insurrección del 19 y 20 de julio de 1936, en el bombero que con su “discurso del beso” aplastó la insurrección de mayo de 1937 y consiguió el abandono de las barricadas por los anarquistas… en aras de la unidad antifascista

La unidad antifascista

Inmediatamente después de la victoria de la insurrección del 19-20 de julio de 1936 el movimiento libertario apoyó la unidad antifascista. Se trataba de unirse con socialistas, estalinistas, poumistas, republicanos y catalanistas para derrotar al fascismo. El antifascismo fue en los años treinta el peor veneno y la mayor victoria del fascismo. La unión sagrada de todos los antifascistas, para derrotar al fascismo y defender la democracia, suponía para el movimiento libertario renunciar a los propios principios, a un programa revolucionario propio, a las conquistas revolucionarias, a todo…es decir, el famoso eslogan falsamente atribuido a Durruti: “renunciamos a todo menos a la victoria”, para someterse al programa e intereses de la burguesía democrática. Fue ese programa de unidad antifascista, de colaboración plena y leal con todas las fuerzas antifascistas, el que condujo a la CNT-FAI a la colaboración gubernamental con el objetivo único de ganar la guerra al fascismo. Fue esa adhesión al programa antifascista (esto es, de defensa de la democracia capitalista) la que explica por qué y cómo los mismos líderes revolucionarios de ayer se convirtieron algunos meses después en ministros, bomberos, burócratas y contrarrevolucionarios. Era la CNT ANTIFASCISTA quien producía ministros, y esos ministros no traicionaban a nada ni a nadie; se limitaban a ejercer lealmente sus funciones lo mejor que sabían”.

La respuesta

A partir de aquí, con el foco iluminando la ideología de unidad antifascista como excusa y motor del abandono colectivo de los principios fundamentales del anarquismo y del anarcosindicalismo, en aras de ganar la guerra al fascismo como meta exclusiva, podemos aproximarnos al ministro de Justicia Juan García Oliver y comprender su megalomanía como líder supremo de la CNT.

El discurso del militante anarcosindicalista Juan García Oliver le hace aparecer siempre como un militante radical, que defiende la posición de “ir a por el todo”. Es un mantra del pensamiento de García Oliver: su denuncia de la traición del Pleno confederal del 21 de julio, que renunció a la revolución y a su propuesta de “ir a por el todo”, proponiendo el colaboracionismo con el gobierno burgués y con el resto de fuerzas antifascistas.

Juan García Oliver jamás abandonó esa referencia a su propuesta de ir a por el todo y su rechazo del colaboracionismo. Muy al contrario, lo repetía continuamente en sus conversaciones o escritos sobre la Guerra civil. Su aceptación del nombramiento de Ministro de Justicia no le supuso ninguna contradicción, porque había accedido al cargo de ministro contra su voluntad, a petición de su organización.

La ideología de unidad antifascista con el propósito de ganar la guerra al fascismo le permitía saltar, impunemente y con plena naturalidad, desde sus principios anarcosindicalistas a su oficio ministerial. Sin asumir nunca las evidentes contradicciones que escandalizaban a tantos militantes. Si los principios se rompen, o no sirven para enfrentarse a la realidad, quizás sea mejor reconocer que se carece de principios.

Muchos militantes anarquistas vivieron trágicamente esa renuncia a los propios principios ácratas, sustituidos por la ideología de unidad antifascista, y algunos nunca lo superaron. Sin embargo, Juan García Oliver nunca lo vivió o pensó como una contradicción, sino que siempre supo combinar y/o degenerar su radicalismo militante de ayer (hasta las jornadas revolucionarias de julio de 1936) con su oficio y su acción presentes, como ministro, o líder político, o ilustrísimo exiliado.

El debate: la alternativa

En el animado debate posterior a la presentación surgió una interesante controversia: la necesidad de ganar la guerra al fascismo explicaría por qué una organización anarcosindicalista, con el pasado de lucha de la CNT, aceptó unirse en un frente antifascista con partidos burgueses, estalinistas y republicanos que siempre la habían combatido. Lo que debemos preguntarnos es si existía otra alternativa, si la CNT estaba en condiciones de adoptar otra posición más revolucionaria que la de sumarse a ese frente antifascista e intentar llevar al mismo tiempo la revolución lo más adelante posible…

Se respondió que esa alternativa revolucionaria fue planteada y teorizada desde marzo de 1937 por Los Amigos de Durruti, con su concepto de Junta Revolucionaria como organización de los tra­bajadores revolucionarios, sin partidos burgueses ni estalinistas, y al margen de las estructuras estatales. La Junta Revolucionaria sustituía al Gobierno de la Generalidad para impulsar la revolución que los comités revolucionarios estaban materializando desde abajo. El programa de Los Amigos de Durruti proponía la socialización de la economía y el fin de unas colectivizaciones controladas por la Generalidad; el control proletario del orden público y de la guerra; todo el poder a los sindicatos y a los comités revolucionarios de la clase trabajadora; la disolución de los partidos antifascistas y del Gobierno de la Generalidad.

