Qué tristeza y qué vergüenza ajena siento al enterarme de las misivas explosivas.
Y con “misivas explosivas” no me refiero a las que afeminados pacifistas han dirigido a las embajadas de Rusia e Ucrania instando a sus embajadores a negociar la paz.
La vergüenza ajena me invade al tener noticia de ciertas cartas “bomba” que han aparecido estos días en la piel de toro.
Bochornosa es la generalización y banalización de los términos en que los medios caen al narrar la noticia y metiendo en el mismo saco churras y merinas.
Vamos a ver: “cartas” sí, porque iban por correo con su sellito del PCE, remite y correcta dirección; pero ¿“bombas”? Anda ya.
No señor, no.
Un petardico en un sobre no se merece la calificación de explosivo.
¿O vamos comparar estas patéticas emulaciones bélicas con las creaciones exclusivas de la fábrica de armas zaragozana INSTALAZA?
Cuando en la recepción de la citada empresa apareció la consabida epístola el ujier, desternillándose, subió a presidencia a compartir el chiste de la “carta bomba”.
Aquello corrió como la pólvora y fue motivo de carcajadas en toda la plantilla que, con lágrimas en los ojos, no habló de otra cosa durante toda la jornada.
“Pa bombas buenas las nuestras”, dijo un alto ejecutivo de la empresa aragonesa.
“Las que valen son las bombas mañas, y además nos llenan de orgullo y satisfacción que pa’ eso son MARCA ESPAÑA.”
Fdo. Flash Delezo
Fuente: Grupotortuga.com