Dr. Binoy Kampmark
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Original de http://countercurrents.org/2020/11/…
“Ganar miles de millones con las exportaciones de armas, que alimentan el conflicto y que a la vez proporcionan una pequeña fracción de eso en ayuda al Yemen, es inmoral e incoherente”. Así tronó el Director de Oxfam en el Yemen, Muhsin Siddiquey, después de consultar cifras del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) que muestran que los miembros del G20 han exportado más de 17.000 millones de dólares en armas a Arabia Saudita desde que el Reino entró en el conflicto en el Yemen. “Las naciones más ricas del mundo no pueden seguir poniendo los beneficios por encima del pueblo yemení”.
Lo hacen y seguirán haciéndolo, a pesar del brote de cólera, el coronavirus, los hospitales que funcionan mal y los 10 millones de bocas hambrientas. La última ilustración de esto es la venta apresurada de 23.000 millones de dólares por parte de la administración Trump de 50 aviones de combate F-35, 18 aviones teledirigidos MQ-9B Reaper, misiles aire-aire y diversa munición a los Emiratos Árabes Unidos. Emiratos Árabes Unidos fue miembro entusiasta de la coalición liderada por Arabia Saudita que ha estado golpeando al Yemen desde 2015. A pesar de haber completado una retirada militar gradual del conflicto en febrero de 2020 a bombo y platillo, Abu Dhabi sigue participando en la coalición y es miembro influyente. Amnistía Internacional ha emitido una lúgubre advertencia de que esas armas bien podrían utilizarse en “ataques que violan el derecho internacional humanitario y matan, además de herir, a miles de civiles yemeníes”.
Con el inminente cambio de administración en los Estados Unidos, hay un revuelo moral en las filas del Congreso, aunque gran parte de éste sigue siendo manso y sesgado. Los senadores demócratas Bob Menéndez (NJ) y Chris Murphy (Conn.), junto con el senador republicano Rand Paul (Ky) tienen la intención de presentar resoluciones separadas desaprobando la venta por parte del presidente Donald Trump. Menéndez se sintió con fuerza moral para advertir a la administración Trump de que “eludir los procesos deliberativos relativos a una introducción masiva de armas en un país, en una región volátil con múltiples conflictos en curso, es francamente irresponsable”.
Murphy expresó su apoyo a “la normalización de las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), pero nada en ese acuerdo requiere que inundemos la región con más armas y facilitemos una peligrosa carrera armamentista”.
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, ha lanzado unas cuantas lisonjas a los críticos del círculo vicioso de amor y armamento de Estados Unidos con los Estados del Golfo. Durante el debate demócrata de Atlanta celebrado en noviembre del año pasado, se apartó de la política adoptada durante la administración Obama, sobre todo en lo que respecta a Arabia Saudita. “Quiero dejar muy claro que no vamos a venderles más armas”. La administración Biden “les haría pagar el precio, y los convertiría de hecho en los parias que son”. Sobre el conflicto de Yemen, prometió específicamente “poner fin a la venta de material a los saudíes adonde van y asesinar a niños”. Palabras fuertes, fáciles de decir cuando se es candidato.
Este punto de vista fue reiterado al Consejo de relaciones Exteriores en agosto de este año. “Pondría fin al apoyo de Estados Unidos a la desastrosa guerra liderada por los saudíes en Yemen y ordenaría una reevaluación de nuestra relación con Arabia Saudita”. La administración Trump había concedido al reino “un peligroso cheque en blanco”. Arabia Saudita lo ha usado para extender una guerra en Yemen que ha creado la peor crisis humanitaria del mundo, llevar a cabo imprudentes enfrentamientos en política exterior y reprimir a su propio pueblo”.
Los grupos progresistas han captado un aroma que encuentran prometedor. La directora de políticas de Win Without War, Kate Kizer, expresó su esperanza “de que [Biden] empiece por terminar inmediatamente tantas ventas a los EAU como sea posible y poner freno a las transferencias que el Congreso ha tratado de rechazar bajo Trump”.
El lavado de manos en esto es, sin embargo, insuficiente. Menéndez, por ejemplo, no está preocupado por el destino de los civiles yemeníes en el contexto de esas ventas de armas, citando “una serie de preocupaciones pendientes sobre la forma en que esas ventas afectarían a los intereses de seguridad nacional tanto de los Estados Unidos como de Israel”. Prioridades, prioridades.
El principal asesor de política exterior de Biden, Tony Blinken, parece menos preocupado por quién será el objetivo de las armas en la venta de los Emiratos Árabes Unidos que por cualquier molestia causada a ese intachable aliado, Israel. La venta del F-35, por ejemplo, estaba destinada a ser un coto de guerra entre Estados Unidos e Israel. Venderlo a otras potencias en Oriente Medio podría comprometer la doctrina de “ventaja militar cualitativa” que Washington adopta hacia el Estado judío. “La administración Obama-Biden puso esos aviones a disposición de Israel y sólo de Israel en la región”, explicó Blinken en una entrevista con el Times of Israel. La nueva administración tendría que “echar un vistazo” a la venta de los F-35. ¿Era, se preguntó, una compensación por el acuerdo de normalización entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos?
La gigantesca venta de armas sigue siendo un asunto de negocios y política, pero los negocios tienden a ser la parte que manda. Detener o frenar la venta de armas está siempre de moda y nunca es permanente. Oxfam nos recuerda esa verdad empapada de sangre. “Cuando se incluyen las exportaciones de armas de las naciones del G20 a otros miembros de esta coalición [árabe], la cifra de 17.000 millones de dólares se eleva a por lo menos 31.400 millones de dólares entre 2015 y 2019, el último año del que se dispone de registros”.
Traducción revisada por Agustín Velloso a partir de la realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator
Fuente: Grupotortuga.com