Esa Junta Revolucionaria jamás fue una realidad, porque en su lugar surgió el CCMA como un organismo de colaboración de clases. Después de la insurrección obrera victoriosa de julio de 1936 los anarquistas no plantearon el problema esencial en cualquier revolución, porque carecían de una teoría revolucionaria capaz de enfrentarse a la cuestión del poder. Y no tomarlo supuso que estalinistas, republicamos y nacionalistas lo ejercieran despóticamente pocos meses después, para reprimir y liquidar política y físicamente la amenaza anarquista y revolucionaria.

Agustín Guillamón

Texto de la presentación el 22 de octubre de 2021, en el Ateneu Llibertari de Gràcia, del libro Ecos y pasos perdidos de Juan García Oliver. Calúmnia edicions, Mallorca, 2021

Próximas presentaciones:

  • Jueves, 4 de noviembre a las 19,30h, en la FELLA, (Librería Rosa de Foc, en c/. Joaquín Costa, 34 de Barcelona.
  • Viernes, 20 de noviembre a las 19h, en Anònims de Granollers (c/. Miquel Ricomà, 57)
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[1] Tres meses, desde noviembre de 1919 a enero de 1920.

[2] Estuvo detenido algo más de siete meses, desde el 7 de abril hasta el 18 de noviembre de 1921.

[3] Organización militar carlista. El carlismo fue un movimiento antiliberal y contrarrevolucionario, partidario de una monarquía absolutista y de la defensa de los bienes de la Iglesia Católica, en peligro por la desamortización liberal. Durante el siglo 19 se produjeron tres guerras carlistas contra la monarquía liberal de Isabel II y Alfonso XII. En los años veinte y treinta del siglo 20 se afiliaron masivamente a los Sindicatos Libres, financiados por la patronal, con el objetivo de crear un sindicalismo católico y derechista.

[4] Como preso gubernativo en espera de juicio, desde el 10 de agosto de 1923 hasta diciembre de 1924

[5] Exiliados políticos italianos.

[6] Véase Guillamón, Agustín: “PÉREZ FERNÁNDEZ, Manuel (1887-1964)”; en VARIOS AUTORES: Biografías del 36. Descontrol, Barcelona, 2015, pp. 288-300. También en la web SER HISTÓRICO.

[7] Había sido condenado a dos años por tenencia ilícita de armas y a ocho años y ocho meses por rebelión militar. Cumplió, en total, cuatro años y medio.

[8] Del 20 de setiembre al 18 de octubre de 1932.

[9] Del 9 de enero de 1933 hasta mediados de noviembre de 1933, esto es, unos diez meses. Todos estos periodos de cárcel de JGO se detallan con precisión en la excelente tesis de Leonardo Mulinas.

[10] Según el testimonio de Josep Xena (en 1938) y de Josep Peirats (en 1967), cuando JGO habló de “ir a por el todo” propuso, a su manera, una elección entre una dictadura anarquista, que no duraría más de un mes, o la colaboración antifascista. Eso suponía que el radicalismo formal del “ir a por el todo” de JGO era en realidad un argumento favorable al colaboracionismo, porque su apuesta por la dictadura anarquista era absurda, inútil a corto plazo e inaceptable para el Pleno. Es muy difícil valorar tales testimonios sin la lectura de las actas de ese Pleno, hasta hoy desaparecidas.

[11] Mientras los comités superiores pactaban con todas las organizaciones antifascistas y el gobierno de la Generalidad, los comités revolucionarios sustituían al Estado en todas sus funciones. Los comités superiores ayudaron a restablecer y fortalecer al Estado; los comités revolucionarios habían iniciado un proceso de destrucción del Estado.

[12] Grupo armado antifranquista de ideología libertaria, que entre 1962 y 1965 prosiguió la lucha armada del extinto maquis. Estaba formada, entre otros, por Acracio Ruiz, Cipriano Mera, Joan García Oliver, Octavio Alberola, Juan Jimeno y Vicente Llansola.

[13] En su correspondencia con Ricardo Sanz.

[14] Corresponsal de guerra soviético. Entrevistó a Buenaventura Durruti en el frente de Aragón, atribuyéndole falsamente el eslogan “Renunciamos a todo, menos a la victoria” que la posterior propaganda estalinista y de los comités superiores cenetistas convirtió en LA FRASE de Durruti.




Fuente: Alasbarricadas.